
La experiencia y el talento tras el atuendo del icono del Antroxu gijonés desvela sus secretos, repasa su vida… Y comparte unas cuantas anécdotas dignas del recuerdo

La Sardina del Antroxu, que ya tenemos a las puertas, se llama María Bluetooth y, visto lo visto, está falta de reseteo, o “como les maraques de Machín”. En su presentación a la prensa y al mundo charanguero, no sabía ni dónde estaba, si en Tenerife o en Asturias.
Pero ¿quién es su modista? ¿En qué desfile marino elige modelito para nadar hasta las costas gijonesas?
Hay toda una legendaria diseñadora de indumentaria teatral avilesina, Azucena Rico González, que está en contacto directo con las pasarelas marinas de moda. Cualquier espectáculo que se preste pide disponer de sus servicios, lo que hace que este “verso libre”, como bien se define ella misma, no tenga competencia ni por tierra, ni por mar.
¿Y desde cuándo se dedica a este oficio?
Tuve una academia de diseño de ropa en los años 90; tenía 25 añinos.
Entonces siempre se ha dedicado a esto…
Sí, sí. Organizaba desfiles de modelos de la ‘movida’ de antaño.
Es una moderna.
Lo fui más que lo soy ahora. Oiga, me consideraban como diseñadora de moda.
¿Dónde estudió?
Aquí, en Gijón, patronaje y confección industrial, en el IES Número 1. Y, al finalizar, me mandaron a hacer prácticas a una academia de patronaje de diseño a Oviedo.
Cogió la idea.
¡Claro! Me dije «¡Pues voy a abrir yo mi propia academia!».
¿Dónde?
En Avilés. Era de diseño y confección. Me fue muy bien. A los cinco años de estar abierta me presenté a unas pruebas para dar clases, y la dejé en manos de una persona que no resultó.
La cerró.
Vamos a decir que la academia se fue a la mierda.
¿Entonces?
Estando un poco así, como de relax, me llamaron del Ayuntamiento de Avilés. En su día les había hecho una Cabalgata de Reyes. Querían saber si me interesaba hacer un vestuario de una ópera. Tenían una coproducción con el Arriaga.
Pensaron es usted.
Para hacer todo el vestuario de una Traviata. Ya le digo yo que no tenía ni idea de hacer trajes de época, pero dije que sí. «No será tan difícil», pensé.
Usted, además de moderna, es “la leche”
Allí fui, a entrevistarme con la diseñadora de vestuario para montar un pequeño taller en el mismo teatro, con cuatro personas. Y… ¡Hala! Estuvimos dándole caña a las agujas y máquinas de coser.
¡Con esa pachorra que gasta…!
Estando haciendo ese trabajo, los del Grupo Margen también ensayaban lo suyo en el mismo espacio. Paco Cao se marchaba para no sé dónde… En fin, no tenían quién les hiciera las cosas.
Empezó a trabajar con ellos, tan de casualidad como todo lo suyo.
Fue una cosa, así como… Inesperada y, por supuesto, maravillosa. Yo no tenía ni idea de hacer un miriñaque.
Es una profesión que la encontró a usted.
Exacto, no entraba en mis planes dedicarme a este tipo de vestuario. Yo, hasta entonces, diseñaba ropa normal. Además, al entrar a trabajar para una compañía… No me imaginaba que la ropa tendría que estar de una semana para otra…
A ver, Azucena, de todas formas, usted tiene toda la pinta de «ir un poco a su aire»…
¡Ah! Eso siempre, soy un «versu libre, no rimo con na». Hubo mucha gente que quiso que fuera a trabajar con ella…
Como el mismísimo Lorenzo Caprile.
Y no fui. Yo no voy a Madrid.
Pero, alma de cántaro… ¿Por qué no?
Yo tengo aquí trabajo con mis compañías de teatro, que siempre cuentan conmigo. Lo hago en mi casa, cómodamente y sin que me mande nadie.
Además, tuvo dificultades de salud.
Y a mi madre. Y le digo más. Si me iba a trabajar con Caprile, lo que hiciera iba a llevar su nombre, no el mío.
Y no.
Pues eso. Aunque antes de las enfermedades, y demás, hice giras… ¡Eh! Concretamente con el figurinista y escenógrafo Jesús Ruiz.
¡Anda!
Sí, con Don Pascuale, de ayudante. Una vez que me vio trabajar, ya me encargaba cosas que se hacían en el Palacio Valdés. Aprendí con él todo lo que sé. Era, además, la asistente de la soprano de las obras… Eran varias.
¡Qué vida más apasionante!
En el 2000 me contrataron en la Escuela Taller de de Teatro de Avilés, de profesora de indumentaria. Allí estaba feliz enseñando lo que eran los oficios del teatro hasta que, a los dos años, se me acabó el contrato.
¿Y que hizo?
Enamorarme y marcharme con él a Nueva York.
¡Perdone!
Sin perdones, ni nada. Allí estuve todo un año. Locuras de cuarentona loca… ¡Oiga!
Luego volvió.
Con el «rabu entre les piernes».
¡Me meo!
A empezar de nuevo con Carmen Gallo, de Higiénico Papel.
Y a ganar Premios Oh! ¿Cuántos tiene?
Siete. El primero fue por ‘Fausto’, de Higiénico Papel, obra con la reapertura del Teatro Jovellanos.
El 16 de enero del 2009.
Antes, en el año 2003, ya había recibido un premio con Teatro Margen por ‘La Celestina’ (no era un Premio Oh! porque todavía no se habían creado). Ese mismo año, pero de teatro de aficionado, uno con Kumen por ‘Días sin gloria’.
¿Tiene competencia?
He de decir que no, pero porque no hay nadie con este oficio.
Pues que la gente se forme más.
No solo pasa con mi profesión. En escenografía ocurre lo mismo, y hay que ser profesionales.
Ahora, después de conocerla un poco mejor, cuéntenos como llega a vestir a un personaje tan importante como es la Sardina.
Por Rosabel Berrocal, ya felizmente jubilada de Festejos.
¿Qué hay que tener en cuenta para hacer el traje del famoso pez?
Lo primero, hay decidir el papel que jugará ese año, y en eso tiene que ver mucho la actriz que hará del personaje. Normalmente, ya en época de Cabalgata me paso por aquí y entre todo el equipo se decide. Suele ser un vestido cómodo porque, con lo que lleva encima…
La cabeza, en este caso, es de Pepe Espiña.
Sí.
¿Cuánto tarda, más o menos, en confeccionar el traje?
Depende de si la sardina es prima de la anterior (nos reímos). No hay que cambiar nada más que la parte que se ve.
El misterio se descubrió este lunes en el anfiteatro de la Antigua Escuela de Comercio, donde el emblema ‘antroxero’ hizo su aparición estelar.