Detención en Libia: “Lo primero que le pregunté al de la embajada cuando vino a verme era si el Sporting había bajado”
Premio Pulitzer: “A lo mejor es un premio para culminar tu carrera, no cuando la estás empezando. Porque ahora, ¿qué?
Polémicas en Twitter: “A lo mejor, hay gente con dos dedos de frente que sigue a estos colgados y se da cuenta que los estoy poniendo en evidencia”

Manu Babro lleva ocho años cubriendo la actualidad de Ucrania. Estuvo detenido en una cárcel de Libia “por calcular mal los riesgos” y en 2013 ganó un premio Pulitzer, uno de los premios más prestigiosos del mundo periodístico. Le acompaña en la entrevista una pastora alemana que le tiene robado el corazón. Manu tiene trazas de ‘paisano’, de esos de los de antes, de los que te hablaban serenos pero que son capaces de decir lo que piensan sin pasar por el filtro de lo políticamente correcto. Sorprende su acento asturiano, cerrado, calado de expresiones que ni los viajes ni las guerras le han arrebatado. Más aún teniendo en cuenta que «le nacieron» en Zaragoza, hace cuarenta y un años. También su tono de voz, bajo y pausado. Es un tipo duro, curtido, pero calmado. Charlamos de Ucrania, de la guerra. También de su particular batalla en Twitter, donde trolea a los trolls para entretenerse en los viajes. Y de su Sporting, claro.
Menudo año de viajes y trabajo…
La verdad que sí. Son 18 semanas ya. Salgo el domingo otra vez para allí. Viendo el panorama es bastante jodido. Con mucho trabajo. ¿Qué te voy a contar?
Además, tú ya eres veterano de Ucrania. Tu primera experiencia fue en el 2014, en Crimea, y desde entonces no has parado de ir.
Para Maidán no pude porque me jodí el hombro celebrando mi cumpleaños. Empecé en Crimea. Me fui al Dombás para el referéndum, estuve allí ese tiempo y las primeras semanas de la guerra. Luego volví a finales del 14, uno o dos viajes cada año.
Este año fui para hacer un trabajo para una ONG. Ya estaba tensa la cosa, fue a principios de febrero. Pero tengo que decir que yo era de los que pensaban que no iba a haber una invasión, que era un farol. Estando allí comencé a colaborar con el Wall Street Journal y desde entonces estoy haciendo equipo con Yaroslav Trofimov, que es un periodista de la hostia. Desde entonces van tres viajes, 18 semanas allí y lo que nos queda, desgraciadamente.
¿Cómo afrontas cada vez que tienes que ir a un conflicto?
Depende mucho del tiempo que lleve aquí. Si llevo mucho tiempo en casa empiezo a subirme por las paredes y si me dicen de marchar al infierno, tiro para allí. Y depende mucho de lo que esté pasando. Ahora, aunque haya estado tanto tiempo allí, con todos los avances que hubo en el frente de Jarkov y en Gerson, pues pinta muy interesante y necesario. Hoy –pasado viernes– leía que en Izium, una de las ciudades liberadas ahora, habían encontrado una fosa con unos cuatrocientos cuerpos. Todas esas cosas hay que documentarlas y contarlas. Vas con más motivación.
El viaje anterior, que me tocó salir el 15 de julio, con el frente estable, la situación sin cambiar y con el verano por delante… Prefieres pasarlo en España, con la moza, la familia y los amigos. Pues te jodes y te vas. Ahí vas de más mala gana. Es como los lunes para cualquiera, pero un poco más metafísico. También el si vuelvo o no vuelvo. Que no es que dudes, pero siempre se pasa por la cabeza que no te vas a Disneylandia.
¿Y los tuyos? ¿Cómo lo llevan?
A estas alturas ya… El otro día mi madre me preguntaba si tenía que ir, si estaba seguro, si me lo había pensado bien. Pero es que están pasando cosas muy interesantes, no hay nada que pensar. No me voy de vacaciones, es mi trabajo. A estas alturas, después de más de diez años, no creo que queden tranquilos, pero creo que lo llevan con naturalidad.
