“En la Vuelta y el Tour repaso cada noche por ordenador la etapa del día siguiente para poder anticiparme a la foto”
“Un Dakar son 15 días de tensión desde las 5:30 de la mañana hasta las 22 horas”
A Carlos López (Siero, 1993) casi nadie, salvo su madre, le conoce por el nombre. Charly López en cambio responde al hombre que se esconde detrás de las instantáneas del Dakar, el Tour de Francia y la Vuelta a España. Miles de horas distribuidas en tres grandes citas, aunque por el medio hay más. Tras un pequeño descanso después de la ronda gala, acaba de regresar de la Clásica de San Sebastián y su maleta está a punto de cerrarse de nuevo para comenzar, el próximo sábado, con la Vuelta. Antes del viaje, el adolescente que comenzó en los rallies repasa con miGijón una carrera meteórica mientras se toma un café con leche. Se echa a la espalda lo que le toque y, para ello, tiene una buena defensa: el dominio de cuatro idiomas (castellano, inglés, francés e italiano) y un quinto que se le empieza a atragantar por falta de uso: el alemán.
¿Qué es para usted la fotografía?
Es la manera de retratar momentos importantes y dejar constancia de ellos para siempre.
Tiene 27 años y ya se codea con los grandes: Dakar, Tour de Francia y Vuelta. Cualquiera diría que ha sido un camino de rosas.
No, no, ni mucho menos. Empecé cuando estaba en el instituto con una asignatura donde comencé a hacer fotos. En segundo de Bachillerato compré mi primera cámara con unos ahorros que tenía y estudie fotografía tres años, también idiomas porque sabía a donde quería dirigirme. Tenerlo tan claro hizo que todo saliera más fácil, pero no está siendo un camino de rosas.
Luego entraremos en detalle, pero visto su curriculum, ¿un fotógrafo debe ser versátil?
Este trabajo no es solo hacer fotos, va todo un poco más allá: hay que ponerlo en conjunto, hablar con gente, conseguir trabajos, estar activos en redes sociales, marketing… Hay que valer un poco para todo. Hacer la foto es un pequeño porcentaje de todo esto. Tengo compañeros que trabajaban con analógico, iban a los sitios, disparaban y mandaban el carrete a revelar. Ahora, como te digo, hay mucho más.
No veo muchas similitudes entre los coches y las bicicletas. ¿Usted?
Para mí las hay, son trabajos bastantes parecidos. No tanto el Dakar, pero si hay otro tipo de rallies en los que he trabajado que se asemejan al ciclismo. No deja de ser un deporte que no es siempre en el mismo lugar, tienes una etapa, sitios diferentes y en mi cabeza es cambiar un coche por un pelotón. Luego hay que conocer el deporte en sí para hacer la foto.
Su primera gran escenario es el Dakar donde lleva tres años como fotógrafo oficial de la prueba. ¿Cómo surge la oportunidad?
Fue un año en el que, tras un montón de competiciones con una agencia que se encargaba del Dakar, decidieron apostar por mí y llevarme. Flipé bastante porque el Dakar es un evento que veía en mi casa desde pequeño con mi padre, tengo el recuerdo de las noches de enero mirando la televisión. Cuando te llega la oportunidad de ir en persona se te ponen un poco de corbata porque es algo grande, fue una locura. El trabajo que hice le gustó bastante a la organización y a partir de ahí trabajé directamente con la prueba.
Sin embargo, su inicio estuvo en el Mundial de Rallies.
Antes incluso hice los rallies en España, era 2014 y todavía estaba estudiando. De ahí me salió la oportunidad de hacer varias carreras del Mundial. La verdad que el hecho de que sean espacios más reducidos lo hace más fácil y más predecible. En el Dakar cuando son etapas de dunas es más aventura y más impredecible todo, tienes más margen de improvisación mientras que los rallies están planificados: donde vas a ir, a que hora… Después de los rallies llegó el salto y, si puedo elegir, me gusta más el Dakar.
¿En qué piensa cuando se encuentra en medio del desierto?
Como fotógrafo sabes que estás en un sitio bastante poco habitual y tienes que hacerlo bien. Cada año que voy pienso que es una oportunidad única y siento los mismos nervios que la primera vez. Como persona mola un montón porque estás en medio de nada y es una experiencia.
En 2020 se hizo con el ‘Émile Poucan’, premio a la Mejor Imagen de la prueba. No solo eso, también se convirtió en el primer español en obtenerlo. Descríbanos esa instantánea.
Era una especie de acantilado en una zona bastante rocosa que bordeaban los pilotos. Trabajo todos los días en helicóptero y volábamos sobre ese punto, no había mucho tiempo, pero le pedí al piloto que me dejara tirar una foto. Cuando le estaba indicando como quería ponerme, el participante ya estaba llegando. Me hubiese gustado tener más tiempo para hacerla, incluso de allí marché enfadado porque no le pude dedicar más minutos.
Pues mire que bien le salió. Sin embargo, por sus palabras, entiendo que no es su mejor foto.
No lo era, ni siquiera de ese Dakar porque a los dos días fuimos al desierto y había una luz espectacular. Ahí si que pude recrearme e hice cosas que me gustaban más, pero ya era fuera de plazo. Presenté con la que gané y ahora cada vez que la veo me gusta más, sobre todo en papel, gana un montón.
Y en 2021 volvió a repetir premio.
