«Más pronto que tarde hermanaremos oficialmente Cimavilla y Sabugo pero necesitaremos ayuda: voluntarios entusiastas, firmas y abrazos. Que no falten los abrazos, desde Avilés hasta Gijón»
Conozco a Pili desde aquella lejana infancia que nos unió con eterna amistad escolar en unos «ingenuos» años ochenta. La niñez siempre regresa si no racaneamos entusiasmo y mantenemos ilusiones en la mirada, sumando ganas de aprender. Nunca dejamos de ser aprendices. Por el momento seguimos teniendo claro este lema vital. Y ahora que somos dos avilesinos con vecindad en el barrio alto gijonés, de cuando en vez nos sentamos a tomar café, en La Tinta, recordando tránsitos cercanos. De Sabugo al Nodo, de la edad infante a la adolescencia, de los vermús en la Plaza del Carbayo; apostados sin prisa desde el Silverio o La Araña, a la cerveza o botella sidra en Oscarín o El Marinos.
Retomamos con energía un proyecto que llevaba demasiado tiempo en ‘la nevera’. Enlazar Cimavilla y Sabugo, Sabugo y Cimavilla en asociación feliz de hermandad. Seguro que secundarán la idea amigos como Yoli, Borja Pino, Patri, Óscar, Pablo Culebro y Chus Naves. Enamorados del terraceo de estos barrios hermanos. Separado el de Avilés, en el medievo, por el río Tuluergo. Y el pesquero de Jovellanos City por el carácter orgulloso del universo playu. Espejos de la misma cara en tiempos de territorio comanche, de navajas y yonkis, con esquinas rotas de lujuria desdentada en venta. Unidos por la historia de marinería compartida. Con pasado ballenero y mercenario. Luchando junto al rey de Portugal: Afonso Henriques en la conquista de Lisboa, en el año 1147. Aliándose con los franceses, bajo el reinado de Pedro I de Castilla, y hostigando a los ingleses en su tierra, surcando el Támesis, o participando, sabugueros y playos en feroz comandita, a la hora de conquistar Tenerife en 1497.
El ilustre ilustrado Jovellanos también holló los adoquines de Sabugo (¿qué adoquines no hollaría el bueno de Jovino?). Y en los convulsos años 30, ambos barrios con alma de pueblo, sufrieron los bombardeos de la Legión Condor en la guerra incivil. Llenan nuestras conversaciones estos repasos de paisaje histórico y paisanaje autóctono e incluso en nuestros viajes, solemos buscar gemelas calles o plazas en cualquier lugar de la anciana Europa. Pegada a la Torre de Belém hay una rampa que a Pili le recuerda, vagamente, a la Cuesta del Cholo. Una de las plazas de Malmö se parece a la del Carbayo en Sabugo. Y en los muelles de Copenhague, dirección a la sirenita, la rebuscada memoria me envió vientos del Cantábrico, soplando furiosos en la Punta Liquerique.
Más pronto que tarde hermanaremos oficialmente Cimavilla y Sabugo pero necesitaremos ayuda: voluntarios entusiastas, firmas y abrazos. Que no falten los abrazos, desde Avilés hasta Gijón.