Con un local en la Gijón que la vio crecer, y otro en el exclusivo barrio de Salamanca de Madrid, esta verdadera referente del arte en la ciudad abre sus puertas, y la de su negocio, a miGijón, decidida a relatar la evolución de un círculo que, al fin, ha cerrado
Aurora Vigil-Escalera nació en Mieres, en una familia de apasionados del arte, entusiasmo que le contagiaron de tal manera que, a día de hoy, no concibe su existencia si no es entre las paredes de sus dos galerías.
La de Gijón cumple cuarenta años, aunque su ubicación actual no es la original. En cuanto a la de Madrid, en pleno barrio de Salamanca, ya ha cumplido nueve años y de alguna manera cierra el círculo de su trayectoria profesional.
Dejemos que ella misma nos cuente la historia de la pasión que marcó a la familia Vigil-Escalera Pérez, y por qué ese ‘circulo’ vital se ha completado.
¿Cómo es vivir rodeada de gente, digamos, poco convencional?
(Se ríe). Empecé de muy niña a ayudar a mis padres en un espacio llamado Apartamento del Arte, en la calle Ezcurdia 40, frente a la Escalera 7 de la playa San Lorenzo. Allí iba gente muy variada; vamos a decir que, para mí, rarísima, y que pegaba muchas voces. Recuerdo que había unas nubes de humo…
Eran los modernos de aquella época, los diferentes.
Creaban unas tertulias alrededor de la gran mesa de cristal que había en la habitación de aquel apartamento… ¡Tan interesantes…!
Así que usted desde pequeña estuvo metida en ese mundillo…
Mis padres eran coleccionistas y conocían a muchos artistas y, como ellos, compradores de obras. Usted sabrá que, sobre todo la gente de Mieres de aquella época, solía contar con una segunda residencia aquí para pasar el verano, y mis padres no eran diferentes.
¿A qué se dedicaban?
Mi padre, Alberto, era director gerente de una empresa de metalurgia, y mi madre, Angelines, era ama de casa.
Su madre, por cierto, era una mujer guapísima.
Sí, sí que lo era.
Y la artífice de que usted esté hoy aquí, cuarenta años después de empeñarse en tener una galería de arte.
Exacto, ella tenía una afición enorme por el arte. Los dos estaban muy interesados por el mundo de la cultura en general.
Pero siga contándonos lo del Apartamento de Arte.
Abrieron ese espacio en el año 1989. Yo era muy pequeña, pero recuerdo que el germen de todo empezó ahí. Fíjese, para atraer al público a aquel apartamento de un piso 5, hacían una especie de pequeñas tarjetitas, y yo las repartía a pie de playa.
¡No me lo puedo creer!
Ponía carteles en las tiendas y decía a la gente «Oiga, miren, suban a ver el espacio que tienen mis padres allí mismo, solo tienen que cruzar», y señalaba el edificio.
Vaya esfuerzo, y menudo empeño de su madre por hacer realidad su sueño. ¿Las obras que colgaban de aquel espacio eran de su colección privada?
No, ya conocían a muchos artistas y, además, como sabe, mi madre era valenciana, por lo que empezó a traer a artistas de allí. Así empezaron porque, realmente, en un principio ellos no tenían idea de cómo hacerse hueco en este mundillo. De hecho, la que empezó en este oficio fue mi hermana Geli.
Y usted siguió.
Yo empecé realmente cumplidos los dieciocho años. Kiker fue el que les hizo el primer cartel, una escultura que era de exterior y se iluminaba dejando ver aquella ventana del quinto piso de Ezcurdia.
Así que Kiker está en su vida…
Desde siempre, hace ya unos treinta y dos años. Recuerdo también a un señor que se llamaba José Manuel Ballester, que tenía unos pelos muy raros, y a mí me llamaba muchísimo la atención.
Y cuando llamaban a aquella puerta…
Pues entre todos, artistas incluidos, le enseñaba al que llegaba lo que estaba colgado. Si compraban, entonces, imagínese… Era una fiesta.
Y a usted todo eso le fascinaba.
Yo pensaba «¡Ostras, qué guay!». Cuando mi madre cogió cierta soltura en el negocio, su ilusión creció y quiso trasladar la galería a pie de calle. Encontraron el local de Menéndez Valdés.
Ahí comienza la historia que conocemos, la de la galería Van Dyck.
El 19 de junio de hace cuarenta años se inaugura con una exposición maravillosa de Nicanor Piñole y Pablo Basterrechea, dos generaciones de artistas de la pintura asturiana. La mujer de Piñole, Enriqueta, hasta fue a mi boda y nos prestó las obras de su marido para la inauguración. Tengo que añadir que su empeño hizo realidad el museo dedicado a su marido.
