Carmen Miranda, jugadora de vóley femenino en Barcelona 92
“Para que el deporte sea un motor económico hay que promoverlo e ir a los colegios. En Gijón había tres equipos de vóley en División de Honor y ya no queda ninguno”
“Ser olímpico no es estar en ‘casina’ mirando para el techo. Habría que valorarlo más porque detrás hay muchas horas de entrenamiento, sacrificio y esfuerzo”
Carmen Beatriz Miranda (Gijón, 1975) es una mujer cabezona. De hecho, así se define ella misma. A los 15 años comenzó a entrar en los planes de la selección española de vóley femenino, a los 17 disputó los Juegos de Barcelona y luego tuvo una larga trayectoria en el Caja de Ávila que le mantuvo durante varias temporadas en la élite. Aunque la cita del 92 es una etapa cerrada, Cobi –uno de los emblemas de la Olimpiada- sigue presente en su habitación 30 años después. Tras retirarse, preparó las oposiciones para Policía Nacional y después de haber trabajado en Madrid y Pamplona estrena nuevo destino: Gijón. 32 años después de salir de casa, la gijonesa regresa para cerrar el círculo.
Usted fue una de las elegidas hace 30 años para representar al voleibol femenino español, algo que no se ha vuelto a repetir…
Tuve mucha suerte porque el seleccionador Jaime Barros, también de Gijón, me dio la oportunidad, aunque luego me gané la convocatoria a base de trabajo. Él me llevo a probar al Centro de Alto Rendimiento de Barcelona donde estaba concentrada la selección absoluta. Parece que lo hice bastante bien y pude ir a esa Olimpiada. Fue una experiencia inolvidable.
¿Qué tenía aquella generación de especial?
Empecé muy joven, a los nueve años en el colegio, con muchas horas de entrenamiento. A los 15 me fui a León con la selección española concentrada y posteriormente me llevaron con la absoluta al CAR. De allí nos fuimos a Altea seis meses para acabar la preparación y eso conlleva mucho esfuerzo, sacrificio, dejar a amigos y familia para luchar por un sueño.
Tres décadas después, ¿valora más el diploma olímpico?
Lo valoré en su momento y estoy contenta de haber disputado los Juegos Olímpicos. ¿Valorarlo más en la actualidad? No. Fue una etapa que ya pasó, muy contenta de haberlo conseguido porque es un esfuerzo que solo yo conozco lo que costó, pero ahora estoy en otra época de mi vida en la que valoro el trabajo y la familia.
¿Cómo se mantienen los pies en el suelo cuando con 17 años te convocan para una Olimpiada?
Soy una persona que siempre ha tenido la cabeza amueblada y los pies en la tierra. Podía haber presumido de logros y nunca lo hice, no se me subió porque me defino como una mujer sencilla a la que le gusta pasar desapercibida en todos los niveles: trabajo, deporte y en la vida diaria.
¿Qué recuerdos guarda de aquella época?
Muy buenos. Estuvimos un mes en Barcelona porque fuimos de las primeras selecciones en llegar y las últimas en marcharnos. A pesar de que nos eliminaron, pude debutar en un partido y fue con un cambio especial porque siendo la más joven del combinado nacional sustituí a Rita Oraá que era la mayor. En la Villa Olímpica pude conocer a jugadores de baloncesto de la selección de Puerto Rico como Juan Ramón Rivas o ‘Piculín’ Ortiz, al príncipe Felipe; el ambiente era increíble. Trabajábamos mucho porque entrenábamos mañana y tarde, pero mereció la pena.
¿Ser las primeras en instalarse en la Villa Olímpica hizo que lo disfrutaran más?
Sí, porque era entrenar, partidos y después disfrutar de la Villa Olímpica. Imagínate cómo sería que no fui ningún día a Barcelona, no salí de la Villa en todo el tiempo que estuvimos allí. Conocí a unos deportistas que jugaban a pelota vasca y fuimos a ver algunos partidos, gente del mundo del baloncesto… La verdad que no hay palabras para describir todo lo que fueron aquellos Juegos.
