Hablamos con una escuela gijonesa que educa tanto a perros como personas, para que así se hagan felices mutuamente
Según el último informe de la concejala de Bienestar Animal, Carmen Saras, en Gijón hay 36.423 perros censados, de los que 1.460 son PPP (perros potencialmente peligrosos) muy de actualidad estos días, por el ataque cometido en uno de los parques gijoneses.
Pero la historia de hoy no va de eso, no. Va de que todos, absolutamente todos los perros, deben de estar educados (más o menos) y por supuesto nunca sueltos en los lugares donde no está permitido. Eso quiere decir, alto y claro, que los dueños deben de estar más que concienciados de la educación de sus mascotas y procurar por todos los medios que puedan convivir perfectamente tanto con los demás canes como con los ciudadanos.
En la ciudad, concretamente en Granda, existe una escuela canina totalmente diferente a las demás. Una escuela que educa tanto a perros como personas, para que así se hagan felices mutuamente. Una verdadera gozada en la que a los canes no se les toca y no existen ni correas, ni bozales, ni collares castigo, solo salchichas. Sí, han leído bien.
Ciudadano Can, así se llama, es el resultado del estudio e investigación de una psicóloga gijonesa especializada en etología (rama de la biología y psicología experimental, que estudia en comportamiento de los animales en sus medios naturales). “De hecho hice psicología pensando siempre en especializarme en esto”, apostilla nuestra protagonista, Inés Jiménez.
La tarea la llevó a viajar por toda la geografía española y europea, consiguiendo titulaciones en educación y adiestramiento de todo tipo de razas, incluidas con las que comenzamos el relato, las razas de perros potencialmente peligrosos.
Jiménez es además formadora y conferenciante asidua en las Universidades tanto de Oviedo como Santiago de Compostela, México, Querétaro, Guadalajara y Monterrey, además de trabajar en el diseño y desarrollo de proyectos nacionales y transnacionales de la Unión Europea y ser coautora de diferentes publicaciones internacionales, centradas en proyectos de formación. A día de hoy, hace terapia con ayuda de animales a enfermos de Alzheimer en el Centro Ría de Avilés.
Con semejante currículum comprenderán que la agenda de esta mujer siempre está candente, arde por todas y cada una de sus hojas y no hay día en que su escuela sea un ir y venir de coches y canes.
Evidentemente cuenta con cuatro compañeras de fatigas de lo más eficaces. Sus excelentísimas ayudantes Cale y Nahual, Papillones de nueve y seis años; Güelcom, un Border Collie de 10 años y la adolescente Nebel, una Caniche Gigante de color gris. Cada una de ellas tiene una misión, según el carácter del alumno.
Una jornada cualquiera comienza a primerísima hora de la mañana, con un pequeño parón para comer. A las tres de la tarde vuelve a sonar la alarma del teléfono y el trasiego se reanuda.
Laura Alonso y Guillermo Santibrian adoptaron en agosto a la mestiza Lazy, una perrina maltratada con serios problemas de comportamiento y agresividad, al que se añade un gran estrés por separación. Con nueve sesiones, Lazy ya es otra y los frutos de la afortunada recomendación desde la asociación Alma Animal, a que acudieran sin dudarlo a Ciudadano Can, van dando resultado y el “Mírame… Sit” es ya una frase familiar y obedecida al cien por cien.
Problema bien diferente sufrieron Ángeles Marín y Pablo De Santiago cuando llegó a sus vidas un fantástico Bóxer atigrado de nombre Braco. Hasta ese momento, el rey indiscutible de la casa era Odi, un “mil leches” que parece hablar en vez de gemir y ladrar. Este último no soporta a día de hoy al joven y juguetón recién llegado, que está aprendiendo un ejercicio fundamental como es la parada en carrera. La próxima cita será para convencer a Odi de que Braco ha venido para quedarse y, cueste lo que cueste, tendrá que convencerse ello, aunque su mami Ángeles siempre lo esté protegiendo. Esta última tendrá que aprenderse de memoria la frase que repite incansablemente la “profe”: “Lo que tú haces es lo más mejor para tu perro”.
A media tarde, la llegada de la divinísima Bahía cambió la estructura de la clase. La ágil Shiba de ocho meses, es la niña de los ojos de la pareja formada por Cristina Ceñal y Nacho Campos. Su problema, el miedo, aunque con ocho sesiones ya está como nueva. Eso sí, le quedaba un aprendizaje importante: el paseo. Para ello, tomó las riendas de la lección la caniche Nebel, que guió el comportamiento de la alumna al grito de Jiménez: “Corre, corre, corre…”, para llevar a cabo lo que se llama parada en carrera.
Su destreza y saltos, hicieron que la pequeña japonesa aprobara el examen con sobresaliente. Como premio, un placentero paseo por las inmediaciones de la escuela, siguiendo la estela fluvial de la senda del río Piles.
Ya se hacía de noche, pero faltaba una cita importante. La valoración de un posible alumno, Otto. Sus dueños, Aída Fraga y Rubén Badiola, llegaron convencidos de que su can sufría. Y ciertamente el estudio dejó al descubierto el gran estrés y frustración que sufría su perro. “No sabe quedarse solo”, repetían.
Su vínculo ansioso dependiente es a día de hoy el problema a tratar. El trabajo humano será el que al final, pueda disipar los problemas de su perro.