Javier García Cuesta, diploma olímpico en balonmano en Barcelona 92 y Atlanta 96
“En España el olimpismo surgió a partir de Barcelona. Después del 92 bajó un poco la euforia, pero quedó una estructura que, a trancas y barrancas, está funcionando”
“Cuando me contrataron como seleccionador de Egipto sabía que el equipo era bueno, pero lo que me sorprendió fue las instalaciones que teníamos. El Centro Olímpico de El Cairo no tiene nada que envidiar a ningún otro”
Pocos nombres del mundo del deporte tienen la trayectoria de Javier García Cuesta (Mieres, 1947). El asturiano, vinculado durante medio siglo al balonmano, es el entrenador que más años ha estado dirigiendo equipos nacionales en el mundo. A eso se suma que fue el primer técnico de la selección de Europa creada por la Federación Europea en un encuentro ante Austria. Por si fuera poco, su curriculum cuenta con la dirección de cinco selecciones (Estados Unidos, España, Egipto, Portugal y Brasil) y ha participado en cuatro Juegos Olímpicos, uno como jugador y tres como entrenador. Todo su recorrido se resume en la publicación ’50 años en el deporte’.
Su vida da para un libro y usted lo ha llevado a la práctica.
En los dos últimos años de mi trayectoria empecé a tener problemas de movilidad y en 2017 falleció mi mujer. Siempre he tenido la sensación de que he hecho cosas, pero querían que se supieran. Esto puede sonar a floritura, pero me vino muy bien psicológicamente porque me hizo estar ocupado, pensar en las cosas buenas y malas que ocurrieron en mi vida. No esperaba ser capaz de escribir un libro y muchas veces al repasar me daba cuenta de que no estaba tan mal (risas). Tenía 75 páginas de apuntes de un par de años y no miré ni una de las hojas. Estoy muy satisfecho y ahí está mi trayectoria, mi filosofía y cómo fui capaz de sobrevivir a lo largo de las situaciones que me han tocado. El final, por ejemplo, es interesante porque cuando hablaba con los entrenadores europeos no concebían que se pudiera hacer un jugador a los 22 años. En Estados Unidos es la forma empleada porque no hay niños y niñas jugando al balonmano. Cuando un jugador acaba la universidad hay tres opciones: es muy bueno y va a la NBA, es menos bueno y se va a jugar España o juega en su barrio uno contra uno. Hay atletas a los 22-23 años que han sido jugadores de baloncesto o fútbol en la universidad y están acostumbrados a jugar con 17.000 espectadores. Si tienen las condiciones de vida y tú les das unas de trabajo puedes hacer un equipo competitivo. Es el caso de ‘Sam’ Jones, una jugadora de balonmano que elegí yo y que fue una de las mejores del mundo en los años 1985 y 1986. En 1982 empezó a jugar el balonmano y en 1984 fue máxima goleadora de la Olimpiada.
“Es importante que haya ciertos eventos y reconocimiento a personas que han hecho mucho porque estamos hablando de motivación. Puse a disposición del Museo todos mis uniformes, fotos, diplomas…”
¿Cómo se resume en algo más de 200 páginas un currículum que incluye cuatro Juegos Olímpicos y la dirección de cinco selecciones?
Algunas cosas las planeé, pero otras surgieron. Mis padres eran humildes y cuando en 1968 firmé por el Atlético Madrid, me independicé y nunca más pedí un duro. Ahí conocí a mi mujer, nos casamos y nació nuestro hijo. Acabé INEF en 1975 y fui a hablar con club porque quería saber si podía desarrollar alguna otra función, además de jugar al balonmano. Ahí me ofrecieron ser preparador físico del Atlético Madrileño y a los tres meses Luis Aragonés me dijo que le gustaría que llevara la preparación del primer equipo. Durante un año estuve de 10 a 12:30 con el primer equipo de fútbol, de 15:30 a 17:30 con el Atlético Madrileño y de 19:30 a 21:30 entrenaba a balonmano. Después dejé de jugar a balonmano y me quedé tres años con el equipo de Aragonés. Tras ganar la primera Copa del Rey, ser campeones de Liga y llegar a cuartos en Copa de Europa, empezaron los problemas y me fui a Estados Unidos. Luis Pereira, jugador del Atlético, me puso en contacto con el mánager de Pelé y me ofrecieron trabajar en sus campus de verano. Después tuve una entrevista con el entrenador y el mánager de un equipo profesional de fútbol y la clave fue una charla con los dueños de un gimnasio. Tras 20 minutos hablando de deportes diferentes, de aquella mi inglés era un poco ‘jodidillo’, me contó que había una persona que quería iniciar un programa de balonmano. Esa persona era Michael Cavanaugh, posteriormente secretario de la Federación durante muchos años y al que considero un hermano. Mi amigo lo llamó para ofrecerle mis servicios. En aquel momento Mike era el entrenador del equipo masculino y estaba preparando la clasificación para Moscú 1980. Le pusimos una carta que hizo llegar al presidente de la Federación y resulta que este hombre había sido el entrenador del equipo americano en la Olimpiada de Múnich y más o menos me conocía. Me ofreció entrenar el equipo femenino y ahí se acabó mi andadura en el mundo del fútbol y empezó la del balonmano.
