«Está el rumor muy extendido de que yo tengo negros. Cosa que me halaga y me hace gracia«
«Si yo pudiera escribir historias y tener un Milli Vanilli, alguien guapo o guapa que se lleve la fama, los post en Facebook, las fotos, las loas…»
Sus Caminantes iniciaron un camino que todavía hoy recorre con paso firme. Los zombies molan, y Carlos Sisi se subió a esa ola antes de que el género se pusiera de moda. Cuando comenzó a contar historias de muertos vivientes, no había casi nada escrito, pero él pudo ver el nicho de un mercado sin explotar. Sacó el boleto ganador y desde 2009 no ha parado de publicar historias de zombies, de ciencia ficción y, cómo no, fantasía clásica al estilo Tolkien. Sisi, un veterano ya en las trincheras del Celsius, charla con miGijón de monstruos, de su trabajo y, aunque le halaga el rumor, negar que tenga negros que escriban por él: “mis editores me dicen que pare ya, que escribo muchos títulos”.
Hace veinte años parecía una locura escribir una novela de zombies, y sin embargo tú has construido buena parte de tu carrera con ellos.
Había un nicho ahí y nadie lo sabía. Estoy seguro de que si llego ir a Planeta con los zombies, me hubieran dicho que estaba chalado de la cabeza. De hecho, el grupo de Facebook al principio se llamaba “Los Caminantes Novela de Terror”. No me atrevía a decir que era de zombies porque no era normal. Yo lo publiqué en 2009, pero el otro día la fecha de inscripción en el registro y era de 2007. En esa época, mientras se me ocurrió a mí, no había mucho material. Fueron las editoriales pequeñitas las que se dieron cuenta de que ahí había un nicho. Luego ya llegó la moda zombie literaria, se empezó a publicar mucho más, a importar de fuera… Pero yo lo hice porque me gustaban las películas, no tiene más misterio. Quería escribir sobre algo y no sabía sobre qué. Si King puede escribir sobre vampiros, pues una de zombies…
¿Le ha hecho mucho daño a la Fantasía, el Terror y la Ciencia Ficción todo el cine cutre que contaba esas historias? Hasta hace poco parecía que eran géneros de baja calidad y ahora mismo está en la cresta de la ola.
Empezamos los ultra fans a escribir sobre zombies, y luego ya otros autores vieron que había potencial para conseguir lectores. No solo puedes escribir sobre lo que te gusta. Es muy bonito decir eso, pero en la práctica es un poco sufrida. Tiene que haber un equilibrio entre lo que quieres escribir y orientarlo a donde está el público.
Yo hice lo que me apeteció porque no tenía pensado publicarlo. Curiosamente es una de mis novelas que más ha vendido, he escrito muchas después, pero la afición de la gente por los zombies es lo que puso a la novela en sucesivas ediciones, su traducción al francés y al inglés, etc. Le doy un poco a la gente lo que pide. Eso me satisface mucho. La saga Rojo, por ejemplo, yo no tenía pensado escribirla. Pero a raíz de poner cosas en Facebook la gente me preguntaba cuándo salía esa novela. No era una novela, sino fragmentos. Entonces les pregunté “¿en serio queréis una novela de zombies?”, y esa publicación llegó a 3.000 likes. Y eso, a día de hoy, me emociona. La gente es lo que me impulsa a escribir. Somos como perritos que se ponen panza arriba para que les acaricien.
Si lo piensas en frío, yo podía ganar mucho más dinero trabajando en cualquier otra cosa relacionada con lo que tenía antes de escribir, que era en el mundo de la informática. Pero esa sensación de creador es sublime. Es adictiva. Poderosa. Y cuando pones en Facebook que has escrito una novela y alguien te dice que la ha leído, me ha encantado, esa sensación es la que hace que digas: voy a escribir otra más. El que diga que no, se engaña a sí mismo.
Es un poco alimentar el ego, ¿no?
A todos nos gusta gustar. Por eso nos peinamos, nos compramos ropa, nos arreglamos, nos afeitamos… Está en todo lo que hacemos. Ya lo decía Bukovski: “todo lo que hacemos es para follar”, reducido a su máxima expresión. Pues los escritores igual. El escritor que está parapetado en que escribe lo que quiere y me da igual los demás, no me lo creo. Será que a mí me gusta que mis libros gusten, que lleguen a la gente.
