Aunque no lo parezca, el sportinguismo y todo lo que conlleva tiene bastante que ver con la Unión Europea
A fin de explicar el entusiasmo con el que iban y la decepción con la que volvían los jóvenes del momento a combatir en guerras del siglo XVIII, el gran profesor Caso –docente de Historia de varias generaciones de gijoneses en el instituto Jovellanos-, se servía de un símil futbolístico local: “Para que lo entendáis, decía, era como cuando los domingos por la tarde la avenida de la Costa se llena de alegres transeúntes que agitan sus bufandas y corean todo tipo de cánticos exaltados mientras se dirigen al Molinón. Después, un par de horas más tarde y derrota sportinguista mediante, vuelven por el mismo camino, pero reina el silencio y las bufandas, que antes volaban, van a rastras”.
El Sporting, para qué engañarnos, da más momentos agónicos que felices, más sufrimiento que disfrute, más disgustos que alegrías. Sin embargo, temporada tras temporada, la Mareona inunda de ilusión las calles y chigres de la ciudad. Porque, pese a todo el sufrimiento cuando las cosas no salen bien, la satisfacción de los triunfos y el placer de compartirlos con familiares y amigos están siempre muy por encima.
Aunque no lo parezca, el sportinguismo y todo lo que conlleva tiene bastante que ver con la Unión Europea (UE). Me explico: es cierto que, a veces, al igual que las derrotas de nuestro equipo, las decisiones de la UE duelen. Nos duele Europa. Ocurrió, por ejemplo, con la respuesta a la anterior crisis económica, y lo sigue haciendo con la gestión de los flujos migratorios, materia en la que queda mucho por hacer.
También estuvo a punto de pasar al inicio de la emergencia del coronavirus. Sin embargo, y aunque no esté cada día en portada de los grandes medios de comunicación, la integración europea vive ahora un buen momento precisamente a raíz de la respuesta de la Unión a la difícil situación económica provocada por la pandemia. Uno de esos momentos, como el mítico gol de Quini al Rayo o el ascenso de los guajes liderados por Abelardo, que hacen que todo lo demás valga la pena.
Europa ha decidido dar un paso de gigante en su proceso de integración al aprobar, en la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno del pasado mes de julio, la emisión de deuda mancomunada por valor de 750.000 millones de euros. Un gran avance que contrasta por completo con la respuesta de hace una década y afronta la actual crisis económica de manera conjunta y solidaria.
Más allá del momentum que supone para la UE, esta emisión de deuda se traducirá en un gran volumen de fondos que se prevé que lleguen a la economía real a principios de 2021. Asturias tendrá acceso a buena parte de ellos, particularmente al Mecanismo de Transición Justa –diseñado para apoyar a las regiones que, como la nuestra, cuentan una tradición industrial que complica el proceso de reducción de emisiones a la atmósfera-, que se suma a los fondos estructurales y de cohesión, que tanto han hecho por el desarrollo de nuestra sociedad en las últimas décadas.
En síntesis, pese a la imagen gris y de permanente crisis que se suele transmitir, la Unión Europea está ofreciendo a la ciudadanía una respuesta a la altura de la gravedad de la situación que vivimos. Una respuesta que debe ahora culminarse en las negociaciones interinstitucionales de las próximas semanas pero que, cuando menos, merece que observemos estas conversaciones con la misma ilusión con la que afrontamos los partidos del Sporting cada domingo. Ambas cosas merecen la pena.
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