Su primera participación fue en los Juegos de Múnich en 1972. Contaba una vez que había repetido un año de carrera porque perdió muchas clases debido a la preparación de la cita. Eso no ha cambiado mucho medio siglo después…
Algo sí, quizá debe de cambiar más, pero España tiene mucha calidad en muchos deportes. Estoy asombrado con el atletismo y los buenos resultados. Es importante que haya ayudas. Si tú eres medalla de oro en atletismo no vas a ser millonario, pero vas a tener dinero suficiente para entrenar. Ahora, si eres un jugador de balonmano es muy difícil para la Federación conseguir dinero, pero si estás apoyado por las administraciones y el Comité Olímpico, eso es lo importante. Hay cosas que se hacen bien en tenis, baloncesto, balonmano, ciclismo… Hace muchos años el olimpismo eran Estados Unidos y Australia, luego se sumó Inglaterra, Rusia, los países nórdicos que ahora están sacando gente para los Juegos de Verano y España surgió a partir de Barcelona. Después del 92 bajó un poco la euforia, pero quedó una estructura que, a trancas y barrancas, está funcionando.
“Para desarrollar la base tienes que poner en marcha un programa de tecnificación, como Francia o Dinamarca, en el que los chavales buenos pueden ir a un centro especial que le permite entrenar por la mañana”
En 1979 empieza a trabajar para la Federación de Balonmano de EE. UU. durante ocho años y dirige la selección masculina en los Juegos de Los Ángeles 84. ¿Jugar en casa era una presión añadida?
Sí, siempre lo ha sido, pero la clave está en conseguir que los jugadores tengan la calidad suficiente. Tengo recortes de periódicos de mi trabajo en Barcelona 92 donde se dice que fue una desilusión acabar quintos. ¿Por qué? Porque los dos años anteriores ya habíamos ganado a todo el mundo ¿Qué fue lo bueno que hicimos en Barcelona? No conseguimos la medalla que queríamos, de acuerdo, pero logramos el mismo triunfo que había obtenido hasta ese momento el balonmano español, el equipo cambió completamente y dos años más tarde fue el que empezó a conseguir las grandes medallas. Algo que en España ha cambiado es la actitud en una cita olímpica. Lo que más me gustó de la selección de balonmano masculina y femenina en Tokio fue el discurso de los jugadores, la forma en que hablaban. A nosotros en Barcelona nos faltó entusiasmo. Por ejemplo, Francia nos ganó. Los dos años anteriores siempre los quería invitar y ellos a nosotros a su torneo, pero nunca podíamos porque se celebraban en la misma fecha. Fui a verlos dos veces. En la concentración que hicieron en los Pirineos estaban todos medio cojos, pero llegaron a la Olimpiada y cambiaron. Perdimos de dos y en el descanso íbamos ganando de dos, pero fallamos un contraataque y nos remontaron. ¿Fracaso? Por supuesto, pero es parte de la competición. La Olimpiada tiene que tener un espíritu distinto. Es una competición diferente y está por encima de las demás.
Clasifica para la cita de Seúl 88 al combinado estadounidense, pero en 1987 vuelve a España y entrena al Teka Santander. ¿Le resultó extraño no hacerse cargo de una selección a la que había clasificado?
Fue una decisión difícil, pero coincidieron una serie de circunstancias familiares. Para mí era importante venir y alejarme un poco de Estados Unidos.
Hablaba antes de Barcelona. Entre 1989 y 1993 dirigió la selección española. ¿La cita de 1992 fue la más especial?
