Resulta evidente que lugares como Llanes o Ribadesella hace tiempo que han llegado a su máxima capacidad y la han sobrepasado. Cosa que parece dar igual a los gobiernos de turno, obsesionados con la llegada del turismo como único elemento vital de ese territorio
Este verano en Asturias se está convirtiendo en la confirmación de un proceso que ya recorre numerosos lugares de España y para el que se ha adoptado el término de turismofobia. Si bien la Real Academia Española no recoge el término expresamente en su diccionario, sí matiza que es un término válido y, por la composición de sus dos palabras, perfectamente entendible. Podíamos definirlo como “el malestar de una parte de la sociedad frente a la llegada de un turismo masificado – este término, masificado, es el quid de la cuestión – al entorno de residencia habitual de esa población”.
Sin duda, el turismo y su ida de madre, o masificación, es uno de los hits del verano astur (y de otras muchas regiones) y está generando una gran controversia. En un lado de la balanza tenemos al sector turístico, hotelero, hostelero y demás campos que son beneficiados por la llegada del turista a Asturias. Parece, a tenor de las continuas declaraciones de este sector, que nunca es suficiente y que siempre la gente es poca. Lo que ni es cierto, ni es bueno para el conjunto de la sociedad, pero antes de entrar en este detalle continuemos situando la acción. De este lado, y de manera mayoritaria, se sitúan los representantes públicos en boca de alcaldes y alcaldesas de la mayor parte de los municipios, especialmente de los más poblados (véase Gijón, Oviedo o Avilés), y también, en la mayor parte de las ocasiones, del gobierno del Principado de Asturias, aunque a este respecto queda la duda de saber realmente qué opina de todo esto la viceconsejera de Turismo, Lara Martínez, que suele mantener un segundo plano difícilmente justificable ante la situación de perpetuo debate en la región sobre el tema. Pero sigamos. En otro lado está la ciudadanía, que somos muchos y diversos, por lo que hablar de postura conjunta sería incongruente e irreal, pero en la que hay un segmento creciente que, sin duda, empieza a ver el exceso de turismo como un problema.
Y este problema radica en las consecuencias que está teniendo el exceso de turismo sobre el territorio y la presión que ejerce a la vida residencial y laboral en Asturias. Más allá del proceso del que ya hemos hablado en otras ocasiones, que es el efecto que está teniendo esa masificación en cuanto al encarecimiento – aún más- del acceso a la vivienda en Asturias, sea en propiedad o en alquiler, y del efecto de las viviendas de uso turístico sobre estos factores, hay mucho más.
Tiene que ver con echar hora y media o dos horas para ir de Posada de Llanes a Arenas de Cabrales por el tráfico insostenible; tiene que ver con que resulte imposible encontrar dónde tomar algo en Gijón cualquier día de la semana; tiene que ver con encontrarte decenas de vehículos en entornos naturales que van desde Quirós, pasando por la Farrapona, siguiendo por Colunga, volviendo por Proaza y acabando en Llanes (Llanes, municipio en el que los pueblos fantasmas tipo Barro o Nueva florecen ante la inacción institucional). Pero eso no deja de ser la anécdota, el no encontrar dónde aparcar, dónde comer o dónde ir a caminar por el monte que no sea una procesión, es simplemente la molestia menor. El asunto es el impacto de esa masificación en, pongamos, las redes de saneamiento, las redes de abastecimiento, la recogida de basuras, los servicios de limpieza o los servicios públicos en general, esos que dirimen la verdadera calidad de vida de un territorio. Resulta evidente que lugares como Llanes o Ribadesella hace tiempo que han llegado a su máxima capacidad, y la han sobrepasado, en estos aspectos. Cosa que parece dar igual a los gobiernos de turno, verdaderamente obsesionados con la llegada del turismo como único elemento vital de ese territorio. Pero aún y todo, la cosa puede ir a peor si metemos en la ecuación a nuestro entorno natural, ese al que nadie ha preguntado. Por suerte, mejor dicho, por unas políticas acertadas de los años 90 – ya llovió – gozamos de la costa más protegida de España, así como con un 30 por ciento del territorio preservado bajo alguna figura de protección ambiental.
De poco sirve si uno se acerca esto días a Gulpiyuri o al Cobijeru (por poner ejemplos), verdaderas locuras de miles de personas sin más cometido que ver lo que es imposible de ver entre tantas cabezas, no digamos ya de disfrutar, y no digamos ya de cuidar y preservar. Lo de poner aparcamientos a diestro siniestro no es tampoco la solución, ni mucho menos. Lo es abordar que no todos, todo el tiempo, podemos ni debemos ir a todos los sitios y sí, no pasa nada por decirlo, la preferencia no es para el turista es para el residente.
