Por Víctor Guillot
Carlos Bardem, autor de ‘EL ASESINO INCONFORMISTA’:
«En el libro cito tres justicieros célebres: Charles Bronson, Steven Seagal y Manuel Fraga Iribarne»
«En alguna parte de nosotros, estamos tan convencidos de que hay gente que no paga por sus delitos, que recibimos hasta con simpatía la aberrante figura de un justiciero»
El cine paga sus facturas, la novela sacia su hambre por revelar la realidad. Lo hizo en ‘Mongo Blanco’ para desvelar la historia de su país, cómplice como otros del esclavismo. El autor de ‘Alacrán enamorado’ lo vuelve a hacer ahora también con ‘El asesino inconformista’, la novela de un sicario dedicado a matar corruptos por encargo de otros tantos. Fortunato, el protagonista, es un misántropo dispuesto a hacerle un favor a la sociedad. Fernández, el hombre que le ofrece los encargos, un hombre que se mueve en las zonas de penumbra, en las cloacas del Estado. Su relación pone de manifiesto el noble arte del asesinato convertido siempre en accidente y mala suerte y un país corrompido hasta la médula, el nuestro.
-No hace mucho, hablando con un abogado valenciano que se había ocupado de diversos casos de corrupción, afirmaba que matar en España es realmente barato y fácil. Por 20.000 euros un sicario colombiano te puede hacer un trabajo excelente. También afirmaba que la mafia rusa o la italiana se encargaban de estos asuntos a la hora de hacer desaparecer a un político corrupto en España. Me gustaría saber si a la hora de escribir esta novela donde abordas este tipo de crímenes te has encontrado en una situación así, donde además, siempre cabe una reflexión sobre la banalización del mal.
-Hay una serie de peculiaridades. Después de tanta novela que se ha escrito, yo doy la clave sobre el asesinato perfecto. La clave es que nadie quiera atraparte. Fortunato, el protagonista, es un sicario que mata a corruptos por encargo de otros corruptos.
-Eso es muy español.
-Si, esta novela es muy española. En este caso, y todo tiene un aire muy familiar si hacemos memoria, sus asesinatos no pueden ser carnicerías. A diferencia de la novela anterior, que estuvo muy documentada, esta ha sido muy intuitiva. Basta conectarse a internet y en cualquier buscador para encontrar mil maneras distintas de matar a alguien de forma incruenta. No recomiendo a nadie que lo haga. Este hombre, por cómo son sus encargos y la necesidad de que parezcan muertes naturales, es un especialista, tiene sus técnicas. Dicho esto, como vivimos en el mundo que vivimos y la judicatura está como está, afirmo que esta novela no es una apología del asesinato. Fortunato también es un tipo que tiene un código: solo mata corruptos. Y lo hace como su contribución a la humanidad desde su propia misantropía.
-Anteriormente citabas a Houellebecq, que también es un misántropo, ¿de qué manera has recibido en tu acervo como escritor la obra de Houellebecq?
-Me interesa mucho el autor de Las particulas elementales o Plataforma, pero reconozco que tiene otras novelas que no me interesan tanto. No comparto para nada su visión reaccionaria de la vida pero tampoco caigo en la cancelación de su obra por el mero hecho de que haya cosas en él que no me gusten. Me quedo con una divertida mala hostia que tiene este tipo a la hora de diagnosticar ciertas taras sociales o ciertas formas de estar en el mundo.
«Roto el elevador social entre la gente normal y los más pudientes, si tú eres impune, hagas lo que hagas no te va a pasar nada»
-Quizá cualquier lector medianamente decente no tenga más remedio que identificarse con el asesino. ¿Qué efecto va a tener en el lector la conducta del asesino incorformista?
-No me atreveré nunca a describir el efecto que tenga la novela entre los lectores. Tampoco soy partidario de la figura de los justicieros. No creo en los justicieros. En el libro cito tres justicieros célebres: Charles Bronson, Steven Seagal y Manuel Fraga Iribarne. No creo en ese método de la justicia. Pero ‘El asesino inconformista’ sí me sirve para constatar una realidad que está ahí: la sensación que tenemos todos de que hay gente impune e inmune a la ley. Cuando me piden el pitch, que describa el libro en una frase, suelo decir que va de un psicópata que asesina políticos corruptos. Se lo habré dicho a editores, escritores y periodistas. Curiosamente, cuando dices esto, nadie se lleva las manos a la cabeza. Todo el mundo enarca las cejas y esboza una sonrisa. Eso es un síntoma preocupante. Nadie se espanta. En alguna parte de nosotros, estamos tan convencidos de que hay gente que no paga por sus delitos, que recibimos hasta con simpatía la aberrante figura de un justiciero.
–Entonces no hay autocensura.
-Como escritor no me detengo ante la autocensura. Necesito estirar los límites de la realidad convencional. En uno de los capítulos cito a Dostoyevski que viene a decir que yo solo me atrevo a decir aquello que ustedes ni siquiera se han parado a plantear. Vivimos en una sociedad donde nos roban, los mass-media nos bombardean con la insostenibilidad de las pensiones o de la sanidad. Pero nadie nos habla de los 120.000 millones de euros que cuesta la corrupción política en este país. Tenemos un sistema que está podrido desde la cabeza bicéfala, una está en Emiratos Árabes y la otra aquí. ¿Soy yo partidario de que los maten? Desde luego que no, tan sólo me permito el lujo de ficcionarlo, y que en cada lector saque sus conclusiones. ‘El asesino inconformista’ es una novela asociada a ese poco interés que tengo en repetirme y mi poca visión a la hora de fabricar best-sellers. Necesito divertirme, indignarme, asustarme.
-Esta novela que bebe del hard boiled de alguna manera busca la justicia donde la justicia real no está presente. Es verdad que en el género, más que hacerse justicia, se medía la temperatura moral o la decadencia de una sociedad. Personajes como Marlowe ganaban pequeñas batallas, pero siempre perdían la guerra. Quiero decir, por poner otro ejemplo. En ‘A quemarropa’, el protagonista hace justicia pero no logra acabar con el sistema. Siempre hay un corrupto en el sistema que sobrevive.
-El hard boiled más canónico ha influido esta novela, pero también Dostoyevski. Este sicario sólo ve una persona y como en ‘Los demonios’, se pregunta si hay uno o mil personas que le proponen estos encargos. Fernández, el tipo que le propone los trabajos, está sacado de las grabaciones que vemos en los telediarios. Me interesaba narrar, describir ese lugar de sombra en nuestras sociedades, donde estos tipos se mueven con absoluta impunidad, con total seguridad. Fortunato, nuestro protagonista, es alguien que sabe que cuando va a ejecutar un encargo, hay más gente que, incluso él no conoce, que está trabajando para crear la situación, una zona de sombra alrededor de la víctima en la que solo se podrán encontrar el asesino y el asesinado. Las autopsias poco rigurosas, incineraciones rápidas. Me gustaba fabular en torno a un asesino reflexivo, minucioso, muy bien preparado, que trabaja con gente que no conoce y es mejor que no conozca, que entronca directamente con las cloacas del Estado. Fernández ha sido de todo: exmilitar, expolicía, CESID. En eso se basa la idea del crimen perfecto: que nadie quiera atraparte. En esta novela no aparece ni un solo policía. Aquí no hay nadie persiguiendo a nadie. Me interesaba crear este mundo que entronca con la idea de la impunidad del corrupto y del asesino. Vivimos en una sociedad de impunes. Roto el elevador social entre la gente normal y los más pudientes, si tú eres impune, hagas lo que hagas no te va a pasar nada.