Miguel García, dos diplomas olímpicos en piragüismo en Atlanta 96
“Ayudar al deporte no es solo la cuestión económica. También pasa por ver las inquietudes de los deportistas, en qué medida se pueden solucionar o echarles una mano”
“Nunca pensé en ser entrenador. Tras retirarme en una Copa del Mundo donde obtuvimos el bronce, el presidente me ofreció hacerme cargo del equipo Junior. Ahí estaban Javier Hernanz o Saúl Craviotto”
Miguel García (Luanco, 1973) es el hombre que se esconde detrás de los éxitos del combinado nacional de piragüismo. Aunque llegó a la faceta de entrenador casi de forma accidental tras su carrera deportiva, la trayectoria del luanquín se resume en las cinco medallas de Saúl Craviotto en los Juegos Olímpicos y tantos metales en campeonatos del Mundo o de Europa que ha perdido la cuenta. “Soy un poco desastre”, reconoce entre risas. Al igual que el resto de olímpicos, García cuestiona la política deportiva que se lleva a cabo en el Principado y cree que no está de más dar un poco de cariño a los profesionales. Sobre la Familia Olímpica y el Museo tiene claro que es el momento: ahora o nunca.
Usted es de los que puede decir que ha disfrutado de unos Juegos Olímpicos en casa.
Tenía 19 años, pero era como si fuese un superhéroe en aquel momento. Recuerdo estar por Luanco y tanto la gente de casa como los veraneantes te paraban para preguntarte si ibas a ir a los Juegos. Fue un premio prematuro, algo increíble: poder estar en la Villa Olímpica, incluso cuando entrenábamos antes de la cita, las calles de Barcelona… Era como si durante dos meses fueses el Real Madrid o el Barcelona porque todo el mundo te paraba y te conocía. En mi caso desconocía todo lo relacionado con los Juegos salvo lo que ves por televisión y fue la bomba.
¿Llegó demasiado pronto su primera cita olímpica?
Estaba verde, pero en aquel momento por los controles y la preparación tenía tiempos y posibilidades reales de entrar en el equipo. Pasaba de la categoría Junior a Senior y me encontré con un equipo de gente veterana. Sueñas con que puedes ir y más en casa, pero con los pies en el suelo. Lo cierto es que el día a día fue dándome la oportunidad de ir entrando en la embarcación del K4 y luego empezaban los nervios porque veías que realmente podías ir. Sí es verdad que era muy joven, sobre todo para el piragüismo, pero fue una experiencia tremenda.
“El deporte asturiano ya no puede esperar más. Tiene que producirse un cambio intenso e inmediato. Todos debemos aportar nuestro granito de arena a la Familia Olímpica para que así sea”
En aquella cita también estaba Luisa Álvarez. Nos contaba que hicieron un centro de alto rendimiento en Trasona para Barcelona 92.
En aquella época no es como ahora donde tienes muchos núcleos de trabajo con muy buenas condiciones. Los deportistas, incluso en las categorías que empiezan como los Junior, no hace falta que se concentren en Sevilla o en Madrid porque en Galicia o Asturias hay medios, cosa que antes era muy complicado. El que no estaba en la órbita del equipo nacional ni concentrado tenía difícil prepararse en casa para aspirar a entrar. En Asturias se hizo esfuerzo a nivel nacional. En mi caso venía del equipo Junior, primero concentrado en Sevilla y luego en Madrid, y pasé directamente al Senior; no estuve en Trasona.
Cuatro años después repitió en Atlanta y, en esta ocasión, Luisa era su entrenadora. Hace casi tres décadas la cosa ya iba de asturianos…
Sí, sí (risas). Estuvimos preparando los Juegos de Barcelona y luego hubo una reestructuración en el equipo. Teníamos un entrenador húngaro y llegó un ruso, Alexander Nikanorov, como ayudante entró otro asturiano, Carlos Prendes y en 1994 llegó Luisa para ocupar ese puesto. Ese año saqué mi primera medalla en el Campeonato del Mundo de México. Fue todo muy reciente porque, igual que Javi Hernanz, pasó de estar entrenando al otro lado. Alexander era el que planificaba, pero esa figura de un entrenador que todavía es más cercano al deportista en aquel momento era impensable. Los técnicos venían de países del Este donde se aplicaba la regla de mucho trabajo y nada de diálogo. Carlos y Luisa eran esa persona que hacía de mediador entre nosotros y el entrenador, podías contarles más cosas. A partir de ahí fue cuando se empezó a trabajar en la idea de que no tenemos depender exclusivamente de entrenadores extranjeros. Hay gente formada en España y se puede ocupar de los equipos nacionales. No estoy en contra de que contrate entrenadores extranjeros, pero cuando no hay otra cosa o es algo de manera puntual, pero antes tenían que ser de fuera sí o sí.
