Nuestros políticos deben, dentro de su margen de maniobra, reducir cargas impositivas y regulaciones innecesarias, tratando de atraer personas y capitales. ¡No inventes, copia! Este modelo funciona, no solo en Irlanda, si no mucho más cerca, en Madrid. ¿Por qué Asturias habría de ser distinta?
“But if I stay here with you, girl
Things just couldn’t be the same
‘Cause I’m as free as a bird now
And this bird you cannot change”
Free Bird – Lynyrd Skynyrd
Uno de los más intensos debates en el eje liberalismo-progresía tiene que ver con la riqueza. Para la segunda, la economía es un juego de suma cero, la tarta está injustamente repartida y por eso se debe redistribuir. Esta posición la visten con etiquetas del tipo justicia social para tratar de arrogarse la razón moral. Pero, como decía Hayek, “todo sustantivo al que se le añade el adjetivo social, se convierte de forma automática en su antónimo”.
Los liberales sabemos que la riqueza se crea, y que todo lo que los políticos deben hacer es poner las bases para que el sector privado la genere y se eleve el nivel de vida de toda la sociedad. Esas bases se pueden resumir en cuatro: seguridad jurídica, especialmente derechos de propiedad; tamaño del Estado vs esfuerzo fiscal; eficiencia regulatoria y libertad de comercio.
La demostración práctica de este razonamiento puede encontrarse en cualquiera de los índices de libertad económica que se elaboran anualmente. Por ejemplo, si tomamos el “Index of Economic Freedom” de la Heritage Foundation, nos encontramos con que los tres primeros países del mundo son Singapur, Suiza e Irlanda. Parece claro que prosperidad y libertad económica van de la mano.
Pero, es más, en 2024 figuran entre los doce primeros países aquellos cuatro que los socialistas suelen citar como referente económico: Dinamarca, Suecia, Noruega y Finlandia. Es decir, que de socialistas nada. Son tan liberales como Milei…
España, con su gobierno social-comunista, ocupa un discretísimo puesto 55. Y los tres últimos son Venezuela, Cuba y Corea del Norte. No es por casualidad. Por desgracia, si desgranáramos este índice a nivel regional, Asturias estaría a buen seguro a la cola de los países occidentales. Décadas de colectivismo y una sociedad adormecida no auguraban nada bueno.
Sin embargo, Asturias es una región espectacular: tiene buen clima; mar y montaña; un capital humano excepcional, que por desgracia se ve obligado a emigrar, leyenda urbana decían; dos ciudades de tamaño medio con una calidad de vida fantástica; centenares de localidades únicas; una gastronomía excelente y mucho más.
¿Qué nos falta? Dejar de mirarnos en el espejo de Venezuela, puesto 174 del ranking, y subir la vista hacia Irlanda, tierra verde como la nuestra que ocupa un espectacular puesto nº 3.
Nuestros políticos deben, dentro de su margen de maniobra, reducir cargas impositivas y regulaciones innecesarias, tratando de atraer personas y capitales. ¡No inventes, copia! Este modelo funciona, no solo en Irlanda, si no mucho más cerca, en Madrid. ¿Por qué Asturias habría de ser distinta?
Asturias sería un destino ideal tanto para empresas como para trabajadores freelance si se dieran las condiciones adecuadas para ello. Esa sí que sería “LA HORA DE ASTURIAS”, la hora de la libertad.