Cuando vuelvo, algunas vecinas le dicen que haga fotos de naturaleza. Sí, para que me coma un oso o me salte un tigre por la espalda. Igual te entra un bicho en el río y la palmas. Allí tienes más riesgo que sacando fotos de un martín pescador, pero es que a mí no me gusta sacar fotos de un martín pescador. Al final tampoco pueden hacer nada, no te pueden encadenar a la cama.


Decían que José Luis Márquez, histórico cámara de TVE, se desesperaba cada vez que volvía casa por más de dos semanas…
Yo un poco más, y con los años creo que aguanto más y mejor. Pero sí que hubo años así, de cinco a diez años atrás, que cuando venía perdía el culo por marchar. Que encendías la televisión, veías el telediario y querías estar ahí.
Ahora tengo aquí una vida de puta madre, en el pueblo, con la perrina y la moza. Se lleva mejor. Siempre cuesta aterrizar, porque al final, cuando llegas, estás a tope de adrenalina. Cuando llevas aquí un par de días y se te baja, te quedas derrangado. La cabeza aterriza, pero el cuerpo llega con una semana de retraso.
Al comienzo del conflicto parecía imposible que la victoria de Rusia no fuera un paseo. ¿Tú eras de los que creían que Ucrania podría sacar esto adelante?
Es muy complicado. Yo empiezo a colaborar con el Wall Street Journal una semana antes de que salte la guerra. Mi primera apuesta era que no iba a pasar. La segunda que, si pasaba, sería en el Dombás, localizado. Y la tercera era que, si pasaba a gran escala, Ucrania no iba a tener nada que hacer. Plantearía resistencia o, en un momento dado, empezaría una guerra de partisanos, por decirlo de alguna manera. No daba un duro por ellos. Había cuatro equipos de periodistas y fotógrafo allí. Al cerco de Kiev sólo nos quedamos nosotros.
Menuda decisión…
Sí, pero cuando hubo la evacuación, cuando salieron los compañeros para Polonia, ese día por la mañana fueron dos horas de “me voy, me quedo”. Pero luego, la verdad, pensé que llevaba ocho años cubriendo esto y, puede sonar frío, pero solo había visto tocar a los teloneros. Cuando iban a salir los Rolling no iba a largarme a casa. Aún estaba alguna embajada abierta, siempre confías en que, si pasa algo gordo, haya un convoy humanitario en el que los periodistas nos podamos pirar con diplomáticos y resto de extranjeros. Pero la idea que tuvimos cuando nos quedamos fue esa, porque no dábamos un duro por Ucrania.
Sí que es cierto que luego vas viendo el desarrollo. Veías cosas: convoyes militares por la autopista por ejemplo. Los rusos tenían superioridad aérea pero no controlado el cielo. Eso te daba qué pensar. Algunos fallos, algunas batallas que perdían que no entendías bien cómo. Los rusos son bastante incompetentes. Y los otros son bastante más competentes de lo que podríamos esperar.

Cuando saltó todo, se pensó que Ucrania era muy inferior. Pero luego se descubrió que estaban mucho mejor preparados de lo que cualquier experto podía esperar.
Sí, tenían entrenadores paramilitares de EEUU, de países OTAN. Se llevaban ocho años entrenando. Son gente bregada en un frente durante ocho años en el Dombás. Quieras que no, tienes un montón de veteranos en la reserva. El problema era un poco la diferencia de armamento que había, que parece ser que con los drones les dieron un palazo en toda la boca. La situación ahora es la que es: un gran desastre militar para Rusia. Cada día que aguantan y, no solo aguantan, sino que recuperan territorio, la moral de los ucranianos sube y la de los rusos baja. El armamento de los ucranianos es cada vez mejor y mayor porque les apoyan y el otro bando, yo creo, mucho de lo mejor ya lo han metido.
Si no hay movilización total – y aún habiéndola – no tienen mucho que hacer. No soy analista pero… A no ser que sea una táctica de “me estoy haciendo el muerto para pegarte un zapatazo”, que pudiera ser, pero no me lo creo.
A estas alturas del conflicto, ¿crees que Rusia puede echarse atrás? Parece complicado.
