SIGUE A ‘PURO HISTORIA’ EN FACEBOOK E INSTAGRAM
La costera del bonito y el buen tiempo estival favorecían el aumento de capturas de pescado durante los meses de verano. La entrada de miles de kilos de bonito revalorizaba la rula gijonesa que subastaba el pescado de las lanchas boniteras vascas, además del cogido por las locales. Gijoneses y visitantes acudían ansiosos a los restaurantes y tabernas a consumir el bonito ya fuera la ventresca, en rodajas o en rollo, unos platos que se identificaron con Gijón como propios. Las capturas se subastaban en la rula y una parte de las ventas se destinaban al consumo en fresco y otra muy importante a las fábricas de conservas locales y regionales (Candás, Luanco, Ribadesella).