«Bertín, Rivera y los demás energúmenos que fueron a vapulear a un jugador rival tendrían que estar ya suspendidos de empleo y sueldo. Merecen, ni más ni menos, que no puedan volver a vestirse la camiseta rojiblanca»
Me cuesta aún pensar en lo de ayer. Como si fuera una resaca, el resultado de una mala borrachera que deja recuerdos que no existieron. Pero no es así. La vergüenza que siento hoy es por algo real, algo que sucedió a la visa de todo el mundo, con luces y taquígrafos. Como sportinguista, tal vez, lo peor que he tenido que tolerarle a este equipo que sólo nos regala decepciones.
Con casi cuarenta castañas en la mochila no tengo recuerdos de las épocas buenas. Mis mejores momentos rojiblancos se limitan a dos ascensos y un par de milagros. No había nacido cuando éramos grandes y de la hornada de Luis Enrique y Manjarín apenas tengo algún que otro retazo guardado. A mí, que me tocó vivir la época más negra de este club, lo que más me duele fue lo que pasó ayer. Ni siquiera el descenso de los trece puntos.
No puede quedar impune. O no debería. Con la deriva de este equipo nunca se sabe. La actitud de macarras de cuatro niñatos malcriados no puede tolerarse. Vístanlo como quieran o busquen las excusas que deseen. El escudo, ese que no merecen llevar en el pecho, está muy por encima de ellos. El castigo de la LFP llegará, pero antes ya debería haber actuado la propiedad. Bertín, Rivera y los demás energúmenos que fueron a vapulear a un jugador rival tendrían que estar ya suspendidos de empleo y sueldo. Merecen, ni más ni menos, que no puedan volver a vestirse la camiseta rojiblanca.
Vendrán los defensores alegando la provocación carbayona. Me da igual qué gestos dirigieran a la grada los azulones. Nada justifica el nivel de marrullerismo vivido ayer. Nada justifica que se arrastre un escudo con más de 100 años de historia. Nada justifica el insulto a una afición que paga religiosamente sus abonos cada año.
Todos hemos tenido que vivir momentos duros en nuestras vidas y en nuestros trabajos. A todos nos han tratado mal e incluso humillado. Reaccionar como unos descerebrados violentos, como una manada de chacales sin neuronas, no debería ser una opción.
Hoy el Sporting es portada de periódicos digitales y televisiones. Protagonista de tertulias. ¿Cómo se va a reparar este daño? La imagen del club ha quedado tan dañada que tiene difícil arreglo. La Casina de Cristal no puede seguir mirando para otro lado ni un minuto más. Los implicados ayer – y los que los justificaron ante las cámaras de televisión – no deberían seguir hoy en el club.