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Durante las últimas semanas me he encontrado en varias ocasiones con las protestas de diferentes colectivos laborales que han salido a la calle para exigir el oxígeno que impida la asfixia definitiva de sus negocios.
Comerciantes y hosteleros han encabezado estas movilizaciones en las que también se ha podido ver a representantes de otros colectivos laborales como el de la cultura, los concesionarios de coches, las agencias de viajes, las mueblerías o los gimnasios. Todos y cada uno le han dicho a las administraciones que para que la sociedad asturiana siga caminando necesitan, tienen, que abrir sus puertas.
Sus voces se han escuchado, aunque no al cien por cien. Una vez más, la hostelería es la gran damnificada de una pandemia que parece haber marcado una cruz indeleble a este sector que solo en Asturias empleó el pasado año a más de 26.000 personas y facturó casi 2.000 millones de euros. El comercio y la hostelería generan 62.000 empleos directos en Asturias. El comercio minorista supone el 6,4 por ciento del PIB, la hostelería, el 6,5 por ciento.
Escucho, veo e informo y cada vez tengo más claro que no son los hosteleros los que generan el peligro de aumentar el número de contagios por coronavirus. Llevan cerrados un mes cerrados y la cifra de contagios comienza ahora a reducirse. Y mientras estuvieron abiertos nunca se registraron brotes similares a los localizados, por ejemplo, en geriátricos
¿Cuántas veces hemos llegado a una terraza nos hemos sentado y quitado la mascarilla para disfrutar de una o varias consumiciones? ¿Es que las terrazas tienen patente de corso frente a la COVID 19? Rotundamente no
¿A qué tienen miedo las autoridades sanitarias? Estoy convencido de que a los clientes. Y sino hagan una reflexión particular a la que me sumo. ¿Cuántas veces hemos llegado a una terraza nos hemos sentado y quitado la mascarilla para disfrutar de una o varias consumiciones? ¿Es que las terrazas tienen patente de corso frente a la COVID 19? Rotundamente no. La hostelería ha aplicado todos los medios posibles para poder mantener abiertos sus negocios cumpliendo con las normas sanitarias y protegiendo al máximo la salud de sus clientes. Incluso aportando de sus bolsillos medidas más allá de las obligadas.
La Federación Asturiana de Empresarios reclama la apertura de los locales de hostelería y los comercios con una superficie mayor de 300 metros cuadrados, cerrados desde hace un mes, con el propósito de que puedan salvar la campaña de Navidad. Y yo me sumo a esa petición. Establézcanse las estrictas medidas que sean necesarias así como las sanciones más duras para quien no las cumpla. Pero extendamos esta responsabilidad a los que, como yo, espero con avidez el momento de sentarse en una terraza a tomar una cerveza bien fría.
Que el coronavirus no prolifere es una cuestión de todos y de nuestra responsabilidad depende también el bienestar económico de muchas familias. Así que cuando dentro de unos días se reabran los bares, no hagamos como cuando éramos pequeños y al sentirnos agobiados en un juego decíamos: “acuto”. No. La mascarilla es nuestro acuto frente a un virus que no entiende de tiempos muertos.
Nacho Poncela es periodista y colaborador de miGijón