El luanquín, toda una referencia en la disciplina deportiva que practica, comparte con miGijón reflexiones y secretos mientras se prepara para disputar el Campeonato Mundial en Indonesia

El luanquín Adrián Herías Fernández practica un deporte de velocidad y riesgo, porque no concibe su vida sin esa adrenalina que le da la sensación de volar, en su caso, por el agua. Es el Marc Márquez o el Fernando Alonso del mar, porque lo que pilota es una moto de agua, por un circuito similar al de la Formula 1, pero en ‘asfalto’ líquido.
Desde hace cinco años triunfa en su disciplina de Motonáutica en la categoría GP1- Resistencia y ha conseguido numerosos títulos, el último quedando subcampeón en Portimao, Portugal, este mismo año. Ha sido seleccionado por AquaBike para participar en el próximo Campeonato Mundial en Indonesia; concretamente, en un enclave de ensueño como es el lago volcánico Toba, de cien kilómetros de largo y treinta de ancho.
¿No hay posibilidad de que le acompañe? Ese lugar tiene pinta de ser maravilloso…
(Se ríe) Todo es posible, pero llevo una mochila muy grande.
Siempre con disculpas…
Es que llevo un peso de 500 kilos en forma de moto de agua.
Ya entiendo. No le bastaba, por ejemplo, con hacer surf, teniendo en cuenta que la tabla es infinitamente más pequeña.
Lo intenté, pero no me gusta.
Cuéntenos cómo llega a ser fichado para este campeonato.
Yo creo que por los buenos resultados de estos años atrás. Sobre todo, por las mejoras de rendimiento personal de estos dos últimos años concretamente.
¿Cómo surgió esta afición suya?
Me encanta el mar, he navegado mucho de pequeño en vela.
Y, entonces… ¿ese cambio de disciplina?
Con 22 años monté un taller y empecé a preparar coches para correr en rallies.
Le gusta la velocidad.
Sí, sí. Al dejar los rallies me metí poco a poco en esto y me enamoré. El primer campeonato que corrí en España, fue en Bayona, en Galicia. Quedé segundo. Eso es brutal. La moto era prestada. Con la que corro ya es mía.
Su amante, la moto, le sale un poco cara… ¡Eh!
Aquí todo es caro. La primera moto de agua que compré, en el 2020, me costó 18.000 euros. Los precios todavía eran aceptables.
¿Y ahora?
Pues la más potente, la campeona del año pasado, pilotada por Samuel Johansson, es de 100.000 euros…
Digamos que es como la Fórmula 1: cuanto más potente y cara, más oportunidades de éxito. ¿Su moto es potente?
Es como una moto GP, sí que es potente. Y brava.
Está claro que le gusta la velocidad.
Es que soy muy competitivo.
¿Dónde entrena?
En Luanco. También en el gimnasio. Mire, ahora mismo estoy sin moto, porque ya está viajando a Indonesia, así que tengo que hacer cardio sin parar y, por supuesto, pierna y brazo. Resistencia.
Hablando de resistencia, ¿cuánto dura una carrera?
Depende. En el Mundial son carreras de cuarenta minutos y seis mangas. Es decir, dos mangas diarias durante tres días.
No puede romperle el bichu, el instrumento.
Ya rompió hace quinde días, y le tuve que cambiar el motor.
Oiga… ¿Cuánto mide?
Tres metros 57 centímetros de largo.
Así que, cuando entrena por aquí, la lleva en un remolque…
Sí, claro.
¿Tiene patrocinadores? Porque entiendo que la inscripción y el viaje es una ‘pasta’. Ya nos dirá a qué se dedica…
Me dedico a los seguros. El desplazamiento de la moto y los gastos allí corren a cargo de la organización pero, por ejemplo, la moto la tuve que mandar yo primero a Milán que, digamos, es la base del campeonato.
¿Va en avión?
En un contenedor por barco.
¿El Ayuntamiento de Luanco, o este mismo, le han dado alguna aportación?
Ninguna, y eso que la Federación Asturiana me apoya a tope. Voy a empezar a decir que soy de Toledo (se ríe).
Pero es un Mundial…
Ya, pues nada, aquí predomina el fútbol. Fíjese, prefiero no pedir. Eso sí, los amigos siempre están.
Es el momento de nombrarlos.
AsturCesped, R&R, Circuito de Motocrós de Candamo, Carrera Automoción, Elite Merchandising…
¿Hay tiempo para más patrocinios?
Yo me voy el 9 de agosto, así que sí.
Terminemos con el itinerario del viaje.
De aquí a Madrid. Luego, a Doha. De ahí a Yakarta y, por último, a Medan, donde nos recoge la organización.
Le deseo mucha suerte, aunque no me lleve con usted.
Igual la próxima vez.