Los vecinos poco importan, y el individualismo y el amor por lo privado frente a lo público gana territorio a mordiscos ante la irritante pasividad de políticos y medios de comunicación
Me llamo Celia y llevo ocho años viviendo en el barrio alto de Gijón. «Barrio alto y abandonado por el Ayuntamiento», apostilla siempre que puede Sara. Sara es la persona con la que comparto piso y vida en Cimavilla. Es una ‘repunante’ asturiana de tomo y lomo, aunque no puedo dejar de reconocer que tiene mucha gracia, y nunca ‘pide permiso para hablar’, no entiende de diplomacia barata y le duele que el barrio se esté convirtiendo en un parque temático. Los vecinos poco importan, y el individualismo y el amor por lo privado frente a lo público gana territorio a mordiscos ante la irritante pasividad de políticos y medios de comunicación.
Le gusta alternar en cualquier terraza a la hora que le da la gana sin sufrir calma tensa, esa que indica la llegada de la invasión mesetaria. No soporta imposiciones sin argumentación, y le toca el hígado todo lo que huela a impostura o pijotería. «En qué momento los cocineros se empezaron a presentar como chefs», o «Feijóo es capaz de intentar recabar votos en un rito espiritista brasileño», suelta Sara frases ingeniosas. Yo me quedo con algunas, pero no puedo estar atenta a todas sus cuitas. Necesito concentrarme, rebozarme en todos los charcos posibles, también en el ‘prau’ del Cerro con la hierba alta. A veces, Sara me riñe porque me apetece hacer pis en la rueda de un Mazda negro, o en el mismo portal de Fuerte Viejo, y yo protesto bajito.
Me llamo Celia y soy una ayerana orgullosa, que explora las calles que pisa. No me gusta el bullicio, ni los gritos, ni los muñecos de semana santa, detesto a los policías locales que van de ‘perdonavidas’ y tampoco simpatizo con palomas, gatos, ratas y gaviotas. Sara ya está criticando a esos imbéciles (dice ella) que llenan ‘Cimata’ de pintadas y, a continuación, tocará meterse con los madridistas, otro de sus clásicos. Yo sólo quiero llegar a casa, cenar, descansar… Espero que no vuelva a ponerme trozos de zanahoria en mi plato. Esta noche quiero soñar con la escalera dos y toda la playa para mí sola.
Ya sé que soy una perrona ayerana y caprichosa, pero quiero mucho a Sara. Me gustan mis días y algunas de mis noches, aquellas en las que no se mete en mi sueño el veterinario. En unos minutos voy a estar roncando; escalera dos y playa, por favor. Como segunda opción me pido mariposas, hierba alta y dientes de león. Se asoma el bostezo. Creo que no puedo elegir sueño, mas yo lo intento, como buena perrona ayerana y caprichosa.