«Aquellos que no viven en la desmemoria colectiva, ni brindan por el eufemismo más confortable, todavía recuerdan el adagio con el que José María García le definió: ‘Ni una mala palabra, ni una buena acción'»
Siempre fue un tipo pinturero con hechuras de galán. De haber nacido en Malibú o en Palm Springs competiría por ser guapo oficial en los platós norteamericanos a finales de los años 60, para colar su apellido entre el de Brando, Newman o Redford en las carteleras de los principales cines. Allá lejos, en la tierra de «los sueños», con hamburguesas y Coca Cola en un descapotable.
Quiso el destino que Manuel Vega-Arango Alvaré naciese en Luanco el 17 de agosto de 1938. Creció el niño pertrechado en las oscuras décadas de un franquismo que no dejaba resquicio alguno para coloridos y alegrías excesivas. Estudió el mocetón en el Colegio de la Inmaculada y a edad temprana ya mostró interés por el deporte en general, el fútbol en particular. Formó parte de la delantera del Sporting durante tres temporadas, Debutó en Primera División contra el Valladolid en la liga 57-58. Y firmó su primer gol de un certero testarazo que no pudo detener Pesudo, cancerbero del Valencia C.F. Sigue siendo el único futbolista en la historia del club que decidió no abandonar su condición de amateur en el primer equipo del Sporting.
Vega-Arango, Alvaré, o don Manuel, llegó a la presidencia rojiblanca con el ‘título’ de empresario y sin oposición. Siendo el único candidato el 28 de mayo de 1977. Le fue bien en el fútbol, como máximo dirigente de aquel inolvidable Sporting de los años dorados, y no tan bien en los negocios. Su cabello domeñado por la gomina o brillantina, su planta y una buena puesta en escena le bastaron para rodearse de grandes profesionales que respetaban la impostura bien estudiada de un gentleman de la vieja escuela. Católico, apostólico y romano de Luanco. Paseando camisa azul y Ray-Ban de aviador en verano, y abrigo Loden en invierno.
Pretendió vivir en el fútbol, por el fútbol y del fútbol. Presidió la Federación Asturiana. Probó fortuna sin esperanza en política. Alianza Popular quiso presentar al engominado caballero para la alcaldía de Gijón pero, al final, no llegó a engrosar las listas municipales en beneficio de las del Senado, en las elecciones generales de 1986, como candidato por Coalición Popular. Regresó al Sporting en 1997, asumiendo las funciones de consejero delegado del club, y en 2002 aceptó de manera vergonzante la presidencia del Sporting, cumpliendo el papel de parapeto de Los Fernández. Manchando una buena imagen que nunca dejó de ser el destello en un espejo o el fugaz brillo de un Óscar de Hollywood en El Molinón.
Aquellos que no viven en la desmemoria colectiva, ni brindan por el eufemismo más confortable, todavía recuerdan el adagio con el que José María García definió a Manuel Vega-Arango Alvaré: «Ni una mala palabra, ni una buena acción».