Convertida en una de las figuras más identificables y célebres del colectivo ‘trans’ español, su nombramiento como madrina y abanderada del ‘Orgullín’ la ha traído a Gijón y le ha brindado la oportunidad de reflexionar con miGijón sobre el la situación del colectivo LGTBI+

Han pasado siete años desde aquel buen día de abril de 2017, un mes que pasó a servirle de nombre propio por la trascendencia de lo entonces ocurrido, en que Abril Zamora Peláez (Barcelona, 1981) dejó atrás el ‘Abel’ que la había acompañado desde la cuna, e inició la transición hasta convertirse en la mujer que ahora es, y que siempre quiso ser. El camino no fue sencillo, desde luego; críticas, prejuicios, reproches y rechazos han jalonado una evolución que, sin embargo, gracias a su propio esfuerzo y al apoyo hallado, a veces, en los lugares más insospechados, ha dado sus frutos. Convertida en una de las figuras de la comunidad ‘trans’ española más identificables, reconocidas y solicitadas, esta actriz, guionista, escritora y, por encima de todo, activista ha convertido su sólida trayectoria profesional frente a las cámaras en un altavoz en defensa de la plena aceptación y de la igualdad de derechos para el colectivo LGTBI+. Con ese currículum, no es de extrañar que este año el ‘Orgullín del Norte’ la fichase como madrina y abanderada, encargada este viernes de izar la enseña ‘arco iris’ sobre el camping de Deva. Un honor que acoge con sencillez e ilusión, y que espera que contribuya a favor de una lucha librada con un único fin: que, algún día, por innecesarios, eventos como el estrenado ayer en Gijón dejen de ser una necesidad, y sólo algo que recordar.
No sé si es algo que se esperase, o que llegase a imaginar, pero se ha convertido en la embajadora por antonomasia del ‘Orgullín’ de este año. Madrina, nada menos… Toda una responsabilidad.
Pues sí, pero es súper emocionante, la verdad. De un tiempo para acá he pasado a ejercer el activismo, sobre todo, desde mi trabajo, haciendo ficciones inclusivas, acudiendo a lugares y a eventos para que se vea a una persona como yo… Ojo, no siempre soy quien va en cabeza, llevando la bandera; pienso que mi activismo lo hago de otra manera. Pero, cuando me llamaron del ‘Orgullín’, me hizo tanta ilusión… Además, tengo muchos amigos de Gijón, y el camping es un lugar súper molón. Me he sentido súper acogida desde que llegué.
Y es que esta edición del ‘Orgullín’ ha estado envuelta en cierta polémica, por las decisiones del Ayuntamiento. Acciones, por cierto, que se están dando en otros municipios de España; incluso con más virulencia…
Está siendo desolador. Vamos para atrás, y realmente creo que es ahora, más que nunca, cuando tenemos que manifestarnos y movilizarnos para no perder lo poco que hemos conseguido. Lo que ha pasado en Valencia, donde han comparado lo LGTBI con una enfermedad… Que en Toledo la Policía Local retirase las banderas ‘arco iris’… Da mucho miedo, pero precisamente todo eso tiene que ser ese motor para que sigamos reivindicando el Orgullo como algo que, aparte de festivo, es un símbolo de lucha. Y aquí sí que juegan un papel importante las nuevas generaciones. Hay gente súper joven en esta lucha, y mola que realmente creemos un espacios seguro para ellos, para ellas y para elles.
¿Qué temperatura le ha tomado al momento social? ¿Cree que España, al margen de la política, gana en tolerancia?
No lo sé. Hay días en los que, de pronto, yo vivo en mis carnes la transfobia. A pequeña escala, pero ocurre, y es diario. Desde un taxista que te habla en masculino hasta alguien que se gira y te mira mal, o que simplemente preferiría que yo no existiera… Y eso es terrorífico. Claro, como me ha pasado siempre, no puedo decir que note una gran mejora. Ahora bien, sí la noto dentro de mi medio, del audiovisual. Las series son cada vez más inclusivas, y eso es algo que me parece súper importante, porque necesitamos tener referentes en la pantalla.
«A través de la ficción y los referentes se está modificando ese comportamiento de las personas que no tienen ese vínculo con el colectivo. Eso hace que la gente parezca un poco más abierta»
¿Se refiere a forjar modelos?
