«El Gran Carson supo poner su mirada en aquellas que fueron, las que son y las que serán en Cimavilla. A sus 89 años no esquiva el pigacín ni con rutinas que ayudan a organizar semanas»
Los Pericones son el plácido escenario de esos paseos diarios con su querida perrina Katy. Carson no esquiva a sus 89 años el encuentro con su habitual pigacín ni con unas rutinas que ayudan a organizar semanas, charlas con amigos, conocidos y familia. Anina Hood y la Casa de la Memoria rescataron hace un tiempo algunas de sus maravillosas fotografías. Esas mismas que retrataron vida y época de un barrio pesquero y «puñetero», de mujeres bregadas en la lucha por el pan.
Con 14 años José Manuel Rodríguez (todavía no era Carson) acudía cada mañana a su puesto de trabajo como dependiente de Confecciones Astur, en San Bernardo. En 1949, con 17 años, decidió hacerse boxeador; era pequeñín y fajador. Hacía guantes en Cimavilla, fue peso ligero y no perdió un combate. Un periodista de La Voluntad bautizó al valiente boxeador como Carson por su parecido con el forzudo norteamericano: Joe Carson. Así le conocen aún hoy en casa, en Gijón y en el universo mundo. Practicó la halterofilia, se convirtió en todo un campeón de lucha libre, de grecorromana y el montañismo y la pesca submarina no faltaron en su lista de pasiones. El deporte es uno de los pilares fundamentales en la trayectoria vital de José Manuel Rodríguez.
El tipo vivía en las casas baratas de El Coto pero el influjo de Cimavilla le llevó a perderse por sus calles, plazas y muelle. A cortejar entre los Remedios y la Soledad y a cebar una afición por la fotografía con dos etapas diferentes. Antes de Francia y después de Francia, buscó mejor vida y aventura en el país galo. Se marchó con Avelino, un minero «significado» en las huelgas de La Camocha. En la vecina nación trabajó de maderista con un curioso grupo de «forestales» vegetarianos que cortaban grandes árboles dos días seguidos y se tumbaban al sol otros dos. Regresó a España para curarse de un feo corte en un dedo y de paso reencontrase con la familia. A mediados de los años 60 decidió olvidarse de coqueteos profesionales baldíos llevando conocidas firmas de cámaras.
Llegó a ser el representante de las motosierras suecas Husqvarna. Se dejó la piel en Muniellos, vivió, soñó, amó y retrató esa vida dura entre los 50 y los 60 que algunas paredes del barrio alto nos siguen recordando en los breves días del otoño. José Manuel Rodríguez «Carson» es buena gente y tiene una biografía digna de una novela o película. La vecindad de mi barrio que es agradecida no olvida al Gran Carson que supo revelar y poner su mirada en aquellas que fueron, las que son y las que serán.