En Barcelona las chicas compitieron con la segunda embarcación de los chicos porque a ustedes les habían comprado material nuevo. ¿El piragüismo femenino tendría que haber tenido otro trato por parte de la Federación?
Hace mucho tiempo. Fíjate que hasta que se empiezan a preparar los Juegos Olímpicos de Barcelona no había equipo femenino concentrado de forma permanente, solo masculino. No viví esa época porque estaba en categorías inferiores y ya había hombres y mujeres porque era la operación de Barcelona y ya estaban buscando el caldo de cultivo, pero hasta ese momento no había nada. Desde ahí, se contó mucho más con el equipo femenino, aunque todavía no era igual que el equipo masculino. De hecho, empezaron a tener mejor resultados que los chicos. En los años 90 estaba en el equipo y hubo una remesa entre el 1994 y 2000 donde el equipo femenino tenía mejor resultados que nosotros.
“Trasona necesita una puesta a punto, pero no una inversión puntual sino que establezca de forma anual. Hay que aprovechar que, desde Asturias, el piragüismo español lleva sacando medallas desde 2007”
De la cita de 1996 se trajo dos diplomas olímpicos, sexto y quinto. ¿Qué sabor le dejó quedarse a las puertas de las medallas?
Íbamos con la esperanza de poder pelear por las medallas, pero eran muy caras, sobre todo, a nivel individual. Me tocó competir el K1 500 donde es complicado meterse en el pódium. En alguna Copa del Mundo había conseguido algún bronce, pero al estar en el límite sabes que puedes moverte entre el tercero y el sexto. También es cierto que, visto ahora desde mi perspectiva, la preparación que se hacía en aquel momento era muy genérica, no se contaba con las individualidades, los entrenadores venían de países donde empezaban con 20 deportistas y acababan con cuatro, era selección natural: más fuerte, más rápido, más volumen, más entrenamiento, más descanso y el que llegaba era un fenómeno. Mis condiciones, por ejemplo, eran las de un deportista con más velocidad y trabajar esos volúmenes me mataba. Tenía buenos resultados en mayo y junio, pero al llegar a agosto iba consumiéndome y pasaba de pensar 85 kilos a 80 y tenía un déficit de fuerza tremendo. Por eso pienso que fue un éxito haber conseguido esos resultados, no me quejo (risas).
Con cuatro años de diferencia, ¿era un piragüista más maduro?
Sí. En el 92 estamos hablando de ir en un K4 donde vas arropado con otros compañeros que me sacaban entre cinco y seis años y eso me ayudó, era un pelele donde todo me parecía tremendo (risas). En el 96, además del K4, estaba en un barco individual y eso hace que dependas de ti mismo, tienes más responsabilidad, pero a la vez hay una motivación extra porque eres tú solo. De hecho, desde ese año que conseguimos el quinto puesto hasta Río 2016, no había un K4 en los Juegos Olímpicos. Son muchísimos y no había manera de clasificar y curiosamente quedaron en el mismo puesto, quintos.
Tras su retirada pasó al otro lado y como técnico no se puede decir que le haya ido nada mal. ¿Imaginaba que el cambio podría ser tan exitoso?