Tú ya sabes que cada retirada de éstos ha sido un repliegue táctico o “veníamos aquí a asustar, lo que nos interesa es el Dombás”, etc… Ellos saben que mienten. Nosotros sabemos que ellos saben que mienten. Y ellos saben que nosotros sabemos que ellos saben que mienten. Y, aun así, siguen mintiendo.
Ahora leo cosas como que empieza a haber ediles que se ponen en contra de Putin. Otros se ponen en contra porque quieren la movilización total y las armas nucleares, otros que eso no lleva a ningún sitio… Un escenario muy posible es que haya una desestabilización a medio-largo plazo de Rusia. Es complicado de cojones.
España cuenta con una cantera de periodistas de guerra tremenda: Leguineche, Gervasio Sánchez, Pérez-Reverte, Ayestarán, Miguel Gil, Julio Fuentes, etc. ¿Cómo se consigue mantener ese nivel?
Me mentas a Leguineche, a Gerva, a Reverte… Yo creo que, durante unos años, las condiciones de trabajo en un periódico no debían de ser tan mierda como las que tenemos ahora, para hacer Internacional o hacer lo que sea, obviamente con las diferencias que hay de presupuesto con medios de EEUU, Alemania o Francia. Pero luego, lo que pasa, es que hemos llegado a tiempos en los que te quieren pagar 50€ por una noticia desde Alepo.
Yo creo que se consigue porque, por lo que sea, sigue habiendo gente con espíritu aventurero. Luego, yo creo, muchos lo estamos consiguiendo en medios extranjeros y, el que no, hace malabares con otras historias. Pero puede más la pasión que las condiciones. Lo cual, muchas veces, va en nuestra contra. Lo he discutido con muchos compañeros. “Es que me pagan 60€ desde Alepo”, pues no vayas. Pero, claro, una vez metiste la pasta y tienes que recuperarla, pues caíste en la trampa. Es un gremio muy atomizado, muy individualista, y es más fácil torearnos.
La Tribu, como se autodenominan los periodistas de guerra, ¿no es tan tribu?
Sí, ahora la tribu va en taparrabos y con lanzas. Sí que hay fotógrafos, que es lo que más controlo, como Diego Herrera, que tiene treinta años, y se fue con su puto coche para allá. No sé cuántos viajes lleva ya en Ucrania. El tío se va apañando. ¿Para quién está trabajando? Pues básicamente para una agencia turca. Al final eso es la putada. Dicen que fuga de cerebros. No sé si de cerebros, porque somos todos medio tontos, pero sí de talento. Pero es lógico. Te vas con quién te paga mejor o, simplemente, con quien te paga.
La aspiración de casi todos, al final, es trabajar para medios de fuera. Siendo fotógrafo es más fácil. A los escritores siempre les digo que el inglés, como si fuera el español. Porque al final es donde más renta tu trabajo.
Es decir, que se tienen que ir por su cuenta y riesgo.
Es lo que hemos hecho todos. Yo a Libia hice no sé cuántos viajes que no recuperé la pasta, otros la recuperé justa. Tenía otro trabajo y, en vez de irme de vacaciones, hacía esto. Como mucha gente. Esto implica muchos riesgos. Vas muy desatendido, la presión por vender te hace que tomes más riesgos. Cuando vas bajo de presupuesto, al final, comes menos y peor, te pones en manos de un tío con un coche destartalado, los hoteles son peores… Eso va en contra de tu seguridad. Nadie hace nada por cambiarlo. Pero eso sí, cuando te secuestran, o te pasa algo, entonces sí: “El reportero o el enviado especial de tal medio o agencia”. Mis cojones treinta y tres. Al puto freelance, al que le estás tomando el pelo, pues le han secuestrado. Y ahora le vas a hacer unas odas, pero te tenían que denunciar.


¿Fue lo que te pasó en Libia?
Y no me pasó en más sitios porque Dios no lo quiso. Pero sí. Encima es la primera vez, empiezas a publicar, y fue un gran error midiendo los riesgos. Espero que no vuelva a pasar, pero una de las cosas que tenía claras es que, si estaba compitiendo con los mejores, lo único que podía aportar yo era echarle más huevos. Y a base de echarle huevos pues conseguí fotos muy buenas, pero casi mato de un susto a mi familia y amigos. Y a mí mismo.