Exacto, y mira que hablar de esto parece casi frívolo… Pienso que es súper importante que las nuevas generaciones puedan verse reflejados en la ficción. Eso normaliza mucho. Si no conoces a nadie del colectivo, y ves en una serie a un personaje que sí lo es, eso ayuda a que si, de pronto, tu hermana se confiesa lesbiana, lo asocies a algo normalizado. Y mira que odio esa palabra, «normalizar»…
¿Y considera que esa apuesta del cine y de la televisión contribuye a un cambio social?
Totalmente. A través de la ficción y los referentes se está modificando ese comportamiento de las personas que no tienen ese vínculo con el colectivo. Eso hace que la gente parezca un poco más abierta. Pero, aviso, es algo circular, porque parece que, cuando estamos mejorando, viene otra vez la extrema derecha para jorobarlo todo, y volvemos a la cola
Antes ha mencionado la discriminación que usted misma ha sufrido, y todavía sufre. Sorprende, a tenor de que vive en Madrid, ciudad considerada la capital nacional de la aceptación de la diversidad. Incluso en Europa se la ve como un ejemplo a imitar…
Dicen que Madrid es una burbuja, pero no es así. Noto el rechazo en muchos momentos. Ya desde que era súper pequeña y ni siquiera podía etiquetar lo que yo era en el colegio, en el instituto, en la vida… La gente discrimina lo que le parece diferente. Por mi parte, ha habido momentos en los que lo he gestionado mucho mejor, y otros donde he tenido donde apoyarme. Por suerte, soy la excepción a la regla; hay un 80% de paro en el colectivo ‘trans’, y yo tengo la suerte de poder trabajar de lo que me gusta. Eso, al mismo tiempo, es esperanzador.
Sí, en el pasado ha reflexionado alguna vez sobre el rol de modelo que su trayectoria puede suponer. La prueba de que no se debe perder la esperanza.
Sobre todo, para los padres y madres de niños ‘trans’. Los hay que me escriben y me dicen que me ven trabajando en televisión, en lo que me gusta, siendo feliz… Y eso, efectivamente, les da la esperanza de que a sus hijos les oucrra lo mismo. Fíjate, eso es activismo también. Aunque también es verdad que siempre me he rodeado de gente que me ha apoyado mucho. Eso me facilitó muchísimo el camino cuando le dije a mi entorno que era mujer.
«No negaré que en muchos momentos he pensado en disimular, en esconderme… Me ha costado mucho aceptar cómo soy, pero ahora no me importa. ¡Al revés! Me encanta que se me note la transexualidad»
¿Cómo lo encajaron sus círculos más próximos?
No es plato de buen gusto para todo el mundo. Hay quienes piensan que te va a ir peor siendo mujer; amanecemos a diario con un montón de noticias de ‘LGTBIfobia’, y eso, a quienes te quieren, les asusta. Pero, al mismo tiempo, lo he abrazado corriendo todos los riesgos, y lo vivo con orgullo. No negaré que en muchos momentos he pensado en disimular, en esconderme… Me ha costado mucho aceptar cómo soy, en todos los aspectos, pero ahora no me importa. ¡Al revés! Me encanta que se me note la transexualidad, y llevarla por bandera. Eso es necesario.
Ya que hablamos de la esperanza que su ejemplo imprime en otros… ¿Lo es usted? ¿Cree que llegará un día en que la lucha por los derechos del colectivo LGTBI+ termine y, además, en victoria?
Soy una persona súper positiva… Y creo que sí. Pero, sobre todo, por las nuevas generaciones. Aunque hay gente que, de pronto, vuelve al punto de partida, cada vez que salgo y veo a los más jóvenes… Veo la manera en la que se relacionan con las personas del colectivo, la forma de pensar, el poco prejuicio que tienen, cómo han derribado las barreras… Esas nuevas generaciones son las que me transmite cierta esperanza de que todavía pueden cambiar las cosas. No sé, sería maravilloso que haya un día en que no tengamos que hacer eventos como el ‘Orgullín’, salvo para recordar los malos tiempos y a todas las personas que hicieron posible llegar a donde lleguemos. Te lo digo de corazón.