“El ‘Indus’ es un club de barrio y la gente de La Calzada y El Natahoyo tiene arraigo con él. Eso se nota en el devenir de los últimos años”
“Mi abuelo falleció de COVID y mi hermana es sanitaria. Me contaba como iba la pandemia y te cambia un poco la perspectiva”
Pablo Acebal (Gijón, 1987) se convertía en noticia por ser el primer futbolista asturiano que abandonaba la práctica del deporte cuando en el Principado todavía la segunda ola del COVID-19 ni siquiera había llegado. Era septiembre de 2020 y el gijonés priorizó su familia por encima del fútbol. Desde entonces hasta ahora su vida ha sufrido varios cambios, algunos más duros y otros más reconfortantes. Sin pelos en la lengua, habla con miGijón sobre la evolución del virus, la opinión sobre cómo se ha gestionado la pandemia, el fútbol de barrio o el futuro del Sporting. Pónganse cómodos.
Hace un año se convertía en el primer futbolista asturiano en colgar las botas por el coronavirus. ¿Cómo ha sido este tiempo?
Al final cuando tomas una decisión tienes que meditarla bien, no fue de un día para otro. En ese momento considere que era lo más adecuado. La situación hace un año era muy distinta a la de ahora con la vacunación y los progresos que ha habido, pero por aquel entonces entendí que era lo más responsable. Soy consecuente con la decisión que he tomado.
¿Y nunca se ha arrepentido?
En aquel momento respondía a una situación personal y lo volvería a hacer. Tenía familiares de los que estaba pendiente y eran más vulnerables que yo a la enfermedad, lo hice por ellos. No fue una cuestión de miedo al virus sino de responsabilidad, de respeto a la gente que tenía alrededor.
Lo cierto es que el tiempo le ha dado la razón y después del verano llegaron nuevas olas.
Lo dejé porque las medidas que se habían impuesto en las categorías no profesionales del fútbol como la Tercera División donde yo jugaba brillaban por su ausencia, es decir, no había ningún tipo de control ni de protocolo y entendía que la situación podía complicarse. Desgraciadamente, el tiempo me dio la razón. Mi deseo era que todo se hubiera arreglado y a los dos meses poder volver a calzarme las botas, pero pasaba el tiempo y la cosa no mejoraba sino que incluso iba a peor.
Desde el anuncio hasta hoy ¿ha habido alguna reacción que le haya sorprendido?
La mayoría fueron reacciones positivas y de apoyo a mi decisión. Entendía al resto de compañeros que, aunque pensaran como yo sobre la enfermedad, tenían que seguir jugando y entrenando porque cada uno tiene una situación personal distinta. Ganamos dinero por jugar al fútbol y hay gente que lo necesita. Por suerte, en mi caso, tenía y tengo un trabajo que me permitía prescindir de ese dinero que me daba el fútbol.
Hablaba de familiares vulnerables. ¿Se vio afectado por el virus?
Mi abuelo falleció de COVID así que poco más te puedo decir. Estaba muy pendiente de él porque, en aquel momento, estaba en una residencia y era yo el que iba a visitarle. Aún así tuvo la desgracia de verse afectado por un brote y llevárselo.
Su hermana es enfermera. ¿Cuándo alguien tiene un familiar sanitario se adquiere otra perspectiva de la situación?
Sí, porque ella te contaba como estaban las cosas. Las noticias tienes que cogerlas con pinzas y no hay mejor opinión o veredicto que el de una persona que está dentro. A mi hermana le tocó vivir las olas, los momentos de máximas presión asistencial en los hospitales y me contaba que era verdad, que las cosas estaban fastidiadas. Unos se lo creían más y otros menos, pero ella te decía que lo estaban pasando realmente mal y te cambia un poco la perspectiva.
Ante una crisis como la que estamos viviendo y con lo que usted ha pasado en su círculo cercano ¿uno se da cuenta de que el fútbol es secundario?
