El presunto vial de Jove sólo inspira altisonantes declaraciones políticas y una total indiferencia social. Mientras, ni las mujeres quieren su ordenado traslado al actual Museo Piñole (que amenaza con acabar sus días en un ‘cuartón’), ni Álvaro Queipo sabe nada de un pacto con Foro (¿?), ni el ex jefe Alejandro Gallo de la Policía Local (montaje fotográfico incluido) estuvo presente en la inauguración de la nueva Comisaría. Remar para no moverse

Hay imágenes que, por simples, no dejan de contener una considerable carga simbólica. Puede parecer una banalidad, pero cuando uno observa a los jóvenes, y no tan jóvenes, remando aplicados en el canal de agua del Grupo Covadonga, eso sí, sin moverse de su sitio, sin avanzar un solo ápice, es inevitable hacer paralelismos con la realidad que, en diferentes y variadas facetas, se vive nuestra querida ciudad de Gijón. Veamos. El ayuntamiento, bueno, más bien Foro con el habitual silencio cómplice del PP, se afana en crear en el antiguo Asilo Pola un moderno centro de atención a los problemas de la mujer, previo desalojo del actual Museo Nicanor Piñole. Para tan noble fin, la concejala delegada de Cultura Montserrat López Moro se sitúa al frente de la piragua, agarra los remos con fuerza y se pone a bogar, eso sí, en contra de la corriente. Tan en contra, que resulta que ni las propias beneficiarias del idílico proyecto están a favor del mismo. Vamos, que insinúan, a través del Consejo de la Mujer, que sólo se trata de una ‘chapucilla’ para salir del paso y que en nada, o casi nada, se corresponde con la realidad de los servicios que precisan. Viene a ser como si te regalan un ‘casoplón’ en un maravilloso paraíso, pero lo rechazas porque, por ejemplo, no dispone de los baños suficientes para atender a los futuros invitados. El colectivo feminista está muy ideologizado y tratar de llevarlo al redil con prebendas, y más sin previo consenso, es tanto como abocarse al fracaso.
Al margen de otras ubicaciones prometidas e incumplidas, a las mujeres implicadas en el asunto no les hace maldita la gracia que las destinen a pasar a la historia como las ‘malvadas’ que desalojaron un museo tan emblemático como el dedicado a Piñole para colocarse ellas en su lugar. La cosa ya está calentita, pero es que, encima, la consejera de Cultura Vanessa Gutiérrez, viene a asegurar que ella está siguiendo el asunto por la prensa, que nadie le informó de nada, y que si no se cumplen las condiciones de exposición futura de la obra del pintor, simplemente presunto nuevo emplazamiento no se reconocerá como un museo. Más bien será algo así como el ‘chamizu’ o el ‘cuartón’ de Piñole. Más aguas turbulentas para la piragua de doña Montse, que cada vez tiene más pinta de navegar hacia un inevitable naufragio, máxime cuando el maná de fondos europeos a esos efectos se ha esfumado. Y quienes caminan en esa misma dirección, hacia aguas profundas, cargados de razón y de buena voluntad, pero sin respaldo social alguno, son los líderes vecinales de la zona Oeste de la ciudad, en su interminable cruzada en pro del vial de Jove. Ha pasado un año desde el fiasco auspiciado por el Gobierno de Pedro Sánchez y su arma letal al frente del ministerio de Transportes, el señor Oscar Puente, y nada se ha movido, ni nada se moverá. De poco sirven las altisonantes declaraciones políticas, tanto de amigos como de enemigos de bancada, si la indiferencia se ha instalado en el sentir popular. Duele recordarlo, pero no olvidemos que, a raíz del engaño de hace un año, las asociaciones ciudadanas llamaron al ‘todo Gijón’ a echarse a la calle para que las voces llegasen a Madrid. El resultado de la manifestación fue decepcionante. Apenas setecientas personas, y siendo generoso, se pusieron detrás de la pancarta. Ni a la calle Corrida llegaron las consignas. Ahora se habla de una nueva movilización. No quiero ser agorero, pero si la del año pasado, con el asunto caliente, congregó a la citada y exigua masa ciudadana, no es difícil imaginarse el éxito de una nueva convocatoria ahora, cuando el suflé está más pasado que los tiempos del Sporting jugando por los campos de Europa.
