AMPARO ABEJÓN, JUEZ DE GIMNASIA ARTÍSTICA
“La gente desconoce que en el Principado existe una familia olímpica y hay mucho trabajo de las personas que hemos paseado la bandera de Asturias por el mundo”
“Me siento súper orgullosa porque cuando estás en un evento como los JJ. OO. piensas: ‘Soy de Gijón y estoy aquí’. Esa sensación es muy interesante”
Amparo Abejón (Gijón, 1960) es una de las cientos de profesionales del deporte del Principado que ha tenido la oportunidad de disfrutar de una cita olímpica. Su debut se produjo hace tres décadas como jueza de gimnasia artística en una olimpiada que quedará para el recuerdo. La gijonesa forma parte de la extensa familia olímpica asturiana que, salvo en contados casos, ha permanecido en el anonimato. Sin embargo, no pierde la esperanza de que las administraciones den el paso tan demandado por muchos y aprovechen la valía de deportistas, jueces, médicos o árbitros para que la historia no quede en el olvido.
30 años de Barcelona 92. Casi nada…
Recuerdo, sobre todo, que me lo pasé genial, conocí muchísima gente, fue emocionante. Me acuerdo de estar en las gradas viendo el desfile con aquel uniforme rosa que nos pusieron a los jueces, el sombrero… Fue divertido y prácticamente como cuando vives un sueño.
Ha mencionado a los jueces. En aquella cita olímpica ese era su cometido, jueza. ¿Cómo se veía hace tres décadas un deporte como la gimnasia y una mujer como responsable?
En mi caso desarrollé todo lo que tenía que desarrollar como persona y profesional y nunca me preocupé demasiado de si era hombre o mujer. Sí es cierto que, si lo miras de forma general, casi todos los estamentos deportivos a partir de cierto nivel están copados solo por hombres, pero en mi caso conseguí todo lo que me planteé en mi vida respecto al deporte y como nunca aspiré a ser presidenta de Federación, a lo mejor ahí sí hubiera encontrado dificultades, no percibía realmente esa diferencia.
“Elegí ser jueza porque era una opción que teníamos los entrenadores con gimnastas en el equipo nacional para poder viajar con ellas”
¿En el momento de ir a unos JJ. OO. una piensa que ha llegado a lo máximo?
De alguna manera sí, sobre todo, la primera vez. Crees que es lo más de tu vida, has conseguido tu sueño. Recuerdo cuando era muy jovencita y veía en las revistas de gimnasia a las olímpicas rusas de aquella época pensaba que algún día me gustaría estar ahí. Ese pensamiento, ese deseo que acumulé en mi cabeza durante tanto tiempo me llevó a cumplir mi sueño. Obviamente cuando hay otra serie de competiciones como Campeonatos del Mundo o unos segundos Juegos Olímpicos lo tomas de otra manera. Acudí a la cita de Atlanta (1996) porque como casi la mitad del equipo nacional eran gimnastas a las que preparé, la Federación Española me invitó a ir como público y me costearon el viaje, pero no estuve en la Villa Olímpica.
¿Por qué jueza y no deportista?
(Risas). En mi deporte era una opción que teníamos los entrenadores con gimnastas en el equipo nacional para poder viajar con ellas. Aunque las entrenaras tú en el club, sólo el seleccionador nacional y su equipo salía a pista con las gimnastas. Vi esa oportunidad y me saqué el título de juez internacional. En el caso de deportista no llegué a ese nivel porque realmente como gimnasta era normal, una competidora de Campeonato de España. Nunca tuve ese talento como para llegar a ser olímpica en el deporte, pero eso no quiere decir que no te guste, que no te encante y que luego no hubiera decidido seguir como entrenadora. Al final, de una manera u otra, cumples.
Tanto la cita de 1992 como la de 1996, le cogen siendo directora técnica de Gimnasia Artística Deportiva en el Grupo de Cultura Covadonga. Podemos decir que una gijonesa estuvo en la élite.
Sí, exacto (risas). Me siento súper orgullosa porque cuando estás en un evento como un Campeonato del Mundo, una olimpiada, desfilas con tu país… Ese espectáculo que suele existir en este tipo de competiciones importantes y dices: ‘Soy de Gijón y estoy aquí’. Esa sensación es muy interesante.