Dicen que el fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes. Al final no deja de ser eso, un deporte que traspasa los propios límites porque se ha convertido en un negocio y entendía que en las categorías profesionales, un espectáculo, había que hacer todo lo posible para que siguieran. Mueven muchísimo no solo a nivel económico, también a nivel social y de todo tipo, pero consideraba que a esa escala no llegaba el fútbol amateur. No hubiera pasado nada por parar un año, hubiera sido la mejor solución para todos.
Con lo cual su conclusión es que la pasada temporada se expuso a los profesionales con tal de salvar la caja.
Se puede resumir así. Es verdad que en medio de una pandemia, con la gente confinada en casa también es un espectáculo y necesitaban algo a lo que agarrase porque sino todavía se hubiera hecho más duro. Creo que por ahí fueron los tiros, en lo económico y también en que se pusiera todo por parte de las instituciones para que siguiera el deporte profesional en general.
¿El fútbol con estadios vacíos, sin aficionados sigue siendo fútbol?
Lo ves por televisión sin público y no es lo mismo. Cuando hablaba con compañeros de Primera y Segunda me decían que se notaba. Es más, deportivamente fue el año con más victorias visitantes en las dos últimas décadas porque, al final, el público juega. En nuestro caso, vivimos en Gijón y tenemos al público del Sporting que juega todavía más si cabe.
“Entiendo que, aunque no debería hacerse, cuando pones en la balanza salud y economía la gente baja la guardia”
¿A la gente, como al fútbol, se le ha olvidado la pandemia?
No es que se le haya olvidado, pero no somos conscientes de lo que ha pasado ni de los cambios que van a sufrir nuestras vidas en general. Vamos a tardar mucho tiempo en recuperar esa normalidad absoluta que teníamos antes. No solo por el fútbol sino porque va haber cosas que van a cambiar radicalmente nuestros hábitos, la forma de relacionarnos, de tomar una caña o una botella de sidra. Espero que para bien, pero no somos conscientes de que esta pandemia va a ser uno de los hitos históricos que se estudiará el día de mañana como la forma que más habrá cambiado las relaciones.
Y esa postura de la sociedad, ¿le preocupa o le entristece?
Intento entender y empatizar con todo el mundo porque es verdad que económicamente hay gente que lo ha pasado y lo está pasando muy mal por el cierre de negocios y la pérdida de trabajos. Ante esta situación es normal que cuando pones en la balanza salud y economía, que no debería hacerse, haya gente que baje un poco la guardia. Al final, todos tendremos que aprender a convivir con la nueva normalidad de la que todo el mundo habla.
Ya hemos hablado del fútbol como negocio. Sin embargo, también existe ese otro fútbol, el de barrio y el de jugadores o gente vinculada a clubes que lo compaginan con su trabajo como es su caso. ¿Es más duro, pero más reconfortante?
Sí lo es. He tenido la suerte de vivir los dos tipos de fútbol. No he llegado a Primera, pero he jugado en categoría nacional, he vivido de cerca el deporte profesional y obviamente el fútbol amateur también en Tercera División y los últimos años en el (Gijón) Industrial. Es totalmente distinto porque en el día a día del vestuario no hay esa lucha de egos del fútbol profesional, el público es mucho más cercano, no tienes esa presión. Es distinto y más reconfortante.
“Decidí coger la coordinación por echar una mano y porque entendía que el fútbol base tenía que arrancar”
En febrero de este año decide asumir la coordinación del Gijón Industrial. ¿Usted es de pisar charcos, verdad?
Sí, y grandes (risas). En los últimos años que compaginaba jugar con entrenar categorías inferiores ya tenía en la cabeza entrenar porque me gusta mucho. Sí es cierto que esto me llega por echar una mano al club cuando hay que dar el relevo a Víctor Holguera y lo cojo. A largo plazo no creo que sea mi sitio porque me siento más cómodo en un banquillo que en un despacho.
Ya veo que no está como pez en el agua.