¿Tuvo la sensación de vivir un sueño?
Por supuesto. No todo el mundo puede llegar a ser olímpica, pero insisto que para llegar ahí hay que invertir muchas horas de entrenamiento, sacrificio, dejar de lado a familia, amigos… Con todo, es una etapa de la que estoy súper orgullosa.
“En la ceremonia de apertura de Barcelona 92 desfilé descalza. No soy capaz de andar en tacones, nunca pude y me quité los zapatos antes de salir”
Seguro que no se olvida del desfile inaugural y no lo digo solo porque fue algo único.
Recuerdo que fuimos los últimos en salir porque éramos los anfitriones. Sin embargo, desfilé de una forma poco habitual. No soy capaz de andar en tacones, nunca pude y me quité los zapatos. Los llevé en la mano e hice el recorrido descalza (risas).
¿Tras los Juegos Olímpicos se desvaneció algo el cuento de hadas?
Los Juegos Olímpicos son un periodo, pero después mi vida seguía. Me fichó el Caja de Ávila, un equipo de División de Honor y soy de las que piensa que cada momento es una etapa.
Son muchos los deportistas que recibieron promesas incumplidas tras la cita de Barcelona. Usted también tuvo una mala experiencia en casa.
Cuando estaba jugando en Ávila, el Grupo Covadonga me llamó para volver a Gijón con el equipo de División de Honor y me prometieron un trabajo. El Grupo es mi casa, el lugar de donde salí y me hacía ilusión. El planteamiento era trabajar por la mañana y entrenar por la tarde, pero nunca se materializó. Cumplí el año y me marché otra vez porque el trabajo no existió.
El Ávila era uno de los mejores clubes del panorama nacional. Sin embargo, en 2005 entra en la Policía Nacional tras obtener la plaza. ¿Era inviable vivir del vóley?
Sí. Durante los años que juegas vas tirando con lo que cobras, pero tenía claro que del vóley no iba a vivir. A los 29 años dejé el deporte y me centré en la oposición.
Tuvo incluso una oferta para regresar a la cancha cuando estaba de prácticas en el sur de Tenerife, pero la rechazó. ¿No quería saber nada más de su deporte?
Fueron a hablar conmigo para un equipo del norte de la isla. Querían que mientras estuviera en Tenerife les echara una mano, pero había dejado el vóley al 100% y la rechacé. La idea era centrarme en mi nueva etapa el trabajo y ya que estaba en Tenerife poder disfrutar de la isla. En definitiva, una nueva vida.
¿El vóley femenino tuvo que vivir a la sombra del masculino o nunca notaron la diferencia?
El vóley masculino siempre tuvo más nivel que el femenino. De hecho, obtuvieron mejores resultados en su trayectoria. También hay que tener en cuenta el factor de los medios de comunicación porque el femenino tampoco se veía mucho por la tele y el masculino tuvo algo más de presencia.
¿Qué le motivó a probar este deporte en Las Dominicas?
Todo se lo debo a una profesora de gimnasia y entrenadora. Un día me vio y me dijo que era muy alta y tenia cualidades para el vóley, fue la que me inculcó el deporte. Con nueve años me apunté sin saber muy bien lo que era y después de entrenar en el colegio me llevaba al Grupo con chicas más mayores que yo. A partir de ahí fue todo rodado.
“Podía haber presumido de logros y nunca lo hice, no se me subió a la cabeza porque soy una persona sencilla a la que le gusta pasar desapercibida”
¿Ha vuelto a jugar alguna vez?
