Fue una persona muy querida por compañeros y afición y su temprana muerte el 15 de junio de 1923, a los 26 años, azotó trágicamente al sportinguismo
Alfredo Salas Valdés fue un lateral derecho que jugó cuatro campañas en el Sporting de Gijón, a donde había llegado procedente del Deportivo Gijonés, equipo al que había pertenecido durante dos años. Además, en medio de su etapa sportinguista, mientras cumplía el servicio militar en Madrid, había jugado algún partido con el equipo militar de Zapadores y estuvo cedido en los clubes de fútbol Racing de Madrid y Gimnástica de Madrid.
Era natural de Gijón, residente en el barrio de El Llano, y provenía de una familia muy humilde. Fue una persona muy querida por compañeros y afición y su temprana muerte el 15 de junio de 1923, a los 26 años, azotó trágicamente al sportinguismo. Salas falleció víctima de una rápida enfermedad. Una tuberculosis estomacal acabó con su vida, transcurriendo apenas una semana entre su ingreso hospitalario y su muerte. Ismael Figaredo, que presidía entonces el club, rápidamente se puso al servicio de la familia del futbolista para cubrir los gastos del sepelio. Decenas de aficionados asistieron al funeral y se recibió el pésame de todos los equipos asturianos y también de alguno de fuera, como los del Racing de Madrid y el Real Madrid.
Pero la afición, que mantenía preocupación por la situación de desamparo de los Salas, pretendía dar un paso más y ayudar de forma más notoria a la familia del joven jugador. Se plantearon instalar huchas o hacer algún tipo de sorteo para recaudar dinero y un grupo de socios se reunió con el presidente del club a tal efecto. De allí salió una alternativa mejor: organizar un partido de homenaje y entregar la recaudación íntegra a la familia del finado. El de Salas no iba a ser el primer homenaje organizado por el Sporting, tras la forzosa retirada de Fernando Villaverde, el club había hecho un partido para recaudar fondos para la primera gran estrella sportinguista, pero el encuentro se disputó entre dos combinados de futbolistas asturianos. Sin embargo, el de Salas sí sería el primero motivado a petición de la propia afición y en el que un equipo del Sporting tomaría parte enfrentándose a otro equipo de distinto club.
Así, a las 16 horas de la tarde del 24 de junio, se celebró el partido de homenaje entre el Sporting y el Racing de Sama. La joyería Roibás aportaba el trofeo a entregar al vencedor del encuentro y daba nombre al mismo: Gran Copa Roibás. Venció el Sporting por 4-0, habiendo conseguido los cuatro tantos el delantero Eduardo Morilla, pero el resultado deportivo era lo menos importante. La suma conseguida con la venta de entradas fue importante y, además, se recaudaron objetos, que algunos aficionados y comercios de Gijón entregaron para ser sorteados -mediante la venta de papeletas- al finalizar el encuentro.
Un curioso listado compuesto por una moneda de oro húngara donada por Gustavo F. Moll, un cuadro por el Sr. Megido, un objeto decorativo y un dije de plata por Melchor Osorio, un reloj de señora por la Sra. Uría, un “chatolaire” por la Sra. Fernández, catorce frascos de perfume francés por los hermanos Piñera, doce canastillas para flores por los Sres. Piquero, flores para las canastillas por los Sres. Felgueroso, cintas rojas y blancas para las canastillas por la Casa Masaveu, un estuche de perfumes y dos bastones por Diego Hevia, un bolso de señora por Ignacio Tirador, un objeto de tocador por la Casa Ninón, dos bastones por la Casa La Acacia y un cenicero de plata y cristal por la Casa Rato.
Esta fue la primera gran movilización del sportinguismo, haciendo buena aquello que decía el escritor francés Albert Camus de que nada le había dado tantas lecciones morales como el fútbol y que la principal virtud de este deporte era la solidaridad, al menos entre compañeros de escudo. Puede que tuviera razón.