No. De hecho, nunca pensé en ser entrenador y fue una cosa muy curiosa. En el 2000 no conseguí ir a los Juegos. Al año siguiente, decidí dejar el equipo nacional porque quería estar en casa con los míos, más tranquilidad… En los primeros selectivos que hubo en 2001 tuve buen rendimiento y entro en el equipo con 28 años, me llamaban ‘el abuelo’ (risas). Estaba un poco desubicado, habíamos tenido experiencias muy malas tanto en 1999 como en el 2000, el presidente de la Federación nos mandó a entrenar a Israel, cambiamos tres veces de entrenador en el mismo año… Veía que era mucho sacrificio para lo que iba a conseguir y la motivación no era la suficiente. Con esta situación, decidí retirarme en una Copa del Mundo disputada en Sevilla donde sacamos un bronce en el K4 200. Curiosamente, el presidente que había cambiado hacía poco y era Santiago Sanmamed, me preguntó por qué no me quedaba a trabajar con el equipo Junior por la experiencia que tenía. Tener tantos entrenadores en tan pocos años fue malo por un lado y bueno por otro porque te nutres de todo ese tipo de formas de trabajo diferentes que perjudicaron, porque no acabas de sentarte en un protocolo, pero te daba un abanico de conocimiento de cómo se trabaja en diferentes países. Había hecho planes con mi novia y le acabé llamando para decirle lo que me proponían. En mayo me iba ir a mi casa y me quedé con el equipo Junior, un combinado en el que estaban Javier Hernanz, Saúl Craviotto, Castañón…
“Vista la preparación genérica que se hacía en mi época, los dos diplomas olímpicos de Atlanta 96 fueron un éxito”
Precisamente junto a Craviotto ha estado en cuatro Juegos Olímpicos: Pekín 2008, Londres 2012, Río 2016 y Tokyo 2020. ¿Qué cita ha sido la más satisfactoria y cuál la más agridulce?
Satisfactorias son todas, pero la primera vez que consigues una medalla en los Juegos y encima es un oro, no se te olvida en la vida y queda grabado a fuego. Lo de Pekín fue un show porque veníamos de no ser nada. En el año 2007 no conseguimos clasificarnos, pero es una historia que se repite durante casi todos los ciclos olímpicos. En 2008, Saúl venía del K4 y Perucho del K1 y teníamos en mente juntarlos porque tenían unas condiciones para 500 metros muy buenas y trabajando durante ese año conseguimos hacer ese K2. Llegamos con bastantes problemas a nivel interno porque querían que nos centrásemos en el barco grande, en el K4 y los entrenadores no somos tontos porque veíamos los tiempos. Conseguimos clasificar en Milán y llegamos a los Juegos sabiendo que podíamos pelear por pódium. El objetivo era una medalla, daba igual el color. Imagínate estar en el equipo nacional desde el año 90 como yo y ellos ya llevaban unos cuantos años en la órbita del equipo nacional, eso era como un sueño y encima conseguimos el oro, estábamos flotando. Estábamos tan verdes en todo que Televisión Española nos raptó (risas). Nos dijeron que tenían un coche y que nos iban a hacer la entrevista. Nos cogieron en la pista, nos llevaron al media center y no atendimos a nadie más que a ellos. Luego cuando fuimos a las radios y con la prensa todo el mundo nos preguntaba dónde nos habíamos metido. Fue una aventura tremenda y es algo que no se me va a olvidar. Agridulce no hay ninguna, pero sí es cierto que en los Juegos de 2004, donde no cayó ninguna medalla, teníamos dos K2 con muchas posibilidades: el K2 500 de Fran Llera y Damián Vindel que quedaron quintos en una prueba tremenda y la de Javi Hernanz y Pablo Baños. Veníamos de sacar medalla de plata en el Campeonato de Europa y con las condiciones encima que había en aquella pista, viento a favor y con muchas olas, se manejaban de forma espectacular. Su valor no era el de medalla en una pista normal porque era para pelear por estar entre los cinco o seis primeros en la final, pero con las condiciones que había en aquel momento en aquella pista eran candidatos a medalla y no fuimos capaces de demostrar la valía. Es algo que te queda grabado.
Salvo sorpresa, París serán sus octavos Juegos. Entraría en ese listado de asturianos elegidos para la historia, solo usted y Marcelino Torrontegui. ¿Lo ha pensado?
No, de hecho hasta que no me lo has dicho no tenía ni idea (risas). Es más, hay veces que me tengo que poner a contar para saber en cuántos he estado, soy muy despistado. Supongo que eso confirma la sensación que tengo yo y seguro que Marcelino también y es que no concebimos nuestra vida sin estar ligados al deporte y en mi caso, al piragüismo. Desde los 12 o 13 años empecé como amateur, luego deportista del equipo nacional y finalmente, entrenador. Todo gira en torno a esto y es un dato que si lo multiplicas por cuatro, el resultado que te sale es que llevo una vida entera en este mundillo de los Juegos. Es algo que me apasiona y no podría vivir sin ellos.