Una vez hace siete años. Fue un partido donde nos juntamos el equipo de aquella época contra el Valladolid, pero nunca más. A eso hay que sumarle que tengo tocado el hombro derecho y el aductor izquierdo. También fui a algún partido del equipo que había en Pamplona en División de Honor, ya desaparecido, pero jugar solo en aquella ocasión. Me hizo ilusión, pero por reencontrarme con las compañeras y los entrenadores. En lo meramente deportivo, me di cuenta de que había perdido muchísimo porque habían pasado algunos años. El vóley es algo a lo que dediqué tantos años, horas de entrenamiento, sacrificio y esfuerzo que estuvo muy bien mientras duró, pero ahora estoy en otra etapa que es el trabajo y disfrutar de la vida.
¿Cómo vivió Atlanta 96? Lo digo porque pasar de ser protagonista a verlo en el sofá no sé si es fácil.
No es algo raro. Juegas en Barcelona 92 y después desconectas. En 1996 estaba en Ávila, centrada en el equipo de División de Honor, entrenando mañana y tarde y no se me hizo extraño no estar en las Olimpiadas de Atlanta.
¿Qué le llevó a elegir la profesión de policía?
Es algo que me gustaba desde pequeña y siempre me llamó la atención. ¿Problema? Cuando miré la información para presentarme a los exámenes pedían una edad mínima fijada en los 30 años. Viendo esto, aproveché mi carrera deportiva hasta el último momento, con 29. Me presenté justo en el último año. Es un trabajo que, en la actualidad, me sigue gustando mucho.
Y ha conseguido volver a Gijón. ¿Es el cierre del círculo?
Exacto. Me fui con 15 años a León con la selección y después de 32 años vuelvo a Gijón, con 47, por trabajo. La verdad es que estoy muy contenta por el regreso.
Durante su etapa deportiva se tuvo que buscar la vida fuera de Asturias, algo que en la actualidad también les pasa a muchos deportistas. ¿Debería haber otro trato al deporte por parte de la administración?
Deberían tener al deporte más en cuenta porque ser deportista de élite es un trabajo, es decir, son muchas horas de entrenamiento, sacrificio, esfuerzos… A eso hay que sumarle la distancia con la familia. Todo eso se tendría que valorar de otra forma y promocionarlo más.
¿No ver el deporte como un motor económico es un error?
Para eso hay que promoverlo, ir a los colegios. En Gijón, por ejemplo, la gente hace mucho deporte y tendría que estar incluido en nuestra vida porque es fundamental. Hay que animar a la gente y por supuesto tiene que haber dinero porque, de lo contrario, es imposible. El Caja de Ávila acabó despareciendo, en Gijón hace años había tres equipos de vóley en División de Honor y ya no queda ninguno.
Ahora la Familia Olímpica del Principado arranca una nueva etapa con Jorge García al frente y el sueño de conseguir un Museo Olímpico. ¿Cree que el nuevo equipo podrá tener más suerte?
Espero que sí. Es una pena y no entiendo por qué el museo no ha salido adelante porque es algo bueno para Asturias y Gijón. Entre todos, porque esto es una familia, tenemos que luchar y sacarlo adelante. Se va a conseguir, solo hay que ver todos los olímpicos que tiene la región. Esta comunidad cuenta con todos los elementos para poder hacerlo. Habría que valorar más el hecho de ser olímpico. Llegar ahí no es estar en casina mirando para el techo.
Todo lo que ya te haz ganado en la vida y con lo que más te ha gustado, que es el voley, nadie te lo quita. Gratis recuerdos y te felicito por esa increíble dedicación y carrera deportiva. A seguir adelante en este nuevo ciclo de tu vida y que consigas también muchos éxitos.
Estoy orgulloso de ti prima. No solo reo te sentaste a tu paiz pero también a tu familia. No es fácil dejar de jugar pero yo se que el trabajo que tu haces es algo que ayuda a la comunidad. Qu Dios te bendiga y te utilice para hacer una diferencia a las personas con las que mantienes en contacto. Un fuerte abrazo. Se te quiere mucho
Siempre orgullosa de ti, amiga, desde lejos y luego de mucho tiempo, no olvido tu amistad y lo que compartimos en Tenerife. Carmen una bella persona una gran persona.