Las cuadrillas de trabajadores ya ha retirado la icónica cristalera, han desmantelado parte del interior y se preparan para la reforma del extinto negocio, que cerró sus puertas el pasado noviembre tras 35 años como icono de la hostelería gijonesa
No es lo mismo ser consciente de que algo va a pasar antes de que suceda, que encontrarse ante ello cara a cara, sin teorías y con los hechos ya consumados. No, no lo es, en absoluto… Por muy preparada que una persona crea estar, toparse con la realidad siempre genera un impacto. Y desde este mismo jueves todos los que fueron miembros de la legión de fans que aglutinó el extinto local Savoy de Gijón posiblemente noten una punzada en sus corazones al transitar por la calle Covadonga. Tres meses después de que el histórico negocio cerrase sus puertas, y clausurado desde el pasado noviembre, aunque todavía conservando su inconfundible estética, las cuadrillas de trabajo ya han comenzado el desmantelamiento del establecimiento para convertirlo en la sede de la hamburguesería A Toda Mesa (ATM), ganadora de la edición de 2024 del torneo The Champions Burger.
Aunque es mucha la obra que aún queda por delante, los primeros efectos ya son evidentes. La icónica cristalera que daba paso a la terraza interior ha desaparecido, como también la decoración de la fachada, que anunciaba tanto algunos de los platos y cócteles de su carta, como los espectáculos en vivo que prometía. La propia terraza ha sido levantada, y se han retirado todos los elementos que conformaban la decoración del Savoy. De hecho, a primera hora de esta mañana se apilaban frente al local varios sacos de cemento y hormigón, lo que permite presumir que el desmontaje de lo previo está próximo a terminar, y en breve se asumirá la remodelación del establecimiento. Sólo el toldo, un tanto sucio y deteriorado, sobrevive… Por ahora.
A la espera de comprobar si el futuro A Toda Mesa tiene tanto éxito como lo tuvo el Savoy, por ahora lo único que queda entre sus fieles es el recuerdo de aquellos 35 años de historia, iniciados cierto día de 1989 en que Javier Egocheaga lo puso a funcionar. Décadas y más décadas de conciertos, espectáculos, comida con un toque estadounidense y un ambiente único, marcado por el estilo rockabilly, que lo erigieron en imprescindible del ocio hostelero gijonés. Hasta su clausura dio pie a alguna historia pintoresca, como la de cierto amigo de Egocheaga al que, durante la retirada de la decoración, se le regaló una réplica de un subfusil Thomspon… Con el que el desafortunado caballero deambuló por Cimavilla, causando alguna que otra escena de pánico en el ‘barrio alto’ y obligando a intervenir en su búsqueda a la Policía Nacional.