Cimavilla se ha convertido este septiembre, por derecho propio, en el centro del universo gijonés
Cimavilla «ye otra cosa». El barrio alto, un reducto de la esencia gijonesa en la ciudad, celebra estos días sus fiestas atrayendo a propios y foriatos con su particular personalidad: colorida, abierta y alegre.
El barrio de Rambal, narrado semanalmente en este diario por Monchi Álvarez, se ha vestido de gala para canalizar todas esas ganas de fiesta y jarana que, por motivos sanitarios, han tenido que reprimirse en los últimos años. Una celebración inaugurada por el pregón de la guía infatigable y narradora de historias Pilar Sánchez Vicente, que abría el festejo con humor y concienciación:
«Menudes son les playes!
A les moces de Cimavilla
nunca -yos faltaron leyes,
si te decíen que no
y tu seguíes erre que erre,
caíate un morrillazu.
Que una cosa ye un babayu
y otra cosa ye un babosu,
y una cosa ye ligar
y otro muy distinta, acosu.
Y el tema esti los pinchazos…
¡cuidaín los machirulos!
que acabais cola jeringa
empitonada nel culo»
Cimavilla se ha convertido este septiembre, por derecho propio, en el centro del universo gijonés: escenario del Festival Al Resve, con la magia de artistas como Anabel Santiago o Algaire; el homenaje a los mayores del barrio, organizado por la AVV Gigia de Cimavilla; orquestas como Assia o Grupo Eleven; y así sin parar la movida hasta el domingo 18 de septiembre. Y siempre hay momentos para lo más auténtico. Este sábado, los más atrevidos participaban en la gran cucaña, ese juego que consiste en un palo largo por el cual se ha de andar para coger como premio un objeto atado a su extremo. Con un muelle abarrotado en una tarde soleada y una nutrida participación de todas las edades, los participantes, con todo tipo de disfraces (sirena, azafata de vuelo, oso de peluche…), mostraron cómo el mejor humor playu se desilizaba por la resbaladiza cucaña.