«Por lo pronto Amazon ya ha hecho lo que mejor sabe hacer: vendernos la idea de que es una noticia excepcional que se instalen en Asturias»
Esta semana Amazon anunció, en el magnífico edificio de Presidencia del Gobierno de Asturias, que sí, que al final va a abrir esa macro nave industrial que había construido desde ya hace un par de años en el polígono de Bobes, en Siero. Este anuncio ha suscitado el alivio del algunos, comenzando por la clase política gobernante, que había puesto mucho énfasis, ilusiones y alguna que otra subvención en que esto llegara a suceder, y siguiendo por el ciudadano asturiano, que percibe, por lo general, como buena noticia la apertura de una nueva fábrica que generará muchos puestos de trabajo (parece que llegarán hasta los 1.500 empleos).
Sí, lo sé, no es una fábrica como aquellas de antaño, pero es algo bastante parecido a aquello trasladado a los sectores económico pujantes en estos tiempos. El sector de la venta online y de los pedidos de productos a casa hace ya tiempo que ha venido para quedarse, y en eso Amazon, nos guste más o menos, sigue siendo el rey. Hace fácil que puedas adquirir cualquier producto en cualquier momento. Claro está que eso tiene unos peajes sobre el sector de producción de ese producto, sobre la competencia y, especialmente, sobre el pequeño e incluso mediano comercio, que ha generado un cambio de modelo de consumo que hasta ha tenido repercusión en el paisaje urbano con la caída en desgracia de la venta directa de determinados productos.
Pero no menos cierto es que, si pensamos en las fabriconas como las de antes, y no hace falta darle muchas vueltas porque alguna queda en Asturias, como Arcelor o Asturiana de Zinc, estas también tenían y tienen algunas desventajas. Solían generar empleos de la misma calidad que podemos presuponer en Amazon, pero con salarios más elevados. Salarios y condiciones laborales mejores, fruto, eso sí, de una presencia organizada de los colectivos de trabajadores unidos, de los sindicatos y de la lucha de muchos. Salarios altos también derivados del trabajo a turnos, la peligrosidad y las vacaciones estandarizadas. No todo es maravilloso. Más otro factor que no podemos olvidar: la repercusión en la salud de las personas y en el medioambiente que genera esa industria pesada por emisiones directas e indirectas. De esas, al menos de una parte sustancial, esta nueva industria como es Amazon está libre, o lo está si consideramos únicamente su emplazamiento en Asturias, y no metemos en la coctelera el origen y la producción de miles de artículos que ofertan en sus plataformas de ventas online.
Como iréis leyendo, hoy no hay un mensaje conclusivo respecto a lo que supone la apertura de una fabricona de Amazon en Asturias. No lo hay porque sería muy cínico no admitir que a nuestra región no le viene nada mal localizar grandes polos económicos, que seguro traerán inversiones en paralelo, además de ayudar a fijar población, hecho muy necesario en una región en recesión. Por otro lado, sería ingenuo pensar que una nave de reparto de productos sea en sí misma una tracción firme económica de la región.
Están por ver muchas cosas, la primera es si la cifra de empleos llegará a alcanzar las mencionadas 1.500 plazas o acabará perdiendo fuelle, como ya lo ha hecho de un inicio (que hablaban de 2.000). También está por ver las condiciones laborales del centro de trabajo, no tanto las salariales sino lo que se refiere a las exigencias de producción y control directo sobre el trabajador, principales motivos de queja en las sedes de otros lugares del territorio nacional y europeo.
Por lo pronto, Amazon ya ha hecho lo que mejor sabe hacer: vendernos la idea de que es una noticia excepcional que se instalen en Asturias. Está por ver si hacen gala también de su servicio post venta y, si al final mucho de lo dicho no se cumple, nos devuelven el dinero o, al menos, la ilusión de que Asturias aún tiene mucho que decir a la hora de hablar de localización de empresas.