ANTONIO VÁZQUEZ, ORO EN TIRO CON ARCO POR EQUIPOS
“Asturias en los 90 era una potencia del tiro con arco. Siempre estábamos en cabeza a nivel nacional”
“Los deportes minoritarios como el hockey con el oro de Masa no tienen tanto bombo, va pasando el tiempo y se queda en algo anecdótico”
Antonio Vázquez Megido (Levinco, 1961) es uno de los seis asturianos que se subió a lo más alto del pódium en Barcelona 92. Junto a su ‘paisano’ Alfonso Menéndez y Juan Carlos Holgado escribieron la página más gloriosa del tiro con arco español con un oro que quedará para la historia. Poco amigo de los focos, Vázquez ha seguido ligado al deporte durante años en Ibiza y ahora en Cataluña. Pese a la distancia, no olvida sus raíces y reconoce que le haría ilusión un espacio donde se recogieran los objetos y los logros de los deportistas asturianos en los Juegos Olímpicos. A muchos los sigue recordando como si no hubieran pasado 30 años de una cita que marcó a Asturias.
Lo suyo responde claramente al refrán ‘a la tercera va la vencida’…
La verdad que después de tres Olimpiadas (Moscú, Seúl y Barcelona) además de cumplir el sueño de participar en unos Juegos si consigues una medalla, el premio gordo ¿no? (risas).
En su caso a Moscú 80, Seúl 88 y Barcelona 92 hay que sumarle Atlanta 1996. ¿Tenía esperanzas en obtener medalla en casa?
Individualmente sabíamos que era difícil porque había mucho nivel. Estaban los coreanos que siempre son favoritos, pero por equipos sabíamos que teníamos alguna posibilidad. Es verdad que nos conformábamos con estar entre los ocho primeros. Veníamos de quedar segundos en el Torneo de las Naciones en Alemania en mayo, precisamente nos ganaron los coreanos, cuando hice el récord del mundo en 30 metros. A partir de ahí se empezaron a fijar en nosotros, pero íbamos un poco de tapados aunque con nuestras posibilidades.
“Yo tiraba el último y quedaban 40 segundos. Cuando tiré la última fecha que nos dio el oro me sobraron solo dos segundos”
Ser el último en tirar, ¿es una presión añadida?
Sí lo es. En aquel momento teníamos tres minutos para tirar tres flechas cada uno, es decir, matemáticamente un minuto cada uno, pero el entrenador ruso que teníamos, Víctor Sidoruk, nos conocía muy bien y nos colocó primero a Alfonso, el más lento de los tres; luego Juan Carlos, se amoldaba a lo que había y el último yo. Claro, lo que se coman los que tiran antes que tú ya no es recuperable, el tiempo va continuo y no tienes opción de recuperarlo. Cuando pitaron para que yo entrase me quedaban 40 segundos solamente, muy poco tiempo. De hecho, cuando el finlandés tiró la última flecha, yo todavía tenía que sacar de la caja y tirar. Cuando tiré la última fecha quedaban dos segundos, es decir, no hubo margen para cualquier tropiezo, problema o meter mal la flecha en la cuerda.
¿Cómo consigue abstraerse cuando sabe que de sus flechas depende un metal?
Habíamos llevado a cabo un trabajo de sofrología con Espinosa desde 1991, momento en el que entramos en la Blume de Madrid a entrenar. Nos ponía en todo tipo de situaciones de tensión que se podían dar en una Olimpiada: público, animación… Y la verdad que este trabajo a mí me ayudó mucho. En la final, tanto las tres últimas como las flechas anteriores, solamente estaba lo mío. Me preguntaban si no escuchaba a un amigo mío en la grada con un bombo que no paraba y no me enteré ni del bombo, ni de los gritos de la gente, ni de unas pantallas gigantes con los puntos. Yo estaba a lo mío, tirar las flechas y ya está. Cuando acabé de tirar la última me di la vuelta, Alfonso estaba mirando por el catalejo y le pregunté que cómo había ido. Él levantó el puño como señal de que habíamos ganado y ahí sí empecé a escuchar todo (risas).
“Detrás del deporte de alto nivel hay mucho sacrificio. Nosotros entrenábamos mañana, tarde y noche. Lanzábamos entre 400 y 500 flechas diarias”
El oro es la recompensa al esfuerzo, pero ¿cuánta preparación necesitó para alcanzar la excelencia?
