Cuenta Gerardo Diego que Antonio Machado le dijo: “Yo me tuve que ir a Soria, porque yo hubiera querido ir a Gijón”
A finales de los sesenta del pasado siglo, el poeta Gerardo Diego visitó el Instituto Jovellanos. A quienes ya empezábamos a leer a Antonio Machado y estudiábamos en ese centro nos hizo ilusión esa visita porque, antes que en nuestra villa, Diego había estado en Soria, la ciudad machadiana por excelencia en la que don Antonio fue profesor de Francés y se casó con Leonor Izquierdo. No recuerdo que le preguntáramos a don Gerardo por esa circunstancia, habida cuenta el excesivo respeto que nos merecía el académico, pero sí que algunos nos quedamos con las ganas de hacerlo y saber también el significado de algunas de las inextricables metáforas de su poemario Manual de Espumas.
Lo que no podíamos conocer entonces era que si Gerardo Diego dio clases en nuestro histórico instituto, también lo pudo hacer antes don Antonio Machado, concretamente en 1907. El periodista Marino Gómez Santos, que mantuvo con el poeta cántabro una larga conversación en 1967, publicó hace algunos años el correspondiente libro –auspiciado por la Fundación Gerardo Diego-, que incorpora esa charla. Gómez Santos fue amigo del poeta, a quien conoció en la tertulia del pintor Nicolás Piñole en Gijón, y al que siguió tratando en el Café Gijón de Madrid. El libro es un resumen minucioso de la vida y obra de quien también fue un magnífico pianista y cuya afabilidad con sus entrevistadores, entre los que tuve la oportunidad de contarme, propiciaba unas distendidas y largas charlas en su domicilio de la calle Covarrubias.
Gerardo Diego ganó en 1920 la cátedra de Literatura en el instituto General y Técnico de Soria, que hoy lleva el nombre de Antonio Machado, y sólo permaneció en ese centro un curso, pues en mayo de 1922 pasó a ocupar la del instituto gijonés. Cuenta Gómez Santos que en Soria vivió en una pensión llamada “Casa de las Isidras”, en la calle Collado nº 46, según rememora una placa, que tuvo una participación muy activa en la vida cultural de la ciudad –colaborando en algunas publicaciones- y que hasta se echó una novia soriana de ojos verdes.
Una de las revelaciones que Gerardo Diego le hizo a Gómez Santos la contó el poeta santanderino así: «Machado hizo oposiciones a Gijón y a Soria en 1907, no para impartir Literatura [como Diego], sino Francés. Le dieron el número dos y Antonio Machado me dijo: “Yo me tuve que ir a Soria porque yo hubiera querido ir a Gijón”. Ésta es una de las cosas que yo he contado algunas veces, pero que no se ha escrito nunca, porque no he querido disgustar a los de Soria contándoles esta frase de Antonio Machado».
Extraña esa preferencia norteña cuando bastantes años después, tras pasar por Soria, Baeza, Segovia y afincarse finalmente en Madrid, pareciera que la inclinación de don Antonio era la de aproximarse a la capital de España, pero no hay razón para dudar de la confidencia de Gerardo Diego. De haber residido en Gijón, posiblemente el autor de Campos de Soria hubiera escrito otros poemas relacionados con el mar y la montaña, sin que asomara a su vida tampoco aquella jovencísima esposa llamada Leonor, tempranamente fallecida.
A pesar de tan similares circunstancias, que pudieron hacer de Soria y Gijón dos ciudades unidas a sus vidas respectivas, las de Gerardo Diego y Antonio Machado siguieron cursos muy distintos. En una generación, la del 27 –a la que Diego perteneció-, fue únicamente él quien defendió desde el primer día el golpe militar del 18 de julio de 1936 y exaltó en sus versos episodios como la defensa del alcázar de Toledo, la del coronel Aranda en Oviedo y también a los brigadistas de la División Azul. A don Antonio como a otros de sus compañeros les tocó el exilio, y en el caso de García Lorca un bárbaro y cruel asesinato.
Es de recordar que el poeta de Campos de Castilla hizo morir a su complementario Juan de Mairena en Casariego de Tapia, topónimo invertido de Tapia de Casariego.