¿Cuánto trabajo hay detrás de un oro olímpico?
Mucho. Cuando alguien piensa en el entrenamiento, piensa en las horas de trabajo puras y duras en el agua, pero detrás de eso está la planificación, los protocolos de entrenamiento, revisión de videos, pasar tiempos y las relaciones personales entre los compañeros, el entrenador y los propios deportistas; que haya un ambiente propicio para que el día a día sea ‘confortable’ y eso es complicado. Somos un deporte que no tenemos muchos medios y tenemos carencias, entre ellas, la figura del psicólogo. Nunca hemos tenido uno y, como te puedes imaginar, hay conflictos. Es cierto que no son de llegar a las manos, ni mucho menos, pero siempre hay roces, cuestiones que hacen que el rendimiento no sea el adecuado porque traes problemas de casa, el día a día es duro, mucho entrenamiento, hay lesiones e intentar que el ambiente sea el adecuado para que esa motivación exista cada día es complicado. Es tarea del entrenador, del fisio, del equipo que está alrededor de los chavales intentar que todo vaya sobre ruedas. Eso lleva tiempo y es un consumo de energía que hay veces que, aunque parezca increíble, cansa más que cualquier otro tipo de entrenamiento. Ahí hay mucho trabajo detrás, en muchos ámbitos y facetas.
“¿París mis octavos Juegos? No lo sabía, pero eso confirma que no concibo mi vida sin estar ligado al deporte y a la cita olímpica. Es algo que me apasiona”
Lo cierto es que no hay entrenador con más medallas olímpicas que usted y, sin embargo, esto no parece que sea un dato demasiado conocido. Por ejemplo, el doctor Nicolás Terrados nos decía que usted está demasiado en un segundo plano y no debería.
Tal vez por mi forma de ser, mi personalidad me siento cómodo en el segundo plano. También es verdad que nadie me da un poco más de atención y lo cierto es que a nadie le amarga una palmada en la espalda o un ‘enhorabuena’. El reconocimiento viene por ahí realmente. Somos un deporte que no cuenta con muchos recursos y sé que no me voy a hacer rico, me da para vivir, pero a veces es necesario que te reconozcan el trabajo. En definitiva, por una parte y por mi forma de ser, sí me siento cómodo en ese segundo plano, pero por otro de vez en cuando está bien que se nos valore un poco más de lo que se hace.
Lo que sí es verdad es que, por lo menos, por parte de sus piragüistas, siempre ha tenido el lugar que se merece.
Ahí no hay duda. Esa parte de ego la tengo bien cubierta (risas).
Hay algo que quizá no sepan muchos. Las medallas olímpicas las ganan los piragüistas, pero para los entrenadores no hay premio.
En piragüismo, en remo o algún deporte similar no hay el detalle de una medalla, aunque sea más pequeña, como la de consolación (risas) para que puedas colgar algo en casa. A nivel de Comité Olímpico y de organización de los Juegos, sería un detalle necesario. No hablo de subir al podio ni mucho menos, sino que tengas algo donde recordar. Lo que te comentaba de la palmada en la espalda, ese reconocimiento pequeño. El tiempo pasa y todos necesitamos estímulos.
¿Es consciente de haber llevado el nombre de Asturias por medio mundo?
En Atlanta cuando repetían ‘el luanquín’ al llegar a casa era como un poco locura y eso que no saqué medalla, pero sí es verdad que me siento muy de Luanco; llevo aquí toda mi vida, muy asturiano y muy español. Representar a tu país, comunidad, a tu pueblo en todos esos sitios a los que vas es un sentimiento que realmente me llena, es también algo que llevo haciendo desde los 16 años. Está tan metido dentro que no lo aprecio (risas).
El año pasado tuvieron una recepción por parte del presidente del Principado Adrián Barbón. ¿El trato al deporte en Asturias se ha quedado en buenas palabras?