Zombies aparte, tu catálogo incluye ciencia ficción y fantasía clásica al más puro estilo Tolkien. ¿Huyes del encasillamiento? ¿Cómo eres capaz de cambiar tanto de registro?
Para mí es necesario, yo mismo me aburro si no lo hago. Con Rojo estuve un año liado, con los zombies y la forma de hablar de los personajes americanos, que tienen otra psicología, otra forma de pensar, otras reacciones… Cuando has hecho ese trabajo durante tanto tiempo, te apetece un cambio. Es como cuando te coges tres semanas de vacaciones en la montaña y te apetece irte a la playa para cambiar un poco. No podría escribir terror toda la vida. No quiero asustar a la gente. Quiero contar historias. Para mí las historias de Fantasía son vacaciones mentales. Es un alivio, me pongo contento.
¿Cómo construyes tus novelas?
Improviso mucho. Hay otros autores que planifican todo. Siempre digo que soy el primer lector de mis libros, disfruto. Yo mismo detecto si los personajes hablan mucho, es un periodo de transición… Pues en ese momento el cuerpo me pide un poco de acción. Por eso mis libros acaban siendo bastante corales. Mis personajes están siempre preparados para la acción. Los aparco y cojo a otro en función de las necesidades.
Es curioso cómo cada escritor afronta una novela de formas tan diferentes
Supongo que es por cómo funciona la mente de cada uno. Yo soy muy artista, muy caótico. No me gusta planificar nada. Supongo que es porque la vida me ha enseñado que las cosas muy planificadas acaban por desmoronarse y luego se produce una especie de decepción. Incluso en los viajes. Yo no puedo planificar un viaje diciendo “tengo que ir aquí, y coger un avión que me lleve hasta ahí, e ir a un museo tal día”. Luego el vuelo se retrasa, el museo está cerrado los miércoles y al final no haces nada. En cambio, si todo es sorpresa, vas por la vida y te vas encontrando cosas. Al final tienes un buen día. Y las novelas, igual. Me vuelvo muy rutinario si se lo que va a pasar. Acabo describiendo las cosas como un trabajo. Si no lo se, les pongo más vida.
Eres uno de los veteranos del Celsius, ¿cuántos llevas ya y qué es lo que tiene? Porque todos volvéis…
Yo creo que cinco. Es un poco Avilés, el cambio de temperatura, encontrarse con amigos, el buen trato que nos dan Cristina Macía y su equipo… Es todo muy reducido, ves a todo el mundo pasar. Son unas vacaciones.
¿El propio formato del Festival hace un poco de filtro? Al final, al escritor cercano le encanta el Celsius.
Puede ser. También es el trato de la gente del norte. Está el mito de que en el sur la gente es muy familiar, muy cercana y abierta. Mi experiencia es que aquí la gente es muy agradable, muy cariñosa. Hay veces que llega la gente y te da un libro para dedicárselo y ya está firmado, y lo que quieren es verte un ratito, hacerse la foto. Aquí hay mucho trato. Hay otras firmas que son muy largas, está el señor sentado distante… Aquí hay roce, hay abrazos. Te pillan por la calle y te piden que les firmes algo y te invitan a tomar algo. Eso está muy bien, es distinto.
Al final hay escritores que les gusta escribir, y escritores que les gusta ser escritores.
Yo te confieso que sueño con ser un ghostwritter. A ver si alguien me hace caso y me propone un proyecto. A mí lo que me gusta es contar historias. Soy muy casero, no me gusta salir. Yo quiero sentarme y contar historias. Aunque me guste el contacto con la gente, es algo agotador. Es abrumador. Pones demasiada atención. Cuando alguien te para y te pide disculpas o te da las gracias… Las gracias las tengo que dar yo. A los escritores nos encanta que nos paren, nos pidan autógrafos. Pero todo eso agota. Si yo pudiera escribir historias y tener un Milli Vanilli, alguien guapo o guapa que se lleve la fama, los post en Facebook, las fotos, las loas…
Como Alejandro Dumas y sus negros…
Pues está el rumor muy extendido de que yo tengo negros. Cosa que me halaga y me hace gracia. Es bonito que alguien piense que mi nombre tiene suficiente poder como para tener ese tirón literario cuando, en realidad, mis editores me dicen que pare ya que escribo muchos títulos.