Tengo unos 200 críos. Ayudo al club en lo que puedo, intento hacerlo de la mejor manera posible, me equivocaré seguro, pero en mi mente es algo temporal. No me veo aguantando 20 años como hay mucha gente, cosa que tiene mucho mérito.
Alguien puede ver una contradicción entre su decisión de colgar las botas y seis meses después volver en otra faceta.
Lo pensé y fue una decisión muy meditada. Lo cogí en un momento en el que las competiciones estaban paradas, ni siquiera se entrenaba. Fue complicado, pero entendía que era el momento de arrancar con el fútbol base. Consideraba que era más importante que el fútbol profesional o de Tercera porque hacer actividad física es básico para el desarrollo personal de chavales entre 11 y 13 años.
¿La perspectiva al otro lado es más sufrida?
Mucho más. La responsabilidad cuando juegas es individual o a nivel de equipo y ahora mi responsabilidad es con estos 200 chavales. Si quieres te lo multiplico por cada madre y padre, por cada entrenador… Intentas que todo esté bien, que estén a gusto y es muy complicado. Es una posición en la que a veces tienes que dar malas noticias y pasar malos tragos y reconozco que no valgo para eso, lo paso mal.
Forma parte de un club que es como una familia. Tanto, que la pasada temporada vimos al presidente ejerciendo las labores de técnico del primer equipo. ¿Este es el ADN del ‘Indus’?
Al final el ‘Indus’ es un club de barrio. Tiene una peculiaridad en el sentido de que la gente de La Calzada y El Natahoyo tiene arraigo con el Gijón Industrial. Los que estamos en el club somos del barrio: el presidente, el utillero, la gente que colabora de manera altruista… Eso se nota en el devenir de estos últimos años porque se están haciendo las cosas bien y todavía hay margen de mejora.
En esa mejora ¿sueña con un Santa Cruz en Segunda Federación?
La idea del club es, a medio-largo plazo, seguir creciendo y al final ese pelín de suerte para pegar el salto tienes que tenerlo. Este año la Tercera División asturiana no va a ser para eso sino que será para mantenerse donde estamos porque va haber mucho gallo en la pelea. Por desgracia hubo descensos, la reorganización de las categorías no creo que haya jugado en beneficio de los clubes y va a ser un año complicado.
De vuelta a la pandemia, el fútbol arrancará sin bares. ¿Un club como el Gijón Industrial se puede permitir este tipo de renuncias?
Es complicado que un club de Tercera, Preferente incluso de Segunda B pueda aguantar mucho tiempo sin los ingresos de las cantinas, del público, de los pequeños colaboradores que apoyan a las entidades. La soluciones que se han buscado para que el fútbol continúe tienen que ser temporales.
¿Y lo ve lógico? Un espacio abierto donde pueden acceder aficionados, pero no pueden consumir.
Es difícil de entender. Intento entender a todos, incluso a los que toman decisiones porque es complicado contentar a todo el mundo y acertar muchas veces, pero si que es verdad que a veces te lo ponen difícil.
En esa empatía ¿consigue entender a los políticos y todo lo que ha pasado?
Como todo el mundo entiendo a unos más que a otros, pero tampoco me voy a meter en otro charco (risas). Lo que más en cara echo a los políticos es que ni siquiera en algo tan grave como lo que hemos vivido hayan sido capaces de ponerse de acuerdo. Entiendo que hay cosas que rebasan la política, la ideología y cualquier tipo de argumento y en una pandemia mundial el ego personal de cada uno de ellos ha estado por encima del bien de la gente.
Hablando de afición, qué importante es para ustedes tener cerca a la gente del barrio.
Se nota y aquí pasa un poco, salvando las distancias, lo que sucede en El Molinón con el Sporting: la gente es muy cercana, la sientes, está pegada a ti, animan y se agradece cuando está y se nota cuando falta.
(CONTINÚA EN: “Estar tantos años en Segunda ha hecho que los aficionados del Sporting seamos conformistas”)
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