«Basta ya de campañas de promoción sobre las bondades del transporte colectivo cuando no se ponen los medios para que tengamos un servicio digno»

Siete y cuarto de la mañana. Estación de autobuses de Gijón. Estudiantes, trabajadoras sociales, empleados bancarios, funcionarios que fichan a las ocho, trabajadores de la limpieza, algún empresario e incluso hasta por lo menos un periodista. Cada una de estas personas espera poder acceder al autobús que les lleve a Avilés y les deje en esa ciudad antes de las ocho de la mañana.
Siete y veinte de la mañana. La cola de espera se estira para cumplir estrictamente con la distancia de seguridad marcada por la pandemia y ya sobresale ligeramente de los límites de los andenes. Poco a poco, los pacientes viajeros alargan su espera en la oscuridad de la calle Ribadesella. “La temperatura es agradable y al menos no llueve”, dice con una mezcla de resignación y socarronería uno de los integrantes de una cola que sigue aumentando.
Siete veinticinco. Un vigilante de seguridad se convierte en improvisado agente de tráfico mientras alecciona al que parece ser un becario con chaleco reflectante en las artes de cómo colocar a una larga de fila de esperantes pasajeros para que no sean atropellados por el autobús que a esa hora llega de Madrid.
Siete veintisiete. A punto de llegar a la avenida de Portugal, la cola de pasajeros por fin comienza moverse. El conductor decide al fin abrir las puertas de un autobús que lleva aparcado en el andén desde las siete de la mañana mientras los pasajeros hacíamos una conga mañanera de más de medio centenar de personas cuya empatía social queda clara cuando lo único que se llega a escuchar es un “ya podría haber abierto antes la puerta”.
Siete y treinta y cuatro. El autobús se pone en marcha bajo la atenta mirada de una de las responsables de la empresa que tras bajar de la oficina estuvo muy atenta a cómo una vez más los derechos de los viajeros saltan por los aires cada vez que hay que coger un autobús en Gijón.
El relato corresponde a la mañana del martes 28 de septiembre. Un día más en el que los viajeros y las viajeras que se desplazan a diario a Avilés se encuentran con una estación que lleva es nombre porque de alguna manera hay que denominarla; un día más en el que los viajeros y las viajeras esperan haga frío o calor, llueva o nieve a que el conductor de turno apure más o menos el café antes de abrir las puertas del bus; un día más en el que los responsables de la empresa que monopoliza el transporte por carretera en esta región miren las colas de espera como las vacas miran el paso de un tren…
¡Basta ya! Este trato es indignante y más aún lo es que la mayor ciudad de Asturias tenga una especie de hangar sin puertas a modo de estación donde opera una compañía que el único respeto que demuestra a los viajeros es que paguen su billete. Un pingüe negocio, sin duda. En un cálculo rápido, solo la línea Gijón-Avilés genera unos ingresos diarios de unos 8.000 euros.
Por esto y por muchos desplantes en los que muchas de las personas que lean esto se verán reconocidas, y porque la ciudad no se lo merece, hay que decir basta. Basta ya de borradores, basta ya de promesas incumplidas, basta ya de proyecto tras proyecto, basta ya de campañas de promoción sobre las bondades del transporte colectivo cuando no se ponen los medios para que tengamos un servicio digno.
Señora alcaldesa, Gijón necesita algo más que borradores. Desde que la ciudad fue afuracada para un metrotren a ninguna parte; desde que se construyó una estación provisional que ya ha cumplido diez años; desde que la futura estación modal cambia de ubicación según el aire de quien gobierne…Desde todo esto y mucho más, Gijón se ha hartado de borradores que lo único que permiten es alargar los tiempos una ignominia que ya dura demasiado.
No es de recibo que el dato más destacado del supuesto proyecto del plan de vía sea que se ahorran 60 millones y que en el solarón ya no habrá torres de veinte metros. Lo desgraciadamente destacado de este plan es que aunque Moreda es la ubicación elegida para la estación, aún no se descarta la opción del Museo del Ferrocarril si el estudio informativo, aún por hacer, considera que es mejor. Lo que no es de recibo es que no sé sepa aún de dónde van a salir las perras para pagar una actuación que, por otra parte, está también pendiente de lo que diga la declaración de impacto ambiental. Es decir, un borrador más.
Mañana volverá la cola a los indignos andenes de Gijón que no servirán de cobijo cuando comience a hacer frío y el invierno nos deje aún más claro que esta ciudad está harta de borradores. ¡Estación de autobuses, ya! Ese es el único proyecto viable a estas alturas.
Voces en castañeu Nachin!
Una preguntina, si la estación de autobuses ye de una empresa privada, ¿no debería dirigirse a los Cosmen en vez de a la alcaldesa?