Entrar ya en una cárcel occidental es duro, pero ¿cómo es acabar entre rejas en un país como Libia?
Estuve en varias. Esta cualidad que tiene el cerebro de ir eliminando lo malo, pues me deja las buenas memorias. Y, sobre todo, te vas con la conclusión de que aguantas más de lo que parece, que eres más fuerte de lo que parece y que puedes gestionar situaciones muy complicadas sin salir tocado. Si volviera a pasar no sé cómo lo gestionaría, pero al menos tengo una experiencia base.
Por otro lado, lo pasas mal, te aburres de la hostia. En la cárcel te aburres. Estuve 21 días en aislamiento, que es un coñazo infernal. Vas pasando por diferentes fases. Lo llevas como puedes. De esto hace ya once años, que se dice pronto. Estábamos en Primera con Preciado. Lo primero que le pregunté al de la embajada cuando vino a verme era si habíamos bajado. Él me respondió que “ya me dijeron tus padres que ibas a preguntar eso”.
En 2013 ganas el Pulitzer, que no lo gana cualquiera. ¿Piensas en ese momento “estoy haciéndolo bien”?
Sobre todo porque no lo vas buscando. Es algo que te cae y reconoce tu trabajo. Pero con treinta y dos años, pues a lo mejor es un premio para culminar tu carrera, no cuando la estás empezando. Porque ahora, ¿qué?
Sí que es cierto que es una responsabilidad. Cuando lo ganas eres un Pulitzer para siempre, aunque luego haya ochenta mil que lo ganen después. Pero hay que poner los premios en un tremendo paréntesis. Al final son doce personas que eligen un trabajo de un año. Si hubieran sido otras doce, a lo mejor lo hubiera ganado otro. Ayuda a que te salga más trabajo, te hacen más entrevistas también. Vas con la responsabilidad de que eres un Pulitzer y que lo eres por algo. Eso sí, lo tengo roto en casa porque se me cayó de una estantería. Le falta una esquinita.
Con tu cobertura de Ucrania cierto sector de Twitter te lo echa en cara. Algunos dicen que eres el ‘Pulitzer de la OTAN.’
Yo qué sé. Me imagino que todo personaje público o semipúblico tiene que pasar por esto, sobre todo si eres activo en redes. Me hace bastante gracia. He sido mercenario de la OTAN, he sido del ISIS, he sido del Mosad… De todo. Si me pagaran todos esos, pues a lo mejor no tenía que ir a trabajar. Pero no. La verdad es, cuando el nivel de la argumentación pasa por “tienes un Pulitzer de la OTAN”, no hay mucho más que discutir.
Es muy fácil opinar desde el sofá, ¿verdad?
Nos podemos equivocar, pero nosotros estamos dando una serie de datos, una serie de informaciones, que están basadas en una experiencia en el terreno. Que puede ser más o menos larga. En Ucrania llevo ocho años trabajando. Suele coincidir que esta gente cree que ha descubierto algo especial, tienen un punto de vista que solo ellos pueden ver. Son gente con unos complejines de la hostia a los que Twitter les ha dado un altavoz y que antes no pasarían de fanfarronadas en un bar. Ahora pueden tener mucha repercusión.
Yo entro mucho al trapo cuando me tocan los cojones. En especial cuando tengo viajes de cuatro o cinco horas entre ciudades. Hay días que, directamente, pongo algo provocativo. Lo subes y cuando llega el primero te dices: “Ya me comí tres horas de viaje”. Entonces empiezas a tocarle los cojones tú a él, a trolear al troll.
Eso también lo hace Pérez-Reverte.
Sí. Es que creo que Twitter es un no-sitio en el que circulan discursos, donde la gente se convence, donde los políticos y todo el mundo se ha dado cuenta de eso. Hay mucha gente que me pide que no me meta en esos fregados. Pero por ahí circulan ideologías y, a lo mejor, hay gente con dos dedos de frente que sigue a estos colgados y se da cuenta que los estoy poniendo en evidencia, que los datos son más firmes que sus idas de pelota. Creo que hay que poner un poco de mala leche en el debate. Hasta que te canses. Al final tienes un rato muerto y te estás riendo del otro pipiolo.
