«En este Antroxu que nos sirve de vacuna para el renacer gritemos también con fuerza: ¡No a la guerra!«
Todos me insistían: “los Reyes y el Carnaval se disfrutan de verdad cuando hay niños por el medio”. No faltaban a la verdad porque he podido comprobar como los más pequeños disfrutan sin rubores y con la franca alegría de quien descubre el mundo y se encuentra por primera vez con lo nuevo, lo desconocido, lo sorprendente…Mi hija salió a la calle orgullosa de su disfraz de pato y dispuesta a conquistar el mundo. Salió con el ansia de enseñarse y de compartir con Spiderman, Harry Potter, princesas y pequeños superhéroes una calle que este fin de semana volvió a dejar claro que estamos a punto de doblegar a la infame pandemia que el próximo 14 de marzo conmemorará los dos años de aquel infausto mes de marzo de 2020 en el que durante dos meses miramos el mundo a través de las ventanas.
En palabras de la gerente de Divertia, Lara Martínez: «El Carnaval de 2022 recuerda a los de la normalidad, tras dos años con una programación marcada por la pandemia». Y más allá de la opinión, los hechos corroboran un renacer que se concreta en números. El teatro Jovellanos acogió este fin de semana el concurso de Charangas más multitudinario y participativo de los últimos años y el tradicional desfile de Carnaval volvió a las calles de Gijón con la fuerza e ilusión acumuladas tras dos años en blanco.
Pero no solo Gijón. Avilés corroboró las ganas de renacer, la necesidad de volver a las calles y aun con la necesaria mascarilla, el deseo de compartir, de reír y, sobre todo, de recuperar la robada normalidad. Más de cinco mil personas se dieron cita el sábado en el Descenso de Galiana y en torno a dos mil compartieron calle y orquesta en la verbena que prolongó la fiesta en las calles de la villa del Adelantado. Y lo mejor de todo es que tanto en una ciudad como en otra, las celebraciones se desarrollaron sin más sobresalto que el de alguna molestia vecinal debido al ruido inevitable que genera la fiesta.
Añado a este relato dos datos más para certificar que la pandemia ha pasado a otra fase de nuestras vidas. Hace mucho, mucho tiempo que a la hora que salgo a la calle para dirigirme al curro -sobre las seis y media de la mañana- no me encontraba a un grupo de cuatro adolescentes de regreso a su casa tras una noche de fiesta. Es la primera vez que desde hace dos años escucho a esas horas en la calle algo más que el ruido de la escoba de los currantes barrenderos.
El segundo dato es acústico y seguro que también a ustedes les ha pasado. ¿Se dan cuenta de que ya casi no oyen ambulancias por las calles de Gijón? Por fin ha cesado la tétrica y reiterada melodía de las sirenas que bajo las ventanas de nuestras casas marcaron durante meses el discurrir de un siniestro corredor sanitario que conducía de forma inexorable a la UCI y a las plantas del Hospital de Cabueñes.
2022 ha levantado el telón de nuestro renacer y el Antroxu es el primer estandarte de que la normalidad de vivir ha vuelto a nuestras calles. Aunque no perdamos la perspectiva, porque el bicho sigue entre nosotros y a la mínima que nos despistemos puede volver a pegar una larga cambiada para intentar volver a noquearnos.
Quedan aún horas para disfrutar de la fiesta y al igual que los más pequeños, no escatimen ilusiones porque en esta parte del mundo lo hemos pasado mal, pero al menos tenemos la oportunidad de salir libremente a la calle sin que desde el cielo no caigan más que serpentinas y en el aire solo se escuchen la música de las fanfarrias y las risas de los niños. En este Antroxu que nos sirve de vacuna para el renacer gritemos también con fuerza: ¡No a la guerra!