«No es raro ver cerca pegatinas de la plataforma Contra la Cooficialidad justo antes de que se produzca algún acto vandálico»
El estudio de ‘Cuatro Gotes Producciones’, en el barrio de La Arena de Gijón, amanecía hoy con la cerradura llena de pegamento de contacto y escupitajos en el escaparate. «Ya nos ha pasado como cinco veces en el último año. Al principio no le dimos importancia, pero el procedimiento ha sido siempre el mismo: nos señalan en redes sociales y a los pocos días pasa algo», cuenta Inaciu Galán, director de la productora, que ya ha denunciado a la policía estos ataques más veces y que los relaciona con el uso del asturiano que ejerce en su actividad laboral: «No es raro ver cerca pegatinas de la plataforma Contra la Cooficialidad justo antes de que se produzca algún acto vandálico. Hemos denunciado también sus publicaciones en redes».
El modus operandi de los vándalos dificulta su identificación, pues como dice Galán: «Está denunciado y tenemos cámara, pero lo hacen de madrugada y con un paraguas tapando la cara». «No nos vamos a callar», sentencia.
Vaya por delante mi rechazo al repetido vandalismo que padece la productora de Galán. Dicho esto, es muy tergiversado responsabilizar a la plataforma contra la oficialidad -cuyas formas no comparto- con las pequeñas «putadas» que realiza lo que parece ser algún vecino, basándose en una supuesta causa-efecto de haber criticado diversos negocios montados en torno a la promoción del bable (digo bable porque así lo denomina el estatuto de autonomía, y así lo llamaban los intelectuales que publicaron la primera gramática en 1976). Lo de relacionarlo con las pegatinas que se ven por la zona, ya es de chiste, las hay por todo Gijón… En todo caso, si los bablistas consideran un «ataque de odio» a estropear una cerradura, todos los ciudadanos deberíamos considerar también un «ataque de odio» los repetidos sabotajes que llevaron a cabo los bablistas durante años contra las señales de tráfico escritas en español, en poblaciones de toda Asturias, tachando la grafía castellana y pintarrajeando la expresión «N’AST». Más aún, los bablistas deberán reflexionar sobre si su éxito al lograr que se rotulara también en bable, -a veces en exclusiva- a base de vandalizar carteles, no habrá llevado a normalizar el vandalismo como método válido para conseguir objetivos linguísticos… Nunca escuché a ningún bablista criticar el vandalismo de los carteles… quizás deban plantearse que el radicalismo surgido en su contra no es ni más ni menos que el reflejo de su propio radicalismo.