Sí, de hecho viví una situación bastante parecida en la segunda etapa. Hice una foto muy chula al amanecer en las dunas, una moto en la inmensidad del desierto con luces y sombras. Según la hice tenía muy claro que era la que iba a presentar.
¿Esta foto tampoco es la mejor?
No sabría decidirme (risas), no tengo una imagen con la que me quede. Es lo que dicen todos los fotógrafos, la mejor foto es la que vas a hacer mañana y quiero pensar que esa llegará en el Dakar de 2022.
¿Un Dakar es adrenalina?
Es aventura, adrenalina constante. Son 15 días donde, desde que me levanto a las 5:30 de la mañana hasta que llego a la cena a las 22 horas, es todo tensión. Todos los que estamos allí lo sentimos, es un trabajo muy peculiar, lo vivimos de una manera muy intensa.
¿Cuántas fotos puede llegar a realizar en una jornada y hasta qué número se reduce el resultado final?
Puedo hacer unas 1.000 al día. Luego las que entrego son 75-80 y que me gusten a mí, si ha sido un muy buen día, 10. Un 1%, no es mal porcentaje.
Antes hablamos de improvisación y planificación, pero ¿hay margen para la creatividad?
Me gustaría poder dedicar más tiempo en ciertos lugares. Si hubiera más tiempo, habría más margen de creatividad. El punto de vista es casi siempre el mismo, desde arriba. Es el mejor, pero no varía. Más allá de cambiar el lugar o la luz es todo el margen que tengo.
En 2020 debuta en el Tour de Francia y la Vuelta. Supongo que, pese a que me decía que ve similitudes con los coches, al principio el cambio de registro no sería fácil.
Me costó hacer la foto más deportiva porque no conocía el deporte tanto como el motor. Ahora llevo ya un par de años viendo ciclismo, me gusta y poco a poco voy cogiéndole el truco.
Los ciclistas suelen hacer reconocimientos previos, por ejemplo, de los puertos de montaña. ¿Usted también lo necesita para ver el terreno en el que tiene que trabajar?
Lo hago cada noche. Cuando acabo con la jornada, preparo la etapa del día siguiente a través del mapa por ordenador. Veo cómo es, qué sitios hay y así cuando estoy in-situ me puedo anticipar un poco a lo que puede llegar a pasar.
Le hemos visto imágenes de todo tipo. Le pido que elija entre un sprint, una contrarreloj y una etapa de alta montaña.
Lo que más me gusta es la montaña por el paisaje. Cualquier etapa en alto del Tour de este año me fascina. Ese día por la mañana tienes un nervio extra porque sabes que puedes sacar más jugo de lo habitual. Por lo general, etapas llanas con final en sprint son sitios menos llamativos. El Tourmalet o el Angliru en Asturias son sitios únicos donde combinas el paisaje y la gente con el deporte.
Hablando de imágenes espectaculares, recuerdo una suya de Pamplona, una salida neutralizada de la Vuelta. Llegó a ser portada en The New York Times.
Salió en todos los sitios porque hacían el recorrido de los encierros. En un año sin Sanfermines me pareció gracioso recrear la imagen con los ciclistas que pasaron por allí. Hice una foto en la calle Estafeta con los balcones, un símbolo de 2020, y me pareció cachondo. Fue una de las que más repercusión tuvo, sin duda.
Cuéntenos cómo se gestó.
Había visto que la segunda etapa salía del centro de Pamplona. La noche anterior tenía el hotel a 100 metros de la calle Estafeta y di una vuelta para ver un poco el recorrido. Me fijé en los balcones, pensé que podía vivir alguien y al día siguiente fui con tiempo por la mañana y tuve la suerte de que había gente. Muy amablemente me dejaron entrar en su casa y tiré la foto desde un balcón.
Creo además que la Vuelta le abrió la puerta de varios equipos ¿no?
Si. Mientras estaba en la cita, trabajé para el Jumbo-Visma, el equipo que ganó con Primoz Roglick y de la Vuelta también me salió el Bahrain Victorious, el equipo de (Iván García) Cortina el año pasado. Son los dos con los que más estoy trabajando también este año.
¿Es especial encontrarse a un asturiano en el pelotón?
Fue curioso estar en el Tour y compartir pelotón con otro asturiano como Cortina. Tuve la suerte de conocerle y le hice unas fotos que tuvieron bastante repercusión haciendo un caballito en una subida. Está guay encontrarse gente de casa por allí.
Desde su óptica, ¿Asturias tiene un magnetismo especial para el ciclismo?
Tenemos la suerte de tener las subidas más míticas de toda la Vuelta. El año pasado el Angliru, este los Lagos de Covadonga, el Gamoniteiru… Todos los años hay dos etapas que son bastante especiales y todo el mundo las conoce. Para alguien como yo que soy de aquí, es un extra poder sacarle partido jugando en casa.
¿Dónde encuentra mayor dificultad a la hora de fotografiar?
La más grande que me he podido encontrar está en el ciclismo no solo por el desconocimiento del deporte al principio sino porque, en el Tour, hay una tensión constante dentro del pelotón. Desde que empiezas hasta que acabas hace que no sea cómodo trabajar. Si a esto le añades la lluvia, cosa que en el Dakar no la tengo, es el momento más difícil.
(CONTINÚA EN: “Acabaré inmortalizando la victoria de un asturiano en el Tour”)
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