«Luis Enrique, uno de los canteranos más exitosos, mantiene una magnifica relación con Ciri y afirma que el extremeño fue el mejor entrenador en su carrera»
Manolo Mesa se despierta todos los días con un mensaje en su móvil de un compañero sportinguista que hoy ya es amigo-hermano de Siete Pulmones. A pesar de los años pasados y la distancia kilométrica. El de San Roque recibe desde Gijón todas las mañanas, de lunes a domingo, un «Buenos días Quillo» con la firma de Ciriaco Cano. Futbolista, entrenador y sabio de Plasencia. El orden no altera el resultado que nos da la ecuación perfecta del sosiego con dos piernas, dos brazos, una leve sonrisa y el cerebro de fino analista que ya escudriñaba tiempos y jugadas adecuadas en su primera etapa como jugador rojiblanco y que años después refrendó impartiendo sapiencia desde el banquillo, en justas dosis de botica futbolera. Del Ilicitano al Elche y del Elche al Sporting, donde demostró que podía desarrollar su juego con sencillez y depurada técnica ( bien en el lateral o en el mediocampo ) desde 1971 hasta 1983.
Los aficionados más críticos decían que Ciriaco retenía en exceso el esférico. Pero es que el sabio de Plasencia ya tenía el reloj de los 90 minutos en la testa y acertaba cuando soltaba o amarraba la pelota a su bota, siendo preciso en las paredes que tiraba con Quini, arrancando cerradas ovaciones del respetable en El Molinón. En 1990 firmó como Secretario Técnico del Sporting y en noviembre de esa misma temporada sustituyó a Carlos García Cuervo como «Míster» del primer equipo. El tipo más tranquilo entre Plasencia y Gijón impartía su magisterio con las ideas muy claras: «Si te falta el lateral derecho titular y el reserva, pones al del filial, y si el del filial también está lesionado das paso en el once al juvenil de División de Honor, qué problema hay, para eso está Mareo». Luis Enrique, uno de los canteranos más exitosos, mantiene una magnifica relación con Ciri y afirma que el extremeño fue el mejor entrenador en su carrera. A Ciriaco no le tembló el pulso en el primer partido de la temporada 91-92. Se presentó el Sporting en Zorrilla con cinco debutantes en Primera División: Muñiz, Tomás, Iván, Avelino y Juanele. Venciendo al Valladolid gracias al solitario gol de Luhovy.
En cierta ocasión, se quedó el placentino sin guardametas en el entrenamiento y necesitaba, al menos, un cancerbero para ensayar faltas, centros y saques de esquina. Pudo convencer a Claudio, que formaba parte del equipo de veteranos, y el gallego volador se lo paró todo a un enojado Iordanov. Camino del vestuario el míster le puso la mano en el hombro al portero y entre risas comentó: «Te hago la ficha para el domingo, ahora mismo». Conoció Cano banquillos y despachos: Gijón Industrial, Cacereño, Castellón, Plasencia, Elche, Badajoz y Unión Popular de Langreo… mas fue el amor rojiblanco que alimentaba su corazón noble el que llevó al sabio, en otras dos etapas, a un Sporting paupérrimo que mendigaba entrenador: años 2000 y 2005. Durante muchas temporadas en El Molinón el único que podía solucionar problemas, mejor que el Señor Lobo (Pulp Fiction). «Era de Plasencia me dijeron que decía».