El técnico de Suria paga el peaje que supone alcanzar sólo 3 victorias en 18 partidos
Tras deambular casi toda la temporada en el terreno de los merecimientos, el Sporting de Gallego toca a su fin. No le han bastado al técnico catalán todos esos partidos que, según su propia visión, los rojiblancos merecieron ganar. Porque, al final, sus pupilos rondan la decimoquinta plaza con unos 35 puntos que sólo dan para apoltronarse en la zona de nadie.
El de Suria llegó a Gijón hace año y medio como una apuesta personal de Javi Rico, quien sustituía a Miguel Torrecilla como director deportivo. No fue una decisión popular. La Mareona venía de sufrir otra decepción más, esta vez en manos de Djukic, y el nombre de Gallego no propiciaba confianza ni ilusión. Su currículo no ayudaba, claro está. Tras la marcha de Rubi al Betis, cogía el primer equipo del Espanyol procedente de su cantera. No salió bien el invento y acabaría cesado tras ocho jornadas y cinco puntos. Aquel Espanyol, no obstante, descendió pese a los cambios en su dirección – el Pitu Abelardo también estuvo al frente aquella temporada- y los fichajes.
Los resultados durante los primeros meses en Gijón lo avalaron. Con una plantilla que no partía como una de las favoritas, mermada por la situación económica, logró mantener a los rojiblancos casi toda la temporada en posiciones de play off. De 42 jornadas posibles, el Sporting estuvo entre los seis primeros en 40. A falta de dos partidos para el cierre del año, terminó por caerse el sueño de un posible ascenso.
Sin embargo, la confianza en un proyecto a largo plazo le dio la oportunidad de intentarlo otro año más. Además mantenía el bloque del año anterior, con las únicas bajas significativas de Manu García – cedido al Alavés- y Javi Fuego, con quien el míster catalán quería contar pero al que Rico no ofreció la renovación. En su lugar llegaron Fran Villalba y Rivera. Durante las primeras semanas, el ambiente en El Molinón olía a vino y rosas, con el liderato y el sueño haciéndose realidad. Pero una racha imperdonable de derrotas terminó por hundir a los gijoneses en la clasificación. Una victoria en 11 partidos, con tan sólo tres empates y 9 derrotas, engullían las aspiraciones sportinguistas y hacían mirar al vacío de la 1ªRFEF.
A partir de ese momento el club ha ido encadenando victorias y traspiés, de una forma irregular, afrontando cada mal resultado como un ultimátum que se salvaba en la siguiente jornada con un buen encuentro o un resultado aceptable. La dirección deportiva, viendo que la lucha por regresar a primera división se esfumaba como arena entre los dedos, echó el resto con los fichajes de Jony, Ramírez y Calavera. En su primer partido, se perdió dando la cara contra el Eibar. Su segundo encuentro significó el regreso de la ilusión con la goleada ante el Mirandés. La Ponfe, que en la ida ya le había metido un repaso al equipo, hizo que la afición volviera a poner los pies en el suelo. La temporada, a día de hoy, casi se da por perdida y salvo un milagro en forma de rachona, a la altura de la de Baraja, el Sporting volverá a disputar la Liga Smartbank el año próximo. Tal vez no por la diferencia de puntos con el play off, sino por la cantidad de equipos que se sitúan entre la decimoquinta plaza rojiblanca y la sexta que da acceso a los cruces por el ascenso. Un ganar y ganar, esperando tropiezos ajenos, con la angustia de no poder fallar prácticamente ni un solo partido hasta junio.
Gallego se despide de Gijón con más victorias que derrotas, pero las tres en los últimos 18 encuentros son una losa difícil de soportar más aún cuando la directiva se enfrenta hoy mismo a la junta de accionistas. Suena Martí, de nuevo. Pero la afición ya comienza a apagar las luces otro año más. El sexto año en segunda ya se vislumbra y la sombra de los años más negros del sportinguismo se cierne sobre El Molinón.