“En mi experiencia, los usuarios son gente muy amable y respetuosa, solamente quieren pasar un buen rato y son capaces de pagar por ti”, cuenta Lanerexx
El 9 de enero de 2007 el mundo cambió. Steve Jobs, CEO de Apple, presentaba con su sempiterno jersey de cuello vuelto el primer iPhone de la compañía de la manzana. Tecnológicamente no era rompedor en nada. Ni siquiera era el primer smartphone de la historia. Ese mérito hay que atribuírselo al IBM Simon Personal Communicator, nacido en 1994. Pero sí que cambió la forma en la que veríamos el mundo.
Sin esa visión nueva no existirían las redes sociales, al menos tal y como las conocemos. Que media humanidad lleve un pequeño ordenador en el bolsillo ha revolucionado nuestras vidas, nuestra forma de entender el trabajo, el ocio y las relaciones sociales. Al calor de esta tecnología ha nacido un nuevo mundo económico, el digital.
Con cada revolución económica o industrial, han aparecido nuevos escenarios y oportunidades. La creación de contenidos, durante estos últimos años, es tan relevante que muchos chavales de hoy en día sueñan con ser influencer, vivir de una imagen creada a medida para una comunidad concreta.
Evidentemente, el erotismo, el sexo y el porno no han vivido ajenos a toda esta revolución. La democratización de los medios de difusión, el desarrollo de smartphones con cámaras de alta calidad o los bajos costes que se requieren para comenzar a crear y publicar contenidos, son tentaciones para dar el pistoletazo de salida a un negocio con un público casi garantizado.
Lo novedoso, además, es que ya no se necesita el apoyo de una productora. Cualquier persona puede compartir contenido sexual desde cualquier punto del planeta. Plataformas como OnlyFans, Telegram o Fans Lover, aportan tan sólo la estructura para centralizar una gran oferta erótica. Instagram – con todas sus limitaciones sobre contenido sexual- o Twitter, también sirven como trampolín de promoción para los usuarios. Y es que, en muchas ocasiones, ellos y ellas tienen que funcionar como un hombre orquesta, organizando las sesiones, fotografiando o grabando los vídeos, publicarlos en las correspondientes plataformas, promocionarse, etc.
El bombazo que suponen personajes muy reconocidos, como la presentadora Daniela Blume, o la ex tenista Ashley Harkleroad, es un impulso para la normalización del sector. Han popularizado este tipo de negocio y han ido difuminando los tabús que mucha gente, público y modelos, tenían de este mundillo.
En Asturias, sin ir más lejos, la oferta de modelos se muestra al alza. Es el caso de An. Pero la suya es una mirada diferente. “Quiero visibilizar este mundo de una forma feminista. Me dedico a ello porque yo quiero y poniendo mis valores por encima de todo, de las ganancias, de los seguidores, de todo”. An cuenta que siempre quiso dedicarse a la estética, al modelaje, o ser gogó. Así que, para ella, dedicarse a la creación de contenido erótico, tiene un punto de vocación: “Me parece que es un trabajo que, si lo disfrutas, se puede llegar a vivir de esto bien”.
El tema familiar, para las y los modelos de estas plataformas, siempre es algo peliagudo. No para An, ya que ella no ocultó a los suyos a qué se dedica. Reconoce que no entienden muy bien el funcionamiento en las redes, pero asegura que “mi familia lo lleva bien. Me dicen que me cuide, que no enseñe la cara, que si enseño un vídeo que no se me reconozca. Para que no me condicione en mi vida laboral”. Tampoco le ha influido negativamente con su pareja ya que tiene “una relación muy especial”. “Mientras yo esté bien no hay problema”, afirma.
Pero, ¿se puede vivir de esto? An asegura que sí, “dedicándote en serio y con constancia se puede vivir solo de esto”, pero avisa que tampoco es su intención “es un dinero extra que quiero, pero tengo aspiraciones mucho más grandes en la vida”.
De los clientes, afirma, tiene sólo buenas palabras. Frente a la imagen de “gente que no liga, desesperados”, An comenta que, en su caso, no es así. Destaca de ellos su educación y lo alejado de la realidad que es esa imagen distorsionada que tiene el público general de ellos.
Tripimami, sin embargo, ha vivido otra experiencia diferente. De sus clientes dice que “hay de todo. Hay cosas que no pueden ni salir en la entrevista. Algunos te llegan a decir de todo”. Tampoco en la parte familiar es igual. Ella, de momento, prefiere mantener el secreto y tan solo un miembro de su familia conoce es faceta suya.
De sus inicios y motivaciones, es directa: “Ya con 16 años vi el boom de OnlyFans y me dije, sinceramente, qué mejor forma de vivir que trabajar desde casa y no hacer nada. Te haces tres o cuatro fotos y pagan por verte”. Pero pronto descubrió que tan fácil no es. El trabajo que requiere, el proceso y la atención a tres canales de venta -canal de Telegram público, privado y OnlyFans-, le lleva más tiempo del que pensaba. Le gustaría poder vivir tan solo de vender contenido pero “es difícil. Hay chicas que lo regalan, lo dejan súper barato. Por mucho que quieras competir, no puedes hacerlo por dos dólares”.
Lanerexx, por su parte, es casi una principiante. Apenas lleva unas semanas con su canal privado de Telegram. “Todo comenzó hace años que empecé a enterarme sobre OnlyFans y me gustaba la idea, pero no era capaz”. Sin embargo, su mejor amiga fue clave para decidirse a dar el paso: “Me contó un poco cómo funcionaba y cuánto ganaba”. También ayudó el hecho de estar sin trabajo y “era un dinero que podía ganar y, para ser sinceros, dinero fácil”. Pero no se engaña. Sabe que esto es algo temporal: “El cuerpo no dura bonito toda la vida”.
También reconoce que el perfil de cliente no es el que la gente se cree habitualmente. “En mi experiencia son gente muy amable y respetuosa, solamente quieren pasar un buen rato y son capaces de pagar por ti”.
En el lado de los hombres, es cierto, hay menos oferta. Según Tony, veterano ya desde tiempo en OnlyFans y canales privados de Telegram, “mi público es, mayoritariamente, masculino”. Por ello sus contenidos son, en un gran porcentaje, publicaciones eróticas para homosexuales. “Viajo mucho y hago colaboraciones con otros modelos, casi siempre hombres, y aprovechamos para poder tener todo el contenido posible, tanto para publicar inmediatamente como para dejar de archivo para un futuro. Rara vez puedo visitar los sitios a los que viajo”. Él tiene en estos servicios su principal fuente de ingresos, aunque no la única. “Es muy complicado vivir tan sólo de OnlyFans o similares. Hay una competencia bestial, mucha oferta, precios tirados por los suelos”, se lamenta.
Sus inicios, eso sí, hay que situarlos en el mundo analógico. Él, con cerca de cuarenta años, empezó en el erotismo cuando las redes sociales aún estaban casi en pañales. Comenzó en Madrid, mientras estudiaba, como modelo para pequeñas campañas y, poco a poco, empezó a realizar bailes eróticos en locales de la capital. Cuando se comenzó a popularizar la publicación bajo demanda de contenidos sexuales, dio el paso. “Tampoco me beneficia que use máscaras. La gente quiere ver la cara del modelo, pero no es algo que me plantee. Mi privacidad me importa más que el dinero”, asegura.