El club maliayo cumple cuatro años y medio colaborando en la merma del número de ejemplares; su labor, celebrada por el Gobierno y apreciada por los vecinos, se basa en una combinación de conocimiento del terreno y de la especie, puntería y paciencia
Cae la noche sobre Gijón. Las jornadas laborales y lectivas han terminado para la mayor parte de sus vecinos. En miles de hogares sus ocupantes ya duermen plácidamente en sus camas, serenos y en paz, soñando, tal vez, con lo que les depara ese nuevo día que, en cuestión de unas pocas horas, despuntará. Fuera, en las calles, la oscuridad domina la escena; sobre todo, en el perímetro exterior del municipio, alejado del bullicio y el resplandor casi constantes de los barrios del centro. Y, sin embargo, si algún vecino desvelado de lugares como Cabueñes, Somió o Porceyo se levantase del lecho y mirase por la ventana podría ver a lo lejos, quizá, el destello de luz fugaz de una linterna entre los árboles. Puede que, si se asomase al exterior, llegase a escuchar un tenue zumbido distante. De ser así, el sorprendido lugareño habría sido testigo auditivo y visual de dos de las escasas pruebas de cierta actividad realizada al amparo del crepúsculo, aún hoy relativamente desconocida para el gijonés promedio, pero capital en el control del creciente problema de la sobrepoblación de jabalíes en las áreas rurales de Gijón: la caza selectiva de ejemplares de suidos con arcos y flechas. La fórmula puede sonar anacrónica en pleno siglo XXI, pero en sus más de cuatro años y medio de vigencia ha demostrado dar unos resultados óptimos, a juicio tanto del Ayuntamiento como de los habitantes de los puntos tensionados. Y el mérito no es de otros que de una decena de socios del Club Arqueros de Villaviciosa.
Fue a comienzos de 2021, concretamente a lo largo del mes de enero, cuando la Corporación del PSOE presidida por Ana González se planteó la posibilidad de recurrir a cazadores para intentar, en la medida de lo posible, contribuir a reducir el impacto causado por dichos animales en los vecindarios rurales. La idea, sin embargo no era nueva; tal como el entonces concejal de Actividad Física, Deporte y Distrito Rural, José Ramón Tuero, recuerda, «ya había habido algunas experiencias previas en Oviedo y en Nava«, que sirvieron de inspiración. Y, como ocurriese en esos dos municipios, no tardaron el surgir unas cuantas cuestiones a considerar, cada una más seria que otra: la necesidad de evitar el descontrol de la actividad, la obligatoriedad de acotar con exquisito cuidado qué ejemplares abatir, la cercanía de áreas habitadas… Con tantos detalles que pulir, no es de extrañar que las conversaciones con la Consejería de Medio Rural, cuya autorización resultaba imprescindible, se alargasen por espacio de meses, pero al fin, en el segundo cuarto de ese año, el Consistorio y el Principado firmaron el primer convenio que autorizaba a los arqueros maliayos a desplegarse en suelo de Gijón. El constante control mutuo ha sido, y aún lo es, una constante en esa relación a varias bandas.
Hoy el último de los convenios firmados entre el club y el Ayuntamiento, suscrito en diciembre de 2023 previa luz verde del Principado, continúa vigente; así seguirá hasta el último día de 2024, y todo apunta a que será renovado por quinta vez. No obstante, el pliego actualmente en vigor presenta modificaciones importantes en comparación con sus predecesores. Así, si en tiempos del PSOE la labor de Arqueros de Villaviciosa era puramente voluntaria, Foro ha dotado al convenio de una asignación económica de 18.000 euros, pensada para que la decena de arqueros autorizados a desempeñar la labor de control costeen sus gastos, desde la adquisición de flechas y piensos, hasta el mantenimiento de los puntos de observación y de las cámaras de videovigilancia que emplean. Por su parte, Medio Ambiente fija el marco legal, así como las zonas en las que operar, que engloban las ya citadas parroquias de Porceyo, Somió y Cabueñes, además de Deva, Caldones, Valdornón, Bernueces, Santurio, Fano, Granda, Vega, Lavandera y Leorio, sin olvidar San Martín de Hüerces, La Pedrera, Ruedes, Cenero, Serín, San Andrés de los Tacones, Fresno y Puao. Y que nadie se lleve a equívoco; en la actividad en cuestión no hay nada de matanza indiscriminada de jabalíes, ni tan siquiera de sufrimiento animal.
Integrantes de Arqueros de Villaviciosa, consultados por miGijón de forma anónima ante la negativa de la directiva del club a participar en este reportaje, aseguran que «lo que hacemos es muy preciso, muy quirúrgico; se trata de ayudar, no de crear un escándalo«. Algo que, por otra parte, la normativa recogida en el convenio confirma. Los participantes tienen terminantemente prohibido dar caza a madres con crías lactantes, o piezas con un peso inferior a veinticinco kilos. Los disparos no pueden realizarse a más de veinte metros del objetivo, para minimizar el riesgo de fallo. Y nunca, bajo ningún concepto, puede efectuarse un lanzamiento a menos que se tenga la certeza de que la flecha acabará con la vida del suido a la primera, y sin causarle agonía. «Siempre apuntamos a zonas vitales, pero si no lo tenemos claro, desistimos y esperamos a una mejor ocasión; eso pasa muchas veces, y ya no es sólo por lo que diga la ley, sino porque es horrible ver sufrir a un animal herido«, confirman. Por descontado, el uso de cualquier arma distinta al arco manual, ya sean escopetas, fusiles, pistolas o ballestas, está restringido y severamente penado; tampoco está permitido aprovechar las sesiones para hacer blanco en otras especies que no sea el jabalí.
