El exceso de positividad imperante nos está conduciendo a una sociedad llena de individuos agotados, frustrados y deprimidos
Si algo nos enseñó Zorba, ese griego loco a quien muchos amamos, fue la manera de afrontar el desastre más catastrófico con sereno humor y sabia aceptación. Desde de los tiempos de Homero, los griegos han cultivado la ataraxia: un estado de paz físico y espiritual de ausencia de dolor. Zorba alcanzaba la ataraxia bailando. Con sus pies descalzos sobre la arena del Egeo, con sus brazos extendidos hasta fundirse con el horizonte y con los antiguos sonidos de una guitarra de sol, Zorba lograba una comunión con la naturaleza que le elevaba hacia una divina libertad.
Zorba nos confesó que fue la danza la que le ayudó, en el pasado, a enfrentarse al terrible dolor causado por la muerte de su hijo: «Cuando un hombre está a punto de estallar, ¿qué puede hacer? Reventar. Recuerdo que cuando mi hijo Dimitri murió, todo el mundo estaba llorando menos yo, que empecé a bailar. La gente decía «Zorba está loco». Pero fue el baile, solo el baile lo que contuvo mi pena. Era mi primer hijo, un niño de tres años. Cuando me siento feliz hago lo mismo».
Vivimos en un mundo que genera grandes dosis de sufrimiento negando la existencia misma del sufrimiento. El exceso de positividad imperante nos está conduciendo a una sociedad llena de individuos agotados, frustrados y deprimidos. La ataraxia griega es una lúcida locura que, en lugar de negar el fracaso, nos enseña a perder, a bailar con la circunstancias, a danzar con nuestras cadenas.
Zorba, mientras seca el sudor de su frente y descansa antes de continuar su baile, nos pregunta a todos los que hemos perdido alguna vez: «¿Vale la pena vivir la vida como si fuésemos a morir mañana o más bien vale vivirla como si nunca fuésemos a morir?». Todos los que hemos visto a Zorba bailar en una playa de Creta no hemos podido evitar gritar estas palabras: «¡Enséñame a bailar!»
Un dionisios
nietzscheano
Vale la pena vivir de forma que si hoy nos dijeran que nos vamos a morir mañana, no cambiáramos mucho nuestra agenda, vamos que vale la pena vivir contento con la vida que llevas.