«Un hombre clave en el plantel gijonés, haciendo buena la máxima de que el ambiente bueno necesario para que un equipo vaya hacia arriba, lo genera más la gente que no juega que la que juega»
Antonio Solana fue uno de esos jugadores fichados por el Sporting como necesario recambio del guardameta titular, condenado, al menos en principio, a una suplencia casi asegurada. Pocos logran voltear ese papel secundario, uno de ellos fue Solana. El burgalés comenzó a jugar al fútbol en su Miranda natal, destacaba por su sobriedad y buena colocación bajo palos y el Tudelano, entonces en Tercera División, se lo llevó nada más finalizar su etapa como juvenil.
Y allí, en tierras navarras, comenzó un periplo que le llevó a jugar en el Mirandés, Burgos y Racing de Santander, antes de aterrizar en Gijón para jugar la temporada 1966-67. Un joven García Cuervo, que ya había jugado con el Sporting la temporada anterior, estaba llamado a ser el titular y el burgalés a cubrir eventuales bajas. Pero en ese primer año no fue así. José Luis Molinuevo, entrenador rojiblanco, apostó por el de Miranda del Ebro desde el inicio de la temporada, en detrimento del portero asturiano. Y como titular lo mantuvo hasta su cese, provocado por los malos resultados de un Sporting que navegaba tratando de dar caza a los puestos de cabeza de la Segunda División. La llegada del veterano Amadeo como nuevo míster cambió el panorama en la portería y García Cuervo ocupó desde entonces la titularidad, rol que mantendría en la siguiente temporada, la segunda y última de Solana en el club.
En su primer año Solana defendió la portería sportinguista en 22 partidos oficiales y el Sporting se quedó a un paso de lograr el ascenso. Finalizó la campaña en tercera posición y con el mal sabor de boca de quien rema hasta morir en la orilla. En el segundo curso en Gijón, el burgalés disputó 4 partidos oficiales, relegado a la suplencia en beneficio del joven García Cuervo. Pero, pese a lo poco jugado, continuó siendo un hombre clave en el plantel gijonés, haciendo buena la máxima de que el ambiente bueno necesario para que un equipo vaya hacia arriba, lo genera más la gente que no juega que la que juega. Y en el vestuario gijonés retumbaba siempre su contagioso “vamos, muchachos, a la pelea” en cada inicio de partido. Solana dejó Gijón tras cumplir su contrato que le ligaba al Sporting por dos temporadas y continuó su carrera como arquero en Pontevedra, Burgos y Pontevedra. Después, una breve etapa como entrenador y otra, mucho más amplia, como directivo y gestor deportivo tanto en el Burgos como en el ayuntamiento de esta ciudad. Y, por su puesto, la huella en Gijón permaneció indeleble. Prueba de ello fue el homenaje que sus ex compañeros, junto con su hijo, le ofertaron en el verano del 2018.
Antonio Solana nos dejó el 15 de noviembre del 2022, el mismo día en el que una leyenda sportinguista, Germán, el que fuera el más veterano de los ex jugadores rojiblancos, nos abandonaba también para siempre.