La gente sólo ve lo bonito, pero el deporte de alto nivel es muy sacrificado porque dejas de lado prácticamente todo y más en un deporte minoritario como el nuestro. Todo eso no tiene recompensa porque si te dijeran tienes un buen sueldo o ganas dinero por imponerte en un torneo, pero aquí no hay dinero. Teníamos un entrenamiento bastante duro. Nos levantábamos a las ocho, bajábamos a desayunar y a las nueve ya estábamos en el campo de tiro para empezar una sesión hasta la hora de comer, una y media más o menos. A las cuatro hacíamos la sesión de tarde y estábamos con las flechas hasta las siete y luego de siete a nueve hacíamos gimnasio, natación y sauna porque le gustaba mucho, decía que era bueno para relajar. Como no debía estar contento con esto, consiguió que la Federación alquilase un pabellón de baloncesto que a partir de las diez no lo usaban y montó unas dianas donde tirábamos de diez a doce. Le había parecido poco durante el día y metíamos otras dos horitas más tirando flechas (risas). En total podíamos lanzar entre 400 y 500 al día porque el preparador ruso (Sidoruk) no tenía un número concreto y tampoco había un descanso a la semana fijo, dependía del entrenamiento que llevabas. A veces el descanso caía en lunes, otras veces en viernes o en domingo.
Mencionaba antes a su compañero Alfonso. Era Alfonso Menéndez, otro asturiano que se subió con usted a lo más alto.
En aquella época, Asturias éramos un potencial en tiro con arco y siempre estábamos en cabeza a nivel nacional. Había buena cantera y buenos maestros: Tomás Cerra, la personas que empezó con el tiro con arco en Asturias y que entrené un tiempo con él; Ángel Díaz Rubiera, otro muy buen arquero. Han sido muchos, pero digamos que estos fueron de los primeros que arrancaron.
¿Se perdió una oportunidad para potenciar el tiro con arco después de Barcelona?
Se durmieron un poco en los laureles. Después de Barcelona el primer año se dejó, el segundo contrataron a una entrenadora americana, pero no cuajó mucho y solo estuvo cuatro meses con una técnica totalmente distinta a la que habíamos trabajado con Sidoruk, después se trajo un entrenador danés que tampoco se le veía que ponía mucho interés y finalmente no conseguimos clasificarnos para las Olimpiadas de Atlanta como equipo. El año antes en el Campeonato del Mundo de Yakarta solo conseguí plaza yo por puntuación y por puesto en la clasificación. No iba ni la cuarta parte de preparado que fui a Barcelona y mi participación fue más bien anecdótica porque no fue nada gloriosa.
¿La de casa fue la cita más especial?
Sin duda. La verdad que cuando estás en casa y compites se nota y se ve en las medallas. Normalmente, si te das cuenta, el país que organiza unos Juegos Olímpicos suele obtener muchas medallas, algo que no es lo habitual, pero cuando es la cita en casa es como que te sientes arropado y eso ayuda anímicamente. Tienes la familia más cerca, a los amigos… Pienso que es importante. La cita de Barcelona fue la más casera, la más normal.
¿Con el oro al cuello decidió retirarse del foco mediático?
(Risas). Siempre he sido bastante reservado y no me gusta la fama. Con eso tengo una anécdota muy buena que siempre cuento. Después de estar en Asturias me fui a cortar el pelo porque lo tenía en plan Maradona y de mi casa a la peluquería hay 300 metros. ¿Resultado? Tardé casi una hora en llegar. Daba dos pasos y la gente me paraba para pedirme fotos, autógrafos, era imposible. Hasta el peluquero cuando llegué me reconoció y me dijo que no me lo cortara. Al final me lo cortó, bien cortito y cuando salí de la peluquería y me fui a casa tardé dos minutos (risas). La gente se quedaba mirándome pensando si era o no era. Es la anécdota que resume un poco todo esto.
¿Cree que los olímpicos han quedado en el olvido?
Es que es como todo, depende también del deporte que sea. Los minoritarios, mira por ejemplo las chicas del hockey con Masa, no tiene tanto bombo y conforme va pasando el tiempo se va quedando en algo anecdótico. Cada aniversario se recuerda, pero hasta ahí.
Vamos al inicio de todo. ¿Quién era José Luis Pérez?
Fue el hombre que me enseñó tiro con arco. Un verano que me quedaron unas asignaturas en el instituto Alfonso II y él daba clases de matemáticas, física y química. Fui al sitio donde las daba y en el techo del aula tenía clavadas unas dianas de tiro con arco. Pregunté qué era y me lo explicó. Un día quedé con él y fui al campo de tiro, me gustó y me puse a tirar. Me dio las primeras nociones y así empecé en el tiro con arco en 1978.
