El Plan de Regeneración Democrática no es más que la materialización de una soberbia insaciable, que empieza en lo local y que vuelve a empoderar a la verdadera casta
Tras las últimas medidas anunciadas por el Ejecutivo para controlar el poder mediático –con el judicial, el otro que le queda por fagocitar-, y como director de un medio de comunicación –veremos si así lo considera la CNMC– me siento responsable de denunciar un atropello que no es nuevo, ni ha inventado Sánchez.
La creación de un diario desde cero es un termómetro impagable para conocer la sensibilidad democrática de nuestros representantes respecto a la libertad de expresión. Así ha sido con miGijón durante estos cuatro años. En el Ayuntamiento hemos visto de todo, desde políticos respetuosos a auténticos obsesos del control mediático, personas siniestras, de izquierdas y de derechas, que reniegan de sus propios hechos y palabras y cuya relación con los periodistas se limita a la amenaza, bien transmitida por secuaces consistoriales o por acólitos online.
Con semejante ecosistema, en la plaza Mayor o en Moncloa, era cuestión de tiempo que emergiera un presidente y un gobierno que intentasen cruzar una nueva frontera. El Plan de Regeneración Democrática no es más que la materialización de una soberbia insaciable, que empieza en lo local y que vuelve a empoderar a la verdadera casta, contra la que se alzó la voz en 2011. Fue la reivindicación de la división de poderes y de los privilegios de los sillones lo que, como a otros muchos, me hizo ilusionarme por un 15M que derivó, lamentablemente, en la búsqueda de un estado omnipresente y más autoritario que nunca, como pudimos comprobar en la pandemia.
A día de hoy, no sabemos qué recorrido parlamentario –algo secundario según una de las últimas intervenciones de Sánchez– tendrá lo que hoy se ha presentado o, por ejemplo, qué requisitos tendrá que cumplir un medio para ser considerado como tal por la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia (CNMC), virtual responsable de un registro cuya misma existencia es una aberración. Tampoco qué pasará con la anunciada reforma de las leyes orgánicas del derecho al honor y del derecho de rectificación.
Lo que sí sabemos es que los autoritarios de los distintos gobiernos y organismos del Estado están ganando terreno. Una mala casta que se relame mirando de reojo a lo peor que ha producido la política hispanoamericana en los últimos tiempos. Verdaderos personajes totalitarios que quieren diluir toda la verdad en una campaña constante de descrédito a los medios, para que los pecados, los de ellos o de sus parejas, se desvanezcan en un ‘todo es mentira’. La verdad sepultada en un fango creado por aquellos que nos pretenden proteger. Sin duda, hoy la cosa está peor para el pueblo y mejor para todos los fans del Emperador Palpatine, en Gijón y en el resto de España. Y, encima, aplaudirán.