“En el año 1997, emocional y profesionalmente, sentí que me tocaba un cambio, había cumplido mi sueño y me apetecía más la gestión”
En Barcelona 92 la colonia asturiana era importante y numerosa. ¿Esto se sentía?
Sí que se notaba que había colonia asturiana. Recuerdo que hacíamos lo posible por tratar de quedar. Estaba Jorge, un juez de natación, Manolo Llanos…
¿La cita olímpica puso a Asturias en el mapa del deporte?
En aquel momento no me lo plantee, no tenía esa percepción, pero viendo la calidad de deportistas asturianos que había considero que sí.
¿La gimnasia le ayudó a formarse como persona?
Sin duda. Veo quien soy ahora, tanto a nivel personal como profesional, y sería diferente si no hubiera pasado todo lo que pasé: desde haber sido gimnasta, hasta entrenadora, juez, vivir toda la disciplina de un deporte duro en un equipo nacional… Eso me formó como persona en un aspecto totalmente positivo.
¿Sigue viviéndola con la misma intensidad que hace 30 años?
No, ya no. En el año 1997, emocional y profesionalmente, sentí que me tocaba un cambio porque, aunque no lo parezca, son años muy intensos y de mucho estrés. Cuando decidí que ya era el momento de dejarlo, había cumplido mi sueño y me apetecía más la gestión. Ahora lo vivo de otra manera. Me sigue gustando, me encanta ver gimnasia y disfruto mucho, pero ya no es lo mismo para mí. Me sigue apasionando el deporte, pero desde otra perspectiva.
¿Tener gente que le apoye es una pieza fundamental en el puzzle de la vida?
Ahora que me lo preguntas, me vienen a la cabeza varias personas que en mi trayectoria deportiva fueron claves para que llegara a donde llegué porque a veces estar en el sitio adecuado en el momento que tiene que ser y con la persona que tiene que ser es determinante. Pienso que todos tenemos un ángel que en un momento dado te eleva. Una de ellas es Manolo Llanos. Ha hecho mucho por mí y por mi carrera deportiva. Tenía su carácter, pero siempre fue muy sincero y me ayudó. También una presidenta de la Federación Española que se llamaba Carmen Algora. Apostó por mí en un momento en el que empezaba con mis gimnastas internacionales y me metió dentro del Comité Técnico de la Federación Española de Gimnasia. Eso fue un paso súper importante porque pasé de ser entrenadora de club a estar dentro del Comité Técnico de la Federación Española.
“Cualquier persona que haya llegado a unos Juegos Olímpicos, independientemente del resultado, tiene un valor incalculable y eso debería de hacerse notar”
Cuando una está en un ejercicio de suelo, salto, paralelas o barra de equilibrio, ¿tiene sentimientos encontrados?
Claro, porque superar el miedo ya es una cuestión importante. La responsabilidad de hacerlo bien, de no fallar… Es un cocido de emociones que te obliga a aprender a dominar tu mente, lo más importante.
Durante muchos años se intentó la puesta en marcha de un museo del olimpismo en Asturias. ¿Deberían las administraciones locales y regionales replantearse el papel que han jugado?
Sí, porque fíjate todo el tiempo que ha pasado desde Barcelona y prácticamente no se ha hecho nada. Se aprovechó un poco el impulso inicial de Agustín Antuña, una persona súper ilusionada, con ideas, que siempre ha tirado por estas cosas y además se le da muy bien, pero aquello murió. Los olímpicos asturianos hemos quedado en el olvido. En ocasiones, hay un pequeño recuerdo cuando llegas de los Juegos Olímpicos con una recepción y luego, salvo que hayas sido medalla o destacado un poco, quedas en el anonimato. Para mí, cualquier persona que haya llegado a unos Juegos Olímpicos, independientemente del resultado, tiene un valor incalculable y eso debería de hacerse notar y ser una cosa que llevas para toda la vida.
¿Resulta decepcionante que en tu tierra no se tengan en cuenta logros como llegar a unos Juegos Olímpicos?