¿Twitter es la voz de los extremos?
Yo suelo tener más problemas con lo de Ucrania con la parte de la izquierda. Pero también los he tenido en Siria con otros, o en Libia. A lo mejor estás en un lado y te echan en cara que no hables de Palestina. Bueno, pero es que no estoy cubriendo Palestina, pero estuve en 2009. O me echan en cara que si no he hecho nada en Yemen, y a lo mejor estuve el año anterior. Si eres tan limitado que discutes conmigo sin saber quién soy ni dónde he estado… ¡Es que lo tienes a dos clicks! No es que tengas que irte a la hemeroteca de la biblioteca para saber de mí.
Tal vez el problema sea que tenemos una cantidad ingente de información, demasiado accesible, y nadie se para a comprobarla.
La historia es que la gente no quiere noticias. Quiere escuchar aquello que refrenda su posición en el mundo. Con lo de Ucrania lo entiendo muy bien. Es decir, ¿quién no quiere matar nazis? ¿Quién no quiere una guerra contra los nazis? Perfecto, pero es que en Ucrania hay nazis como los hay aquí. Quizá haya más en Rusia. Rusia no es la Unión Soviética. Por cierto, la Unión Soviética era una puta mierda que se jodió sola. Si tienes un punto nostálgico, o piensas que el mundo está en tu contra… Y es que tampoco pasan a la acción, solo dan la vara en Twitter. Yo me los imagino con dippers y kleenex, saltando de Twitter a Youporn como enfermos mentales que son y viviendo en casa de los padres. Es el retrato que yo tengo, que puede ser equivocado. Pero creo que acierto en un 70% mínimo.

Su vida en Asturias
Me comentan que eres muy sportinguista.
Sí, sí, sí, sí. Desgraciadamente.
Eso digo yo también…
Mucho. Me presta por la vida. Pasé muchos años fuera. Me acuerdo de vivir en El Cairo y estar los domingos buscando el partido por internet para ver a los manguanes estos. En Italia también. Y ahora en Ucrania, si puedo. El año pasado los vi alguna vez y acababa de una mala hostia… Hasta que miraba por la ventana y me decía “ha perdido el Sporting pero no está tan mal”.
Los sigo mucho y soy socio. Cuando vengo -y puedo- voy a El Molinón. Es una desconexión muy guapa cuando estoy por ahí. Me gusta quedar con los colegas, tomar algo y ver el partido.
Cuando vienes a Asturias, ¿qué es lo que más te presta?
Préstame todo. Cuando estoy allí echo de menos estar en el pueblín, paseando a la perrina, estar con la moza y sus guajes. Estar tranquilín. También la comida, sobre todo el pescado. En Ucrania hay, pero no como aquí. Estuve mucho tiempo fuera. Cuando me fui de aquí no quería nada. Pero ahora, cuando vengo, me presta todo.
¿Se siente mucha morriña fuera?
No, porque no da tiempo, sabes que vas a volver. Pero sí que hay días que estás más nostálgico. Mi moza tiene tres guajes y cuando ves a guajes allí heridos, se te cae el alma a los pies. Me acuerdo mucho de ellos. Cuando se iba la gente de sus casas, con sus mascotas, me dolía en el alma. Más que morriña es ganas de verlos, estrujarlos. Este tipo de historias. Pero no son tiempos tan largos. Tenía más cuando vivía en Italia o en El Cairo. Me acuerdo de una vez que vine porque tenía inauguración en Madrid y me daban un premio aquí. Llegué por la tarde y me fui por la mañana. Ahí sí, porque estás viviendo fuera. Ahora vivo aquí. Pueden ser cuatro o seis semanas, pero tienes fecha de vuelta.
Me ha encantado la entrevista y sobre todo las respuestas tan sinceras que ha hecho Manu sobre las condiciones que tienen para trabajar todos los periodistas de este país que como siempre no se apoya, espero siga como hasta ahora haciendo lo que le gusta informandonos de todo aquello interesante y sobre todo que regrese a casa sano y salvo
Muy buena entrevista y completamente de acuerdo con Lis comentaros.