Porque, si no es de esta manera, va a resultar que estar en Asturias es mejor y más cómodo si es como turista y no como residente, y eso es el principio del fin de un territorio. Y si no, no tenemos más que fijarnos en lo que pasa en Gijón con la vivienda habitual, con un porcentaje de compradores de fuera de Asturias, que están comprando sus segundas residencias sin parar, lo que hace que el potencial comprador de residencia habitual en la ciudad vea cómo crece y crece el precio ante la demanda. Y ojo, si habéis llegado hasta este punto del artículo, conviene aclarar que esto no se trata de Asturias ahora, no, ni de que aquí queramos hacer algo novedoso, ni hayamos descubierto la pólvora. Se trata de aprender de lo que ha pasado en una parte de España, donde acceder a la compra de una residencia habitual es casi imposible y que ha expulsado a la población local, ocasionando que el mayor problema que tiene nuestro país a día de hoy, que es el acceso a la vivienda, empeore cada vez más. Se trata, en resumen, de aprender de los errores de muchas regiones de España y de Europa que ahora, gracias al exceso de turismo, se han convertido en zonas inaccesibles en lo económico o invivibles en lo práctico. Y a todos se nos ocurren muchos ejemplos.
Decíamos al principio, y acabaremos con ello, que la cuestión de todo esto no es el turismo en sí mismo, sino la masificación. El problema no es que haya gente disfrutando del bosque de Peloño en octubre, o de los bufones de Pria en mayo, sino esa masa de gente continua que se transforma muro impenetrable en las calles de Gijón o en los colapsos totales y achicharrantes de llegar a Rodiles. Es justo eso.
Tenemos el ejemplo de otros destinos turísticos en Europa donde han llegado a a aborrecer el turismo y aún así no reaccionamos. La primera consecuencia letal es la subida exagerada de precios de todo. Pues imagínense esa masificación todo el año permanentemente, eso es la inmigración masiva, ese es el segundo principal problema del país tras la corrupción política. Mi pregunta es ¿Quién les avala para que les alquilen vivienda? Yo quiero que me avalen a mí también, especialmente si soy joven. No quiero ser mal pensado y pensar que es el gobierno.
Ya majo, tú lo que quieres es bares cerrados, hoteles sin huéspedes, museos sin visitas, restaurantes sin comidas, transportes vacíos e infinidad de actividades relacionadas paradas. No sé en qué mundo vives. Gracias a esta gente, vive muchísima más gente aquí.En Asturias es mes y medio lo que da grandes beneficios que luego repercuten a lo largo del año en multitud de empresas y pequeños negocios que pueden vivir gracias a ese turismo de verano. O tú nunca saliste de Asturias de vacaciones y viste lo que hay por ahí?
Que porcentaje de esas ganancias les queda a los trabajadores?anda majo tapate que huelen los pies!!
He leído el artículo con atención. Me parece realmente alucinante el despliegue de turismofobia en una comunidad autónoma preciosa y de las más pobres de España, la más envejecida y con un déficit permanente en sus cuentas debido a la cantidad de pensionistas que desbordan a la población activa. Hablar de que el turismo supone un problema cuando cuando es una situación de 2 meses que aporta parte de los ingresos que ha dejado de aportar la industria de la minería me parece una broma de verdad. Aquí lo que queremos es que nos dejen en paz y que nos paguen las pensiones el resto para seguir viviendo como nos apetece. Lo de generar ingresos y economía que lo hagan otros. Bravo
Seguro que los que hacéis estos comentarios tenéis vivienda ,pero hay que pensar que los que tenemos hijos aquí estudiando ,trabajamos en Gijón ,dónde vamos a vivir?,que no hay pisos,que para alquilar hay 20 personas delante de ti en la cola,que si te gusta una vivienda y vas al banco al día siguiente a preguntar por una hipoteca ya es tarde ,algún extranjero, inversor o alguien con dinero etc…ya ha dado la señal….dentro de poco nos tendremos que ir de Gijón…,llevo un año buscando vivienda y sé de lo que hablo,el turismo muy bonito pero quiero vivir con techo.
José Luis, la solución está muy clara. Cerrar las fronteras de Asturias a cualquier turismo extranjero. Los miles de empleos que dependen del turismo que se reorienten a cobrar el paro o a ser funcionarios públicos, las medidas progresistas favoritas. Total el dinero no es de nadie. Bueno sí, es de Pedro el líder supremo que lo crea por arte de magia para cuidarnos a todos.
Los jóvenes y padres de familia que han invertido o que trabajan en casas rurales, centros de actividades deportivas, restaurantes, etc que busquen otras opciones. En la Silicon Valley o la Texas asturiana hay empleos de sobra y muy bien remunerados. Todo por el bien común de tener las playas poco masificadas en verano y un tráfico más manejable.