El científico presenta su nuevo libro ‘La levedad de las libélulas’, que fue presentado en Oviedo y en el que fusiona su vasta experiencia científica con un profundo enfoque humanista
Es uno de esos científicos que no necesita presentación. A Carlos López-Otín le avala toda una carrera de logros que le ha llevado a escribir su última publicación, muy alejada del lenguaje científico de las revistas especializadas. Se trata del libro ‘La levedad de las libélulas’, presentado en Oviedo y en el que fusiona su vasta experiencia científica con un profundo enfoque humanista, explorando la historia de la medicina con el objetivo de reimaginarla como una medicina de la salud, entendida en su dimensión más amplia y vital. Con un estilo impregnado de referencias literarias y musicales, el autor invita al lector a un diálogo que trasciende disciplinas, relacionando ciencia, arte y filosofía. Desde el título hasta las páginas finales, López-Otín conversa con figuras como Cortázar y Leonardo da Vinci, demostrando que el conocimiento no debe dividirse en parcelas, sino integrarse en una visión más completa.
“No distingo entre las ciencias, las letras o las humanidades y las tecnologías. Para mí son partes de la misma ecuación: la del conocimiento y el disfrute de aprender”, afirma López-Otín durante esta entrevista de Canal Prestosu de Caja Rural de Asturias. Según el científico, la tendencia a segmentar el saber en áreas separadas refleja una incapacidad de integración que limita nuestra comprensión del mundo: “Separar esta búsqueda del conocimiento es, para mí, muy desafortunado, porque solo refleja nuestra ignorancia”.
Hacia una medicina de la salud
El libro aborda también un tema crucial: la necesidad de replantear la medicina moderna, que a menudo se enfrenta a retos inmensos como el tratamiento de más de 17.000 enfermedades conocidas, muchas de ellas incurables. Frente a esta realidad, López-Otín propone avanzar hacia una “medicina de la salud”, una visión más preventiva y cultural de la vida: «Nuestra arrogancia como especie nos hace pensar que todo está resuelto, que basta con exigir al hospital que cure nuestras dolencias. Pero debemos entender la salud como una cultura de la vida, lo que implica responsabilizarnos en la medida de lo posible de nuestro bienestar”.
El autor reflexiona también sobre el papel de la inteligencia artificial en la medicina y en otros ámbitos del conocimiento, advirtiendo sobre los riesgos de depositar en ella una confianza desmedida: «No seamos tan arrogantes pensando que con la IA todo está resuelto, porque no es verdad. Lo he vivido. Mi conclusión es que, mientras enseñamos a las máquinas, no debemos olvidarnos de educar a las personas”. La levedad de las libélulas no solo es una exploración científica, sino también una invitación a integrar saberes, repensar nuestra relación con la salud y reconectar con el espíritu humanista. Una oda a la interconexión de conceptos y disciplinas que, en palabras de su autor, nos recuerda que todo está relacionado.