Sí y te hablo con conocimiento de causa. Si abarcamos desde el año 1992 hasta ahora, han pasado unos cuantos años y unos cuantos ciclos olímpicos y hay menos ayudas a los deportistas asturianos ahora que hace 30 años. Antes, aunque había poco, siempre existía algún detalle cuando un deportista tenía resultados a nivel internacional o en los Juegos y eso se perdió. Entiendo que fue por algún momento de crisis coyuntural, pero no se volvió a recuperar. Más allá de subvenciones y ayudas, la Administración no es cercana, de vez en cuando tener algún contacto o conocerlos porque casi no conocemos a los dirigentes. Se lo tendrían que hacer mirar. Ayudar al deporte, no solo en lo económico, sino ver qué inquietudes tienen los deportistas, en qué medida se pueden solucionar o echarles una mano.
“Por mi forma de ser me siento más cómodo en un segundo plano, pero a nadie le amarga una palmada en la espalda. Es una forma de reconocer el trabajo”
Ustedes ahora han recibido una inyección económica, pero llega a través del departamento de Turismo. ¿Le sorprende que no exista una Consejería de Deportes propia?
Sí. Es una reivindicación, una demanda que se lleva sosteniendo en el tiempo desde hace años. ‘Paraíso Natural’ ya estuvo vinculado al deporte hace 25 o 30 años, se perdió y ahora se vuelve a recuperar. Para mí como asturiano venir de Canadá o de Múnich, que uno de los patrocinadores sea ‘Paraíso Natural’ y llevar Asturias en el pecho es mejor todavía. Sin embargo, es verdad que hace falta algo más que eso.
Un acuerdo que ha cerrado el flamante presidente de la Federación Española Javier Hernanz. ¿Tener a un asturiano con una vida vinculada a la piragua en lo más alto del estamento federativo ayuda?
Sí. En este caso es asturiano, pero si fuese de Murcia o Andalucía ayudaría igualmente. Está muy bien que sean cercanos al deportista, a lo que pasa en el día a día porque no hay una estructura súper gigante como puede haber el fútbol. En el piragüismo va todo muy directo con lo que es capaz de empatizar con el deportista, con el entrenador, sabe exactamente dónde están las demandas, cómo se deberían de atajar y así pelear por buscar recursos para su solución. Eso es un punto a favor.
Su preparación física se divide entre Asturias y Andalucía. ¿Trasona necesita una puesta a punto?
Sí. Hace cuatro o cinco años recibimos una subvención para acondicionar un poco más el gimnasio que estaba muy en precario, pero las instalaciones en general necesitan una inyección en su interior. La residencia lleva muchos años que no se toca por dentro. Es una estancia que quizá podría acoger a algún junior cuya motivación es estar en el equipo nacional y le da igual dormir casi debajo de un árbol, pero necesita un lavado por dentro importante y que haya una inversión no puntual sino que se establezca de forma anual. Aparte de que sirve como base de entrenamiento del equipo nacional, alrededor hay muchos clubs y Trasona es el centro neurálgico del piragüismo asturiano. Es un momento para aprovechar precisamente que se están sacando medallas desde Asturias desde 2007, pero más allá de un empujón puntual.
Forma parte de la Familia Olímpica del Principado, organismo que a partir de septiembre inicia una nueva andadura encabezada por Jorge García. ¿Ha llegado el momento de poner al deporte asturiano donde le corresponde?
Ojalá. Hace falta darle un empujón importante. No conozco mucho al nuevo equipo, pero hace falta una reestructuración y un empuje, es el momento de ser ambiciosos. Ya no podemos esperar más o entrar poco a poco, tiene que producirse un cambio intenso y es necesario que sea ya. Además no hay que esperar a que lo hagan ellos solos sino que todos debemos de aportar nuestro granito de arena echando una mano.
Al equipo saliente le ha quedado la espina del Museo Olímpico. Con todos los deportistas, médicos, fisioterapeutas, entrenadores, jueces y árbitros asturianos que han estado en unos Juegos parece difícil entender que en los últimos 20 años no se haya podido hacer el proyecto.
No será porque no hay gente que ha estado luchando. Por ejemplo, Agustín Antuña, una persona de lo más intensa y que vive esto de una manera pasional. Parece inconcebible que la pelea después de tanto tiempo sea esta. Por eso digo que es el momento de atajar esto de una manera contundente y más que nada por no seguir con la agonía. O lo conseguimos o se acabó porque no pienso que vaya a pasar dentro de diez o 15 años. Después de tanta lucha, sería muy emotivo llegar a conseguirlo precisamente para que sirva de homenaje también a toda esa gente que lleva peleando tantos años por esto y que vea que toda su lucha va a tener, por fin, un fruto.