«Una mujer llevaba todas las fotos de su familia como si fueran un bebé, tratando de proteger esos recuerdos. Es algo que nunca olvidaré«
Utiel, en Valencia, está viviendo los días más difíciles de su historia reciente. Un pueblo que, tras inundarse el río Magro, perdió a seis de sus vecinos. Entre el lodo y los escombros, Ana Victorero, periodista gijonesa del programa Mañaneros de Televisión Española (TVE) y excompañera del diario miGijón, presenció en primera persona la devastación y la gran conciencia de humanidad de sus habitantes. «Entramos en Utiel el jueves por la mañana, a primera hora, y el panorama era completamente desolador. Era como una escena de película postapocalíptica, un escenario prácticamente de guerra«, recuerda Victorero. Una de las primeras imágenes que marcó su estancia fue la de una mujer que buscaba entre montones de pertenencias destruidas. «Había un montón de restos de todo, ropa, muebles, electrodomésticos… Y de repente, una mujer empezó a rebuscar y sacó un teléfono. No sé ni cómo describirlo; era desolador completamente«, explica. Aún así, lo que más impactó a la periodista fue ver a otra vecina aferrada a unas fotos. «Llevaba todas las fotos de su familia como si fueran un bebé, tratando de proteger esos recuerdos. Es algo que nunca olvidaré».
Durante la cobertura, Victorero encontró a Eva y Sara, madre e hija. Su casa quedó completamente arrasada, pero consiguieron refugiarse en la primera planta en el último momento. “Eva nos decía que el agua casi alcanzó la primera planta, que solo faltaban tres escalones. Me impactó cómo, en medio de esa angustia, la madre trataba de calmar a su hija, que repetía: ‘Mamá, nos vamos a morir’. Fue uno de los testimonios más duros”, relató la periodista. Madre e hija lograron sobrevivir, pero prácticamente no pudieron salvar nada de lo que había en su hogar. «Nos enseñaron cómo, al abrir las puertas, se quedaban con ellas en la mano; no quedaba nada sólido».
«Me impactó cómo, en medio de esa angustia, la madre trataba de calmar a su hija, que repetía: ‘Mamá, nos vamos a morir’»
A pesar de las historias de pérdida y el dolor, el apoyo entre los vecinos de Utiel se volvió un pilar para Victorero y su equipo. “Dentro del drama que estaban viviendo, daba gusto ver cómo se ayudaban entre todos. Aunque tenían momentos de bajón, muchos mantenían una sonrisa en la cara porque estaban todos en la misma situación y querían ayudar a otros. Nos ofrecían comida, agradecían que estuviéramos ahí y hasta nos abrían sus casas para que entendiéramos mejor el alcance de la tragedia”, cuenta. La periodista también se encontró con tres jóvenes que no habían dudado en ayudar. «Al principio la gente pensaba que iban a mirar, pero ellos insistieron: ‘No, hemos venido aquí a ayudar’. Bajaron al lodo con escobas y herramientas, y sin importarles lo que encontrarían, se pusieron a limpiar y rescatar lo que se podía”, narra. La solidaridad y la actitud de estos jóvenes contrastaba con el ambiente de tristeza general, y demostraban que, en momentos de crisis, los lazos humanos se fortalecen.
Victorero y su equipo trabajaron sin descanso para captar las historias y reflejar lo que estaba pasando en Utiel, enfrentándose a desafíos constantes, especialmente de logística. La falta de cobertura y el lodo espeso ralentizaban los movimientos. “Era tan denso que, de un punto a otro, un trayecto que en condiciones normales nos tomaría dos minutos nos podía llevar diez”, detalló. Y, aunque lograban acceder a ciertas comodidades, como una ducha o una cama en un hotel cercano, la periodista no dejaba de notar la disparidad: «Nosotros teníamos dónde dormir y ducharnos. Era como vivir en dos realidades distintas; por un lado, el caos absoluto, y por otro, un refugio temporal”.
«Nosotros teníamos dónde dormir y ducharnos. Era como vivir en dos realidades distintas; por un lado, el caos absoluto, y por otro, un refugio temporal»
En medio de tanto dolor, los vecinos trataban de organizarse, a pesar de la frustración que sentían hacia las autoridades, a las que consideraban insuficientes en su respuesta. Aunque la UME y algunos bomberos acudieron desde el primer día, los vecinos se quejaban de que el ejército tardó en llegar y de que los recursos municipales y de la Generalitat Valenciana parecían mínimos. «Algunos decían: ‘Por favor, que venga el ejército, necesitamos ayuda’. Y aunque había medios privados, como tractores de particulares, fue el cuarto día de la DANA cuando vimos tanques del Ejército de Tierra”, señaló la periodista. La frustración era palpable, y los vecinos confiaban en los medios para visibilizar la necesidad de ayuda urgente. Victorero recuerda también el testimonio de un hombre cuya madre residía cerca de donde murieron seis personas al desbordarse el río. “Él había visto cómo el agua llegaba a su casa a través de cámaras de seguridad. Al principio pensó que no pasaba nada, pero en cuestión de minutos el agua estaba frente a la cámara, cubriéndolo todo. Me dijo que su madre, que habitualmente dormía en esa casa, estaba en casa de su tía y que si hubiera estado allí, no habría sobrevivido”.
Sobre los saqueos que han afectado al pueblo. Ana comenta la historia de un vecino al que le habían saqueado el restaurante. “Intentamos ir a hablar con él, pero había tanto barro que era imposible”, explica. “Fue muy triste hablar con personas que lo habían perdido todo”, confiesa la periodista. Además, los saqueos agravaron la situación en algunos puntos de la zona, añadiendo un nivel de inseguridad en un momento ya de por sí desesperado. Entre las anécdotas que demuestran la capacidad de los vecinos para organizarse y ayudarse mutuamente, Victorero describe los “mercadillos de emergencia” donde se organizaban puestos con comida, agua y herramientas. Veías a personas recogiendo botas, palas y hasta paquetes de agua para quienes estaban ayudando abajo. La UME y algunos vecinos repartían lo que podían. “Ver ese esfuerzo común, esa fuerza para salir adelante, fue realmente inspirador”, concluye.