Más madera para remar, como en el canal del Grupo, sin moverse del lugar. Y quienes no tienen la menor intención de moverse del sitio que ahora ocupan en la Plaza Mayor, son los concejales del Partido Popular. No es de extrañar. Después de casi medio siglo chupando banquillo en la oposición, vieron abierta la puerta del gobierno, eso sí, de la mano de Foro, esa especie de primo de Zumosol que los tutela y que, si se salen del carril, les suelta una colleja para que no se vengan más arriba de lo necesario. Si no, que se lo digan a Ángela Pumariega con el ‘asunto Piñole’. Hay nervios, muchos nervios. Los cinco ediles están viviendo un inesperado momento de gloria, pero ven que la vela se está empezando a agotar y que hay que posicionarse con vistas a las próximas listas electorales. ¿Listas, pero qué listas? Ese es el dilema de quienes aspiran a seguir en el escaño municipal, que son todos. ¿Habrá pacto o no habrá pacto con Foro en Gijón? Nadie tiene la respuesta. Bueno, en realidad nadie de los implicados en este nivel. Aquí sí es ciertamente atinado el antes mencionado símil de los indómitos remeros del Grupo Covadonga. Los ediles se dejan la piel y el sudor dándole a la palas, pero siempre se quedan en el mismo lugar. Su presidente regional dice un día que nada hay de un acuerdo con Foro y, al día siguiente, en presencia de una de las vacas sagradas del partido a nivel nacional, y con su total aquiescencia, afirma que hay que ser muy amigos del partido que preside Carmen Moriyón. Todo, aseguran, para desalojar al gobierno de Barbón del Principado. ¿Y qué pasa con Gijón? Una lista conjunta pone los pelos de punta a quienes aspiran a la renovación, pero, es más, en los mentideros populares, siempre muy animados, se asegura que Queipo estaría dispuesto a entregarle a Moriyón la ‘cabeza política’ de sus actuales cinco representantes en el ayuntamiento (y de alguna víctima más colateral) a cambio de ese apoyo electoral que precisa para optar, con ciertas garantías, a presidir el Principado, Vox mediante. Incluso hay quien aplaude este modelo de rendición incondicional porque acceder al gobierno regional abriría las puertas a decenas, si no centenares, de empleos público-políticos en la administración asturiana. Una apuesta arriesgada la de ‘vender’ Gijón a cambio de tener más números para ganar el bingo regional, postura que una importante facción del partido en la capital de la Costa Verde no ve nada, pero que nada clara. Andrés Ruiz accedió a la presidencia del partido en la ciudad el pasado mes de febrero, de la mano de Mercedes Fernández, prometiendo independencia en las decisiones a adoptar en beneficio de la ciudad y ahora se ve inmerso en un nudo que le ahoga el cuello. De hecho, Cherines, siempre muy beligerante en contra de los acuerdos con Foro (no digamos ya la absorción o de listas tuteladas) no ha aparecido por la Junta Local del partido, de la que es miembro nato, desde el pasado mes de febrero, algo que llama mucho la atención a sus compañeros de filas, máxime cuando estuvo muy activa en las citas previas al citado congreso local. Nada es casualidad y la diputada sabe muy bien marcar los tiempos, sobre todo cuando hay tormenta a la vista.
Pero entre tanto remero en busca de músculo y a piñón fijo, mejor acabar con una nota de humor para rebajar el nivel de adrenalina general. Después de diez años, la alcaldesa inauguraba hace unos días, en compañía de la todavía concejala de Seguridad Ciudadana Nuria Bravo Bretones, la nueva Comisaría de la Policía Local. Hubo honores por doquier y alguna significativa ausencia, como la de Alejandro Gallo, hasta hace muy poco comisario local. Dicen algunos que estaba en tierras leonesas. Otros, que fue visto ese mismo día en Gijón y que optó por una digna ausencia. Eso sí, por las redes sociales de la Comisaría circuló como el agua del canal del Grupo, a toda máquina, una foto montaje con la alcaldesa, la concejala y el nuevo jefe cortando la cinta inaugural y, detrás, en muy segundo plano, el señor Gallo en pantalón vaquero, camisa azul, americana y sus inseparables gafas negras hablando por su no menos inseparable teléfono móvil. Pudo ser, pero no fue, como casi todo en esta ciudad.