El parkour, un deporte en auge, convierte las calles de Gijón en escenario de increíbles movimientos que generan división de opiniones: «Lo que más me afecta es que lleguen a haberme deseado la muerte cuando tan solo estoy haciendo lo que me gusta sin molestar a nadie»
Usan el mobiliario urbano para desplazarse libremente. Lo hacen mediante acrobacias y piruetas que generan halagos y polémica a partes -casi- iguales. Se despegan de la etiqueta de «gamberros» que a veces les persigue, pero con la que no se identifican. Son jóvenes, aunque invitan a cualquiera a probar, y reclaman un espacio en la ciudad que permita atraer más practicantes. Así son los «traceurs» que viven en Gijón o, lo que es igual: aficionados al parkour, una disciplina al alza.
El parkour se basa en moverse por el entorno de la forma más eficiente posible. Quienes lo practican se valen únicamente de su cuerpo para realizar un sinfín de increíbles desplazamientos que acaparan todas las miradas. En Gijón, se mueven por diferentes zonas. El parque de Los Fresnos, El Coto, La Laboral o el Parque Zarracina suele congregar a chavales de todas las edades que, valiéndose de las oportunidades que ofrece el medio, van de un lado a otro saltando y esquivando obstáculos. «Nos reunimos siempre que podemos», confiesan los amantes de esta disciplina.
El parkour va más allá de un mero deporte. Sus aficionados coinciden al afirmar que una de las diferencias que ha supuesto en su estilo de vida está relacionada con la percepción del espacio. «Veo la calle de una forma distinta», avanza Álvaro Fariña. Saber cómo exprimir el entorno es fundamental. Mario Fernández lo explica: «Donde cualquiera ve un simple muro, nosotros vemos una oportunidad nueva de hacer un salto, un desplazamiento o cualquier movimiento relacionado con la disciplina». Otros, como Jacobo Gallegos, afirma haber encontrado el deporte que más le llena: «Es imposible que me aburra de practicarlo». Todos ellos se refieren a la calle como su gimnasio particular y afirman que el parkour es parte de su carácter.
La comunidad es pequeña en Gijón, pero familiar. Sus integrantes colaboran y se ayudan entre sí. Jacobo dice haber hecho «muchos amigos» después de comenzar a hacer parkour. Incluso, algunos procedentes de diferentes puntos de España. «Otra de las ventajas es que hace que estrechemos lazos de una manera diferente», comenta Álvaro. «El buen rollo que existe entre nosotros es increíble», expresa Mario en la misma línea.
Aunque pudiera parecer que solo unos pocos privilegiados son capaces de practicarlo, algunos «traceurs» afirman que todo el mundo es capaz. Eso sí: es necesario que cada quien sea consciente de sus propios límites. En este sentido, se refieren a la importancia de conocerse a sí mismos. Es el caso de Álvaro: «Para practicar este deporte no tienes que hacer cosas muy ‘locas’, sino las que están a tu alcance. «Es muy frecuente relacionar el parkour con el riesgo», menciona Mario. Sin embargo, el chico matiza que, si se avanza de forma «progresiva», el peligro se logra minimizar casi al completo.
Injusta etiqueta
Los «traceurs» también se pronuncian sobre el estigma que les rodea. Y es que son muchos los comentarios negativos que reciben. «Llegan a pensar que nos dedicamos a robar o a romper el mobiliario urbano, cuando precisamente sucede al revés. Sin él no podríamos entrenar», expresa Mario, que afirma haber aguantado «de todo». El chico lamenta la frecuencia con la que muchas personas ajenas a su actividad llaman a la policía o profieren insultos, amenazas y comentarios desafortunados. «Lo que más me afecta es que lleguen a haberme deseado la muerte cuando tan solo estoy haciendo lo que me gusta sin molestar a nadie», confiesa. En la otra cara de la moneda, los «traceurs» también generan admiración: «Hay personas que se sorprenden de lo que hacemos, a las que les interesa, que se acercan y te preguntan o te felicitan», mantiene Álvaro. Jacobo concuerda, y expresa que muchas personas les dicen que «mola mucho» lo que hacen. «Algunos no nos riñen», explica.
Aun así, los aficionados al parkour echan de menos instalaciones habilitadas para practicar su deporte. Han llegado, en más de una ocasión, a solicitarlas. Sin embargo, el Ayuntamiento no ha atendido a sus peticiones. «Pienso que es muy necesario, tanto para enseñar a la gente que el parkour existe, como para que podamos practicar nuestro deporte tranquilamente», sostiene Mario. Jacobo avanza que en otras ciudades ya se han construido «Parkour Parks», y que Gijón podría tomar ejemplo. Miguel va más allá: «Si lo hicieran, la comunidad crecería y visitarían Asturias personas de otros puntos de la región o del país». «Sería beneficioso para todos», zanjan.