Es una pena porque para llegar ahí hay mucho esfuerzo. Incluso los clubes invierten mucho en que los deportistas lleguen a donde tienen que llegar y que se cubran esas expectativas. Luego queda todo diluido, no en el corazón de cada uno que llevamos nuestros recuerdos, pero sentir que se acuerdan de ti o que permaneces en algún lugar después de todo el esfuerzo te gusta, obviamente.
30 años después Gijón ha mostrado su disposición a acoger un equipamiento de estas características. ¿Lo cree posible?
Claro que lo creo posible y estoy segura de que va a salir adelante. Nos vamos a volver a reunir y tratar de tirar por ello. Tiene que salir, sin duda.
Es cierto que la dejadez con los olímpicos viene de atrás, pero ¿qué le diría a la alcaldesa o al presidente del Principado si tuviera oportunidad?
Le diría que todos los deportistas, entrenadores, jueces, toda la gente que formamos parte de todo esto, somos artistas y que se nos considere como tal. Ocupar el lugar que nos corresponde como sucede con cantantes, pintores…
¿No debería aprovecharse la experiencia de Asturias para educar en valores a las nuevas generaciones?
Por supuesto que sí y además hace mucha falta educar en valores hoy en día. Se podría aprovechar esa experiencia y seguir animando a la gente joven a que siga haciendo deporte, a que llegue a la competición porque ahora sí es verdad que cuesta más dar el salto entre deporte base y de competición por cuestiones educacionales, sociales… Ahí hay trabajo para hacer, seguir incentivando a la gente joven a que continúe y alcance el deporte de competición, independientemente del resultado porque no se trata tampoco de subir al podio sino de vivir la experiencia de un deporte.
Si por algo destaca el Principado es por su conexión con los Juegos. Por ejemplo, tenemos Candás que en 2001 recibió el título de Villa de Olímpicos, hemos tenido representantes en casi todas las citas de la historia… Sin embargo, todo eso parece que al ciudadano de a pie no llega.
No llega y cada vez menos porque hace años, ante unos Juegos Olímpicos, nos sentábamos todos en el sofá durante horas para ver atletismo, piragüismo, natación… Ese espíritu ahora no existe o el ciudadano no está tan pendiente de los resultados, de lo que pasa en los deportes y a lo mejor es porque, desde donde corresponde, no se le da la importancia que se merece.
¿La gente conoce que en el Principado hay una Familia Olímpica?
No, para nada y es un poco triste porque hay mucho esfuerzo, mucho trabajo detrás de todo lo que estas personas hemos contribuido a pasear la bandera de Asturias o la de Gijón por el mundo. Es triste, pero tengo confianza en que se pueda retomar y avanzar en esto, estoy convencida.
Vamos a romper alguno de los mitos. El hecho de ir a una cita olímpica no te soluciona la vida.
No, para nada. Incluso hasta te puede perjudicar en tu vida profesional porque, al menos los dos últimos años antes de los Juegos Olímpicos, tienes que intensificar tus entrenamientos, abandonar estudios… Te impide en los últimos años tener un rendimiento académico o profesional. Con lo cual, si después de llegar a los Juegos Olímpicos llevas un pequeño retraso en ese aspecto porque has estado preparándote para la cita y luego hay pocas ayudas a la hora de conseguir un trabajo o en tus estudios, es casi al revés.
Parece que en un evento de esta magnitud los focos solo son para los deportistas. ¿Tiene esa sensación?
Básicamente, pero efectivamente los entrenadores, los jueces jugamos un papel muy importante en todo esto y no se reconoce tanto. Hay mucha gente que participa y todo tiene su importancia. Obviamente, el deportista es el que se sube al podio y recibe la medalla, pero hay que valorar todos los componentes de ese resultado final.
Aunque su papel cuenta, son un poco como el ‘patito feo’…
No me siento menos olímpica por haber sido entrenadora o juez en lugar de deportista. Dentro de mi corazón mi sentimiento es similar, pero sí es verdad que socialmente no estás igual de reconocido.
Y en la actualidad gerente de un gimnasio. ¿Siente la misma adrenalina?
No, nada que ver, afortunadamente (risas). Si sintiese la misma adrenalina, a lo mejor ya me había dado un infarto. Es algo diferente, estás pendiente de otras cosas y sigues en el ámbito de la actividad física que es muy importante, pero la adrenalina es otra cosa.
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