Hace dos años tuve el placer de presentarla, cuando vino a Gijón a recoger el premio Pasionaria que le entregaba el Área de Mujer de Izquierda Unida. Teníamos una trayectoria vital común, de gustos, aficiones y estudios, pero sobre todo compartíamos la forma de ver y entender el mundo y luchamos para cambiarlo desde la trinchera literaria. Aquella noche concluimos que a las dos podrían habernos llevado a la hoguera, eso es algo que une mucho.
Siempre estuvo rodeada de palabras, pues su padre y su madre, escritores y poetas aficionados, la introdujeron en el mágico mundo del lenguaje y la literatura desde bien temprano. Era historiadora, escritora, columnista, guionista, comprometida, polémica y luchadora. Sus novelas reflejan su arrolladora personalidad.
Almudena es una mujer con enorme presencia pública y, a la vez, enormemente reservada en su vida privada. Me confesó que cuando más disfrutaba era cuando estaba escribiendo sin salir de casa, en chándal y con el pelo recogido. No le gustaba estar todo el día en los medios, ni la esclavitud de las interminables promociones a las que la editorial y su agente le obligaban. Prefería estar alejada de la vida social, aunque reconocía que se debía a su público.
Almudena es una mujer que nunca dejó a nadie indiferente, para lo bueno y para lo malo, tuvo fans y detractores, pero sobre todo es la mujer que más premios literarios acumuló en la Historia de nuestro país. Su éxito se debía tanto a su estilo como a su calidad de historiadora, ella se encargó de rescatar del olvido nuestra memoria. Porque el pueblo que olvida su pasado está condenado a repetirlo. En sus novelas dejó constancia de lo sucedido, nadie como ella fue capaz de plasmar el sufrimiento de las personas invisibles, oprimidas, expulsadas del relato oficial.
Pero, sobre todo, ella le puso voz a las mujeres luchadoras, anónimas, obreras, estudiantes, campesinas… mujeres del pueblo, de la calle, que unas veces aciertan y otras se equivocan, dudan, se encuentran y se pierden, pero sobre todo avanzan a contracorriente. Como ella.
Hoy nos deja a todas huérfanas.
Todos lamentamos su muerte. D. E. P.