Lo bueno de Barcelona fue la Villa Olímpica, creó un modelo hacia el futuro y se involucró la ciudad. Normalmente en los Juegos, la cita deportiva va por un lado y la ciudad por otro. Aquí la Villa tenía una playa propia en toda la zona del puerto de Barcelona que arreglaron, la gente estaba en la calle… Fue maravilloso.
Y menuda cantidad de asturianos que había, también en el balonmano. Por ejemplo, Ramón Gallego.
Siempre es agradable, lo que pasa que estás tan metido en tu mundo que a veces no te relacionas tanto y muchas veces te arrepientes de no haberlo hecho. Los últimos días es cuando empiezas a hablar con la gente porque ya estás más relajado.
En Atlanta 96 también dirigió una selección, pero en este caso era Egipto y también se hizo con un diploma. ¿Cómo fue aquella preparación?
En 1994 me fui a Estados Unidos un año y luego a Egipto en 1995 con un contrato de un año para preparar la Olimpiada. Egipto no es un país fácil y, sobre todo, es distinto, pero conocía un poco el ambiente, el equipo y al presidente de la Federación Hassan Mustafa. Un año antes nos encontramos en Italia y mantuve tres horas de conversación con él, en ese momento entrenador del equipo y el técnico de Argelia, inventor de la defensa abierta. Al Mundial de Islandia fui con Estados Unidos, ahí acababa mi contrato y cerramos mi incorporación. Sabía que el equipo era bueno, pero lo que me sorprendió fue las instalaciones que teníamos. El Centro Olímpico de El Cairo no tiene nada que envidiar a los demás y todo estaba a nuestra disposición. Otra ventaja era el plan de trabajo. Jugaban los viernes, día de fiesta, descansaban sábado y el domingo por la tarde nos concentrábamos y entrenábamos a veces ese mismo domingo por la noche o esperábamos al lunes con sesión de mañana y tarde, el martes lo mismo y se iban al club donde entrenaban miércoles y jueves para jugar el viernes partido. Todas las semanas del año tenía dos días con el equipo nacional y cada tres o cuatro meses nos veníamos Europa a jugar. El programa era muy ambicioso y muy bueno.
Portugal fue su casa entre 1999 y 2005. De su mano obtuvieron en el mejor resultado en un campeonato de Europa.
Exacto. Los dos primeros años de trabajo en Portugal fueron muy buenos en resultados y en la mejora de la estructura de la Federación. Estaba muy bien organizada, tenía una directiva con el presidente Luis Santos y Carlos Cruz y. Enrique Torrella en la oficina que eran casi mejores que en España. Esos dos primeros años se creó una euforia impresionante. Es cierto que había un buen equipo y unos buenos jugadores, pero nada más. Empezamos bien, pero después los clubes empezaron a pedir una liga profesional. En aquella época solo podía hacerlo Alemania porque tiene tres o cuatro ciudades, los noruegos en femenino y los daneses. El resto no hay negocio en el balonmano y eso es una de las cosas que tiene que cambiar. Los clubs en Portugal pensaron que la Federación se había quedado antigua y ellos iban a llevar el balonmano al profesionalismo. Hubo un año de constante lucha y surgieron problemas en la organización del Mundial del 2003. Se decía que los pabellones estarían acabados cuatro meses antes para que pudiera entrenar el equipo y el día antes de comenzar la competición todavía estaban los albañiles en la pista. Al equipo le faltó crear un ambiente de entusiasmo alrededor para acojonar a los demás. A partir del tercer año llegó un punto en que los clubes prohibían a los jugadores ir al equipo nacional, sobre todo, uno que era el que estaba montando todo el circo. Lo bueno de los cinco años que estuvimos es que clasificamos para todos los campeonatos oficiales y algo que conseguí, y de lo que me siento muy orgulloso, es la contratación de Mats Olsson para entrenar a los porteros y ser mi segundo y Manolo Laguna para el equipo junior. En el año 2005 me fui porque tenía la oferta de la Federación Española, si ganaba Jesús López Ricondo, para ser entrenador y director técnico. Me vine a España, pero no podía coger el equipo y había que disputar el Mundial. La Federación contrató a Juan Carlos Pastor y quedó campeón del Mundo. Sería absurdo que me pusieran a mí cuando el había obtenido el título. Con lo cual, acordamos que solo me quedaba como director técnico.