Habla con una pasión extraordinaria de su mundo.
De mi padre heredé, digamos la parte empresarial del negocio. De mi madre, esa pasión por el arte a la que se refiere. Él vive aún, pero mi madre nunca tuvo muy buena salud y falleció hace unos años, aunque pudo asistir a la inauguración de esta nueva ubicación, en Capua 21, el 2 de enero del 2015.
¿Cuánta galerías había en aquellos años?
Estaban Tioda, Bellas Artes, Monticelli, Altamira… Mi madre era muy amiga de Eduardo Suárez, el fundador de esta última, y yo también tengo mucha amistad con su hijo, Diego, director de la galería ATM. Eran galerías locales y se exponían obras de pintura asturiana.
Lo que la gente coleccionaba.
Cada provincia, digamos que tenía sus artistas. Mis padres rompieron una lanza en gran manera por lo que le conté anteriormente de la procedencia de mi madre.
Trajeron obras de artistas valencianos.
Exacto y le cuento más. Mi madre tenía una salud delicada, así que decidió buscar a alguien con solvencia económica para trabajar con nosotros.
Buscaron socios.
Exacto. Unos, por ser compradores de la galería; otros por ser amigos… Así que de aquella época me queda un aprendizaje enorme.
Tienen otro local en Casimiro Velasco.
Ese local se compró porque recuerde que la ley Boyer estableció un periodo definido de alquiler, no indefinidos como eran con anterioridad. Al estar en una de las mejores calles, como era Menéndez Valdés, apareció el local de Casimiro Velasco, muy cercano al otro, y lo compraron.
Para asegurar de alguna manera la localización de la galería.
Y se pudieran hacer algunas exposiciones alternativas.
¿Cuándo coje usted la dirección, digamos total, de Van Dyck?
Unos doce años antes de establecerme aquí en Capua. Le doy un giro a las exposiciones y comienzo a traer artistas más vanguardistas, como Luis Feito, Gordillo, Rafael Canogar, Francisco Farreras, Benjamín Palencia… Decido entonces la necesidad de contar con una web, dar el salto y tener presencia nacional.
Y asistir a ferias.
Llevar a tus artistas para que los conocieran, así que empezamos a ir a Art Madrid, la feria de arte contemporáneo, y a otras fuera de España.
¿Y por qué se deja la galería Van Dyck?
Porque mis padres no quieren seguir y yo quería dar un cambio al ver que era necesario si quería seguir en el negocio.
Digamos que se desmelena, usted, que siempre va impecable, y se establece sola y aquí, cerca de la playa, donde empezó todo.
Buscaba una esquina, un ‘esquinazo’ donde te tuviesen que ver, aunque no quisieran. A mí me verían sí o sí. Además, aquí estuvo el pub Swing, referente de nuestra juventud, y una tienda maravillosa como era Pavana.
Y cerrar el círculo de la infancia, un local cercano al mar. Oiga, y entre todo esto que nos ha contado, todavía tuvo tiempo a casarse y tener dos hijos.
Me casé con un compañero de colegio, el único novio que tuve, que es un gran veterinario. Y sí, entre todo el caos de mi vida, tuve dos hijos.
Ahora tiene otra pareja.
Sí, que también encontré en mi entorno de trabajo (se ríe). Es coleccionista, porque si no… Hubiera sido difícil.
Porque usted solo sale y entra para trabajar.
Es lo que sé. El ser galerista no se estudia. El mundo del galerista es una forma de vida. Si no se entiende así…
Sus hijos no han seguido con el oficio.
Mire, que esta vida me apasione a mí no quiere decir que apasione a mis hijos. De ese aprendizaje, que comenzó, como le dije, cuando era muy pequeña, surgieron unos conocimientos que me abrieron muchísimos caminos.
Uno de esos caminos ahora está en Madrid, donde tiene otra galería.
Vivo quince días aquí y quince en Madrid, donde tengo un espacio en un piso de trescientos metros, en un edificio antiguo, con techos altísimos, en el barrio de Salamanca. Muy exclusivo. No está abierto al público.
De ahí decir desde un principio de esta charla que ha cerrado el círculo.
Hacemos charlas con coleccionistas, cenas…
Esta exposición del cuarenta aniversario… ¿Hasta cuándo estará?
La hemos alargado un mes más. Estará hasta marzo y la exposición cambiará tres veces, seguramente se solapará con la próxima feria de Art Madrid. Se expondrán obras de nuestros artistas de siempre y de nuevas incorporaciones.
Y nosotras nos despedimos en este punto… Y por ahora.