“Nuestro objetivo es sacar de la calle a los que ya están y evitar que entren más”
“Para cambiar algo hay que conocerlo y para ello hay que contarlo”. Con este objetivo, la Red de Inclusión Activa del Municipio de Gijón ( Redia) ha realizado un recuento del número de personas sin hogar que viven en la ciudad: son 355, de las que 151 duermen donde pueden: debajo de un puente, en cajeros, naves abandonadas, vehículos, chupanos, bajos o trasteros. Otros 200 pernoctan en equipamientos como el albergue Covadonga. Tras las cifras, personas a las que “la vida les ha golpeado muy fuerte”, cuenta Marco Luengo, director de la Fundación Municipal de Servicios Sociales, con historias de pérdidas familiares prematuras, traumas, violencia de género, carencias afectivas y abandono. Un 30% sufre alguna enfermedad mental.
La Cocina Económica o el Albergue Covadonga forman parte de la red de ayuda a estas personas junto al proyecto Eslabón de Mar de Niebla que les proporciona acompañamiento, escucha o ayuda para realizar trámites burocráticos. Sin embargo, el gran objetivo es erradicar el sinhogarismo, sacar de la calle a los que ya están y prevenir para que no entren más. Para lograrlo, la Fundación Municipal de Servicios Sociales está elaborando una estrategia de actuación con el cálculo sobre los costes presupuestarios, materiales y humanos que siente las bases para elaborar un plan que permita conseguirlo en un plazo de cinco años.
“Los sinhogar son personas a las que la vida les ha golpeado muy duro”
Según el Instituto Nacional de Estadística, durante los dos últimos años, el número de personas sin hogar ha aumentado un 25% en España, pasando de 28.000 a 40.000. En Asturias se calcula que hay 166 personas por cada 100.000 habitantes y en Gijón Redia cifra en 335 las personas sin hogar, de las que 61 duermen en la calle, 69 en chupanos, trasteros y vehículos y otras 20 bajo cartones o colchones en espacios públicos. Son datos sensiblemente inferiores a los de 2019, año en el que se contabilizaron 439 personas sin hogar, de los que 142 pasaban la noche en la calle y 297 en los diferentes recursos sociales. En total, los 130 voluntarios pertenecientes a 15 entidades, localizaron hasta 40 puntos en los que estas personas pasan la noche. “No se concentran en un barrio en concreto pero sí lo hacen en lugares tranquilos y cerca de sitios donde hay recursos de ayuda”, cuenta Marco Luengo, director de la Fundación Municipal de Servicios Sociales. “En el recuento no están todos, un buen número se quedan fuera”. Es el caso de muchas mujeres sin hogar que siguen siendo invisibles en las estadísticas. ”Hay más mujeres sin hogar de las que conseguimos detectar porque antes de acabar en la calle se buscan la vida en malas condiciones”, relata Luengo. Eso sí, “que sea difícil no significa que olvidemos que están ahí”.
Las historias que hay detrás de las personas sin hogar suelen tener tras de sí acontecimientos vitales negativos como pérdidas familiares prematuras, traumas, violencia de género, carencias afectivas, abandonos... “Estos son los precedentes, pero los desencadenantes que hacen que acaben en la calle suelen ser falta de ingresos, desahucios porque no tienen dinero para pagar su vivienda, violencia de género o problemas de salud mental”.
“Necesitamos más vivienda, ayudas para que las mantengan y darles acompañamiento para tramitarlas”
Irma Benito, Blanca Álvarez, Andrea Vega y Gonzalo Suárez conocen muy bien los rostros de quienes a diario y en muchos casos, desde hace años, duermen en las calles de Gijón. Trabajan en el Programa Eslabón que la Fundación Mar de Niebla puso en marcha en 2005 para atender a personas en situación de sinhogarismo. El año pasado, contactaron con 250 personas, de las que el 75% hombres y el 25% mujeres. “Les acompañamos para hacer cualquier tipo de gestión pero prima más la escucha, la confianza, el tiempo que pasas con la persona. Es importantísimo no juzgar, adaptarse a sus tiempos, empatizar lo máximo posible y entonces empiezas a vincular y quizás avanzar. Al final se trata de ayudarles a mejorar sus condiciones de vida, cuenta Gonzalo Suárez.
“Tenemos muy buena acogida porque no damos nada. Preguntamos qué tal están, que necesitan, o cómo se encuentran y así se establece una relación a largo plazo en la que compartimos tiempo, espacio, experiencias vitales… hasta que pasamos a la siguiente fase que puede ser ayudarles a solicitar un DNI o una ayuda“, explica Irma Benito. “La propia persona marca que es lo que quiere o necesita. Los hay que solo quieren hablar”.
“Estamos siempre incondicionalmente, tomen la decisión que tomen”, dice Andrea Vega. Los frutos de su trabajo son momentos como aquel en el que Juan, tras 10 años durmiendo en la calle, recordó lo mucho que le gustaba ver el fútbol cuando pudo volver a encender un televisor. Acordarse de Paco, que cuida con mimo las cosas de su nueva casa guardando todo en botes con nombres. O emocionarse al recordar cuando Marco, al que cuando le comunicaron que no le habían concedido la vivienda social que había solicitado, preguntó: “Pero, ¿vais a seguir viniendo a verme? Y es que el acompañamiento, cuenta Andrea Vega, “es la parte más importante de nuestro trabajo, junto a la creación del vinculo y la relación de confianza. Es lo que les permite poder llevarles luego de la mano para navegar en la burocracia, otro factor más de exclusión: desde sacar un DNI, solicitar un padrón, abrir una cuenta bancaria o pedir el ingreso mínimo vital. “Es una carrera de fondo que se les hace un mundo”, explican. “Se acaban desanimando, bien por la dificultad, el rechazo o el retraso en los plazos, cuenta Blanca Álvarez. “En la actualidad están tardando un año en dar respuesta a las solicitudes del salario mínimo social”.
Sin ingresos mínimos garantizados, muy pocos son capaces de acceder al mercado de la vivienda, ni el privado, por su falta de recursos, ni al público, por su escasez. En este punto, los servicios sociales apelan a la concienciación ciudadana: de las 7.000 viviendas vacías que hay en Gijón, únicamente se precisaría incorporar al mercado 355 para acabar con el sinhogarismo. “Muchos se han muerto en la calle esperando a que les adjudicaran una vivienda social”.