“En España ha cambiado la actitud en una cita olímpica. Lo que más me gustó de la selección de balonmano masculina y femenina en Tokio fue el discurso de los jugadores. A nosotros en Barcelona nos faltó entusiasmo”
Usted que se ha movido por medio mundo y ha acumulado diversas experiencias, ¿Cómo calificaría el trato que Asturias le da al deporte?
Depende del deporte. Hay algunos que van muy bien en Asturias. Una cosa es el deporte para todos y otra es la élite. Hay varias federaciones y deportes en Asturias muy desarrollados porque lleva muchos años. Lo primero que necesitas en Asturias y en cualquier sitio es la cultura deportiva. España ha mejorado mucho en ese sentido y la gente sabe que es bueno hacer deporte. ¿Qué se requiere para tener un equipo bueno en la élite? El deporte de base es responsabilidad de las autoridades del Ministerio de Educación y de los directores de los colegios para asegurarse que el programa de Educación Física que están en el currículum se haga debidamente. Eso hay que controlarlo, igual que a ti como ciudadano te controlan si pagas impuestos. Todos los deportes pasan por un colegio donde hay un cura que coge el balonmano y saca jugadores o hay un entrenador que saca jugadores y no hay más. Esa situación de la base se arregla con un programa de tecnificación en el cual tú permites que los chavales buenos puedan ir a un centro especial que le permite entrenar por la mañana. En Francia, donde tienen el mejor programa del mundo, hay 32 centros con 30 niños y 30 niñas que de lunes a viernes están en el centro entrenando dos horas por la mañana y otras dos por la tarde y estudiando. Cuando llega el viernes se van a casa y juegan con el club el domingo. El programa en Dinamarca se basa en unas academias que están especializadas en deportes, tienen dos horas por la mañana libre. Quizá el programa francés no seamos capaces de hacerlo porque, entre otras cosas, todo eso lo paga el Estado. Estamos hablando de diez o 15 entrenadores que son funcionarios, pero puedes montar una estructura donde cada ciudad tenga dos o tres colegios en los que durante dos horas los chavales no van a ir a clase. Se contrata un profesor que haga esas dos horas extra durante el día y ahí es donde el gobierno o la entidad que está trabajando la base ayuda pagándolo. Esto para jugadores, pero también hay que motivar a los entrenadores o colegios para que sigan. ¿Cómo? Con más reconocimiento, el componente económico, becas para que puedan aprender más… Si consigo llegar hasta aquí con muy buena preparación, nos metemos en la élite. En este caso, considero que debe ser privada y no quitar dinero público.
¿Entiende que el Gobierno asturiano no cuente con una Consejería de Deportes?
No lo comprendo muy bien. Es más, debe haber un Ministerio de Deportes y a partir de ahí, crear estas estructuras que permitan sacar jugadores de élite a través de ese sistema.
“Los dos primeros años de trabajo en Portugal fueron muy buenos en resultados En el lustro que estuvimos allí clasificamos para todos los campeonatos oficiales pese a los problemas que existían”
La Familia Olímpica del Principado a retomar su actividad con una nueva Junta Directiva y entre sus integrantes se encuentran deportistas como Jessica Alonso. ¿Conseguirán situar al olimpismo asturiano en el lugar que se merece?
Me encantaría. Tuve conversaciones varios años con Agustín Antuña y se hablaba mucho del Museo Olímpico. Es importante que haya ciertos eventos y reconocimiento a personas que han hecho mucho porque estamos hablando de motivación y como digo, en la base no hay dinero, pero debe haber motivación y energía. Estoy a disposición de lo que haga falta.
Hay varios proyectos que se quieren llevar a cabo. Uno es el Museo Olímpico que lleva más de dos décadas esperando hacerse realidad. ¿Entiende que Asturias no tenga un equipamiento de estas características en el 2022?
He estado fuera bastante tiempo, pero espero que eso sea posible. En mi casa tengo lo que yo llamo mi ‘museo’. En su día comenté con Agustín la posibilidad de, por ejemplo, donar todos los uniformes, trofeos, fotos, diplomas… Pero claro, tengo que asegurarme de que es una cosa seria. Hay motivos y, sobre todo, estoy viendo un cambio de actitud hacia la Olimpiada. Empiezo a ver los atletas españoles (balonmano, escalada…) hablando de los Juegos como tiene que ser, en positivo y no como se hablaba antes.