La prueba del Chatarras Raid que comienza este sábado cuenta con cinco equipos de participantes asturianos: «Lo mejor es poder conducir los coches con los que te criaste cuando eras niño»
Todos los participantes en la segunda edición de Chatarra Raid coinciden sin saberlo en aclarar siempre una misma cuestión. Javier Olmedo, uno de los cinco asturianos en lanzarse a esta prueba por Marruecos lo explica de la siguiente manera: «Aquí hay que aparcar un poco eso de «competición», porque lo que se vive es una misma experiencia conjunta y se premia al coche más antiguo, al que menos potencia tenga, a los mejores disfraces… No hay competencia como tal». El resto de sus compañeros también insisten; este recorrido de 3.000 kilómetros por el desierto es una aventura personal con las «chatarras» y la solidaridad como protagonistas, no con un marcador.
Este raid multimarca arranca mañana, sábado 16, la primera de las tres pruebas que tendrán lugar en este segundo año de vida del proyecto. Su vocación de ayudar se mantiene en el tiempo: para participar, cada equipo inscrito ha tenido que donar 20 kilos de productos no perecederos para el Banco de Alimentos y de material escolar para distintas entidades infantiles en Marruecos. Olmedo repite itinerario con su pareja, Maite Puente, tras recorrer kilómetros y kilómetros de dunas el año pasado a manos de su Peugot 205 con 28 primaveras de antigüedad y reconoce que lo mejor del Chatarra Raid, aparte de «la libertad de elegir llevar el coche antiguo que tú quieras», consiste en «contribuir con lo que puedes a niños que ves que apenas tienen nada y a los que se les abre un mundo con un juguete, ropa, disfraces…». «Es muy gratificante», insiste.
Aunque ya no sean novatos, en esta ocasión acuden en ‘modo Dominguero’, una categoría en la que pueden echar mano de la aplicación desarrollada por la organización para consultar los puntos marcados en el recorrido. Los ‘Tronaos’ constituyen el grupo de pilotos que va más por libre, ya que serán privados de la guía en su aplicación móvil y deberán guiarse en base a su criterio (o intuición). La gijonesa Yuli Vivanco, quien participa junto a su marido Edgar, fantasea en los días previos al viaje con las sensaciones que vivirá: «No soy capaz de imaginarlo, pero la sensación de desconexión será increíble». La pareja de treintañeros lleva siendo aficionada al mundo del motor «desde siempre», pero se estrenan como participantes en esta ocasión como conductores de un Opel Frontera de «ni se sabe» cuántos años. Se apresuraron a comprarlo cuando el pasado mes de abril se abrió la inscripción al raid y no se lo pensaron dos veces. «Desde entonces, hemos estado poniéndolo a punto y a última hora incluimos todas las provisiones: comida, tienda de campaña, bebida, extintores, agua, piezas de repuesto para el coche…».
A Xurde Martín, vecino de Llanera, su pasión por los coches le viene de familia. Cree que desde que veía a su tío andar con coches de competición, sintió el gusanillo que le ha llevado ahora hasta Marruecos. Se embarca en el desierto junto a su novia y otro amigo suyo que participa con su propio coche. Su chatarra particular es un Mitsubishi Pajero del 87, «una buena joya». Otros como Juan José se han decidido poner a prueba hasta las últimas consecuencias. Este asturiano forma equipo en solitario por primera vez a bordo de su coche y participa en la aventura junto a otros dos amigos que también viajarán por su cuenta en el desierto. Han comenzado su periplo hasta Algeciras desde el jueves para «llevar sus chatarras con tiempo hasta la otra punta de España».
El avilesino Adrián Sánchez y su pareja Elisa Álvarez prueban de igual manera la experiencia este año, aunque ya habían bajado hasta Marruecos como espectadores de algunos amigos que participaron en este tipo de pruebas alguna vez. En esta ocasión, este cambia el asfalto que ya conoció como piloto en algún rally por Asturias por la arena marroquí. Irán en un Nissan Terrano 1 del 91 y aquello que sin duda más emociona a la pareja de la aventura es el hecho de «poder conducir el coche que tú quieras, un coche de los de toda la vida y con los que nos criamos cuando éramos niños».