«Esto es un sin vivir. Por la mañana estaba “despedido” y ahora vuelvo a trabajar… es maravilloso», cuenta Miguel Gutiez
Si en el Antroxu gijonés faltara nuestra querida Sardina, un personaje creado para salpicar con su cola escamada todo lo que sea locura carnavalera, el espectáculo sonoro y multicolor no sería el mismo. Habría un carnaval, pero no el de aquí, el gijonudo.
Ayer nos levantamos con una noticia rara, chocante y desde luego, viendo las reacciones posteriores, errónea.
La organización del evento antroxero, prescindiría por vez primera y después de treinta y tres años, lo que lleva festejándose, del chófer del popular personaje, la Sardina.
El terremoto acababa de empezar y su protagonista Miguel Gutiez, veía como su teléfono ardía literalmente. Y es que comenzar una semana mágica sin él no tiene mucho sentido. Es como si a Pelayo, le quitamos la espada, igual.
¿Casi tenemos que ponernos en contacto con los servicios de inteligencia para poder hablar con usted?
Ya le digo, ha sido un día de mucho cariño, la verdad.
¡Bueno! Después del disgusto ha llegado el reconocimiento.
Fíjese sí. Estoy verdaderamente abrumado por las llamadas que he recibido desde todos los ámbitos… parece ser que el personaje que representé durante tantos años, era querido.
De hecho se ha tenido que “ recular”…
(Se ríe) Eso parece porque me han llamado para invitarme a recibir y acompañar a mi querida Sardina en el palco del teatro Jovellanos, durante los dos días de concurso de charangas.
¡Me quedo muerta, Miguel!
Sí como la Sardina (se ríe).
Nos gustaría que contara alguna anécdota.
¡Uf! Tengo muchas, pero mire, recuerdo con especial cariño la primera. Yo ya ejercía de chófer del Rey Melchor, así que cuando se puso en marcha por primera vez el Antroxu y se creó el personaje de Sardina, me llamaron para que fuera yo también el que la paseara por todo Gijón.
Y ¿cómo se quedó cuando vio salir a la “sardinona”?
Imagínese. Yo pensé que iba a pasear a un muñeco, pero ¡caray! Cuando veo salir aquello…aquella cabezona no entraba por el arco del coche (un Suzuki descapotado) así que me puse a cogerla…
¿Y?
Cómo no sabía dónde empezaba y acababa la cabeza… lo que agarré…
¿Sí?
Fueron “les tetes”, perdón, los pechos de la persona que iba bajo el disfraz de Sardina.
¡Ay Miguel! No me lo puedo creer.
Lo que no se puede creer es qué en otra ocasión, cuando el personaje ya era conocido, íbamos con un coche muy, muy viejo. ¿Se cree que nos paró la policía para ponernos una multa, creyendo que estábamos haciendo el gamberro?
Bueno, bueno. El caso es que este año y después de la debacle lo volveremos a ver junto al guapetón pez.
Esto es un sin vivir. Por la mañana estaba “despedido” y ahora vuelvo a trabajar… es maravilloso.