¿A qué acuerdo llegó con su padre para mejorar el arco de madera con el que competía?
(Risas). Los arcos eran un poquito caros y quería mejorar y comprarme uno nuevo. Además, tenía alguna posibilidad de ir a los Juegos Olímpicos de Moscú. En la comunidad me daban unos eurillos por sacar los cubos de la basura por la noche y yo le dije a mi padre si me adelantaba el dinero para comprarme el arco nuevo a cambio de ir devolviéndoselo según me fueran pagando. Así fue como conseguí mi primer arco bastante decente.
¿Todo esto le ayudó a valorar el esfuerzo, la constancia, el sacrificio?
Sí, estas cosas ayudan. También el sitio donde tirábamos, una vieja fábrica de gaseosas donde hacía frío, había goteras… Al final está claro que el que quiere algo y se esfuerza, no hace falta que le den mucho. Con tener la herramienta para aprender le da igual que llueva, haga frío, haga calor… Tú estás entrenando y es lo que hay; debes conformarte y adaptarte, no queda otra.
También resultó elegido mejor deportista asturiano en 1989 y 1992. ¿Los reconocimientos en casa son más especiales?
¡Claro! Que la gente se acuerde de ti en casa siempre es especial y, fíjate, me gusta más que me reconozcan en casa, que a nivel nacional. Está bien, pero cuando te reconocen en Asturias y saber que mi nombre está por ahí vinculado al deporte asturiano y al tiro con arco me enorgullece mucho.
«Un Museo Olímpico en Asturias serviría para no olvidar a toda la gente del olimpismo y dar a conocer lo que se logró»
Usted es uno de los cientos de olímpicos asturianos que han participado en unos Juegos. En Asturias se fundaba la Familia Olímpica del Principado en 1998, entidad a la que las instituciones no han mirado demasiado. ¿Ser una comunidad pequeña influye?
Puede ser, pero creo que es más que a los políticos de turno les caiga en gracia un deporte u otro. Eso también suma. Pienso que es más un tema de política, de gestión; de lo que apoyen al deporte minoritario, a aquellos que no son tan conocidos, que no sea sólo fútbol.
En Barcelona se encuentra el Museo Olímpico y del Deporte Juan Antonio Samaranch con una amplia oferta educativa y lúdica para distintas generaciones. ¿Esto se podría hacer en Asturias?
Claro que se podría. Ya ves todo el historial que hay de medallas y logros del deporte asturiano. Hay material para hacer un museo asturiano del Olimpismo como el Museo Olímpico de Barcelona. Lo que se necesita es el apoyo de las instituciones y dinero porque, otra de las cosas que vi en mi paso por Olimpiadas, es que el éxito de Barcelona 92 fue por el apoyo institucional que hubo, el dineral que sacaron los políticos de todos los sitios en aquel momento para apoyar las Olimpiadas. Eso fue vital porque después nunca más se han visto en España ni tantas medallas ni tanto apoyo a un evento importante para el deporte como es una olimpiada.
¿Le gustaría que su tierra tuviera un espacio para los olímpicos?
Estaría muy bien porque vas a visitarlo, te enteras de cosas que no sabes o incluso se lo puedes enseñar a tus hijos para que conozcan aspectos de los olímpicos y el olimpismo. Eso siempre estaría en el recuerdo y sería emotivo. Lo más importante es que no se olvide a toda la gente, su esfuerzo, su sacrificio, todo lo que han tenido que dejar para conseguir esos logros. Además, en cada olimpiada había que adaptarse a lo que había y conseguirlo ya de por sí es importante y más para el deportista.
¿Ha mantenido el contacto con compañeros asturianos o está totalmente desvinculado?
Mantengo relación con Alfonso, nos hablamos y a veces algún verano coincide y cuando subo por Asturias voy a visitarlo. Ahora como es el 30 aniversario de Barcelona 92 siempre hacen eventos y nos solemos encontrar los compañeros de aquellas cita, pero con el que más contacto tengo es con Alfonso.
¿A qué se dedica ahora?
Doy clases en un club de tiro con arco en Montserrat, estoy de monitor y también llevo el plan de tecnificación deportiva de los niños y jóvenes de tiro con arco de Cataluña entre 10 y 21 años, desde menores de 14 años hasta Junior.
Vamos, que el arco no lo abandona.
No, de momento sigo. Me ofrecieron esto y dije: ‘Venga, vamos a ver si sacamos alguno en Cataluña porque de otro lado…’. Ahora además ya tengo aquí las raíces echadas.