Con el marco legal definido; las zonas de operaciones, delimitadas; los objetivos, identificados, y la misión general, clara… ¿Cómo operan estos cazadores? Bien lo primero que se tiene que tener en cuenta es la propia seguridad del arquero. El jabalín común, aunque habitualmente manso, es un animal peligroso cuando se siente amenazado o percibe riesgo para sus camadas, capaz alcanzar cuarenta kilómetros por hora en carrera, y que puede ejercer una potencia de embestida en carga frontal que derribaría a un humano promedio. Por si fuera poco, sus colmillos pueden resultar letales, y su dura piel constituye un formidable obstáculo para los proyectiles. De ahí que los participantes en este programa operen siempre en altura, desde puestos elevados fijos llamados aguardos que, casi siempre, están ligados a un comedero lleno de maíz que hace las veces de cebo. Esa elección, también recogida en la normativa, proporciona «una ventaja táctica importante». Una serie de cámaras de vídeo desplegadas en los alrededores ayudan a recabar información vital, como rastros concretos, pautas de comportamiento… Incluso, a identificar particularmente a ciertos ejemplares.
A partir de ese momento, el éxito o el fracaso depende del arma, de la pericia y de la puntería del cazador, todos ellos federados, registrados y expresamente autorizados por Medio Rural. La práctica totalidad de los tiradores, alrededor del 99%, recurren al arco compuesto, una pieza de tecnología punta «capaz de agrupar flechas a cincuenta metros de distancia en un blanco del diámetro de una moneda de dos euros», y que, además, ejerce un efecto multiplicador de fuerza por medio de una serie de poleas. A fin de mantener cierto factor sorpresa, los arqueros se despliegan en solitario, si bien en están en permanente comunicación por radio con sus compañeros. Todo lo anterior se desarrolla en una ventana temporal de seis horas después del ocaso. Antes del amanecer los arqueros abandonan sus posiciones, guardan las armas, reúnen las presas y, tras informar al Servicio de Vida Silvestre autonómico del fin de la batida, dan aviso al Ayuntamiento para que se haga cargo de los cuerpos. En los primeros tiempos de esta iniciativa las piezas, una vez convertidas en carne picada y debidamente envasadas, eran donadas a entidades benéficas, pero la dificultad logística y los riesgos para la salud obligaron a suspender esa salida. Ahora todos los cadáveres son llevados a Proteinas y Grasas del Principado (PROYGRASA), el servicio de recogida de animales muertos del Consorcio para la Gestión de los Residuos Sólidos de Asturias (COGERSA), y eliminados.
Aun así, y a pesar de que el pliego de condiciones del convenio no fija un cupo mínimo o máximo, el número de ejemplares abatidos por jornadas es relativamente bajo. «Entre todos, podemos cazar dos, tres animales… Si son cuatro, ya tienes mucha suerte«, reconocen. Las razones son varias; aparte de la mencionada obligación de lanzar sólo cuando se esté seguro de hacer un blanco mortal a la primera, y que, a fin de cuentas, las vidas privadas de cada uno no suelen dejar hueco para participar todos los días, «sólo estamos uno por aguardo… Y, aparte, los jabalíes no son tontos. Como se sientan acosados, cambian de zona; se van a aquellas en las que más tranquilos puedan estar«. De ahí que, pese a los buenos resultados cosechados en estos años (según datos facilitados por la Consejería de Medio Rural, del 7 de marzo de 2021 al 21 de agosto de este año fueron abatidos de esto modo 1.040 jabalíes sólo en el término municipal de Gijón), los habitantes de las áreas más afectadas perciban la labor como insuficiente.
«No queremos ser ingratos; reconocemos muchísimo lo que Arqueros de Villaviciosa y el Ayuntamiento están haciendo, pero creemos que se necesita un esfuerzo mayor», comenta Soledad Lafuente, presidenta de la Asociación Vecinal de Somió. Porque, como miGijón ha recogido en varias ocasiones, los jabalíes se han convertido en una presencia recurrente e in crescendo en determinadas parroquias. Y, cada vez, más cerca del centro de la ciudad. Aunque desde el Consistorio ni confirman, ni desmienten que se esté valorando una intensificación del servicio que los arqueros prestan en Gijón, sí recalcan que, «en este momento del año, las camadas nacidas en primavera no han alcanzado los veinticinco kilos de peso, circunstancia que viene ocurriendo año tras año. Por ello tienen mayor presencia; cuestión que se resolverá en los próximos meses«. Hasta entonces, lo que es seguro es que los tiradores maliayos seguirán, incansables, con su labor. «No sabríamos decir si es gratificante, o no, pero sí que sentimos que la gente valora nuestro trabajo, y eso es importante«, comparten los participantes consultados.
Así, todo parece indicar que a ese pulso entre flecha y colmillo aún le quedan un buen puñado de asaltos que disputar…