Los abogados de la defensa y la acusación no han hecho declaraciones antes de la primera sesión en la Audiencia Provincial de Oviedo
Comienza el juicio por el ‘caso Ardines’, un proceso que se prolongará durante todo el mes de noviembre y que esclarecerá si los cuatro acusados tejieron un plan para asesinar a Javier Ardines, concejal de Llanes por Izquierda Unida en agosto de 2018. Esta mañana han desfilado por la puerta de la Audiencia Provincial de Oviedo los abogados de la acusación y la defensa sin hacer declaraciones y ante una gran presencia de medios regionales y nacionales. Poco antes de las 8.30 horas accedían a los juzgados Javier Beramendi, que defenderá la inocencia del supuesto inductor Pedro Nieva; Luis Mendiguren, quien representará al presunto intermediario Jesús Muguruza; y Adrián Fernández y Fernando Barutell, que confeccionan la versión de los sicarios Djilali Benatia y Maamar Kelli. También el letrado de la acusación particular Antonio Pineda, en representación de la familia del edil fallecido. Este martes y a lo largo de esta semana declarán los acusados, quienes no han accedido por la puerta principal, en las diferentes sesiones a celebrar.
El pasado viernes se conoció que el jurado popular está compuesto por cinco hombres y cuatro mujeres (más dos suplentes), quienes se encargarán de dar un veredicto. La Fiscalía del Principado de Asturias solicita 25 años de prisión para cada uno de los cuatro acusado por el asesinato del concejal llanisco. La primera sesión arranca este martes. El proceso juidicial se prolongará a lo largo del mes de noviembre y principios de diciembre. La última jornada está prevista, salvo modificaciones, el 3 de diciembre. El ministerio Fiscal sostiene que el fallecido mantenía una relación con la mujer de uno de los acusados, P.N. que era además la prima de su esposa. Se trataba de una relación desde la adolescencia, que duraba ya más de 30 años cuando se cometieron los hechos y se desarrollaba en Llanes, donde vivía Ardines y a donde P.N. se desplazaba sobre todo en periodos vacacionales (vivía junto a su familia en el País Vasco). Los dos mantenían esta relación de forma encubierta y al margen de sus respectivos matrimonios. Considera el fiscal que el acusado P.N., descubrió el idilio en diciembre de 2017, tras grabar con su móvil una conversación entre su esposa y el fallecido, y así se lo hizo saber a ella, aunque ambos siguieron conviviendo como pareja. Tras la grabación, el acusado, con el fin de controlar a su esposa y ante el temor de que esta tuviera algún otro encuentro sexual con el fallecido, visitó tiendas online de venta de objetos de videovigilancia encubierta, micrófonos, dispositivos de vigilancia para vehículos y dispositivos de seguimiento para vehículos, y otras destinadas a la realización de pruebas de ADN para determinar la paternidad.
En julio de 2018, el acusado ante la proximidad de la época estival y sabedor de que su mujer pasaría el verano en una casa familiar próxima a la de la víctima tomó la decisión de acabar con la vida de este. Para ello, contactó con el también acusado J. M., a quien pidió que buscase a personas que pudieran ejecutar los hechos. Así, J.M. planteó el encargo al tercero de los acusados M.K, quien, tras una reunión en la que se llegó a un acuerdo sobre el precio a pagar, decidió actuar conjuntamente con un cuarto acusado D.B.
Encerrona
Así, el 27 de julio, P.N., J.M. y M.K. viajaron a Belmonte para dar al tercer acusado las indicaciones necesarias para acabar con Javier Ardines. El acusado P.N. tenía un conocimiento exhaustivo tanto de la zona donde se llevarían a cabo los hechos como de las costumbres de la víctima. De esta forma, P.N y J.M. propusieron a M.K. hacer al concejal una emboscada, para asegurarse el resultado. En la madrugada del 1 de agosto de 2018, los acusados M.K y D.B. se desplazaron nuevamente a la localidad con el único propósito de matar al concejal y, una vez allí, colocaron una valla metálica de obra en un camino por donde previsiblemente pasaría la víctima. El lugar era el propicio para cometer los hechos por ser una zona rural aislada y boscosa, rodeada de prados y monte bajo.
Sobre las seis de la mañana de ese día 1, Ardines salió de su domicilio y, al pasar por ese camino, se encontró con la valla, aunque la sorteó y se alejó del lugar en su vehículo. A raíz de este suceso, el acusado M.K. mostró su reticencia a ejecutar los hechos, por lo que P.N. le ofreció más dinero y le informó, en una reunión, que no debía matar al edil hasta pasado el 10 de agosto, fecha en la que terminaban las fiestas locales, ya que antes de ese día habría mucha gente. Así, en la madrugada del día 16 de agosto, sobre las cuatro y media de la mañana, con tiempo suficiente para preparar una emboscada mejor, los acusados M.K. y D.B. llegaron a Belmonte y colocaron en el mismo camino, transversalmente, dos vallas más (la primera, del día 1, continuaba allí). Lo hicieron de forma que impedían el paso de cualquier vehículo, para asegurarse de no fallar e incrementar el tiempo disponible para abordar a Javier Ardines.
Además, para tener más garantías de acierto y anular la posibilidad de defensa de la víctima, cada uno de los acusados llevaba un bote de spray de pimienta, el acusado P.N. un palo y el acusado J.M., un bate de baseball. A continuación, se escondieron junto a un muro y esperaron. Sobre las 6 de la mañana Ardines salió de su casa en su furgoneta y, al llegar al punto donde estaban colocadas las vallas, detuvo la marcha y se bajó del vehículo para apartarlas. Dejó el motor en marcha, las luces encendidas y la puerta del conductor abierta. En ese momento, los acusados M.K. y D.B. salieron de su escondite súbitamente y rociaron a Javier Ardines con el spray de pimienta. La víctima echó a correr, perseguido por los acusados. Fue alcanzado al ser golpeado en la cabeza bien con el palo o con el bate. Cayó al suelo de rodillas y seguidamente, boca abajo. También fue estrangulado por detrás por alguno de los dos acusados, en cualquier caso, puestos de común acuerdo.
Registro en Bilbao
La víctima no pudo defenderse, tan solo colocar de forma intuitiva su brazo derecho como escudo. Una vez en el suelo, fue sujetado y/o arrastrado unos metros. A consecuencia de la agresión, Ardines falleció. Tras los hechos, el acusado J.M. entregó a M.K. una cantidad de dinero por el trabajo realizado. Por auto de 18 de febrero se acordó la entrada un registro en el domicilio del acusado D.B., en Bilbao, y se halló en su interior, entre otros efectos, un spray de defensa persona, un spray aerosol de pimienta, 7 navajas, un Taser de 3.800 voltios, un Taser en forma de puño americano y varios cartuchos.
La Fiscalía considera que los hechos son constitutivos de un delito de asesinato. De este responderían: el acusado P.N., en condición de inductor; el acusado J.M., en condición de cooperador necesario; y los acusados M.K. y D.B., en condición de coautores. Y solicita que se condene a cada acusado a 25 años de prisión, con la accesoria legal de inhabilitación absoluta y abono de tiempo cumplido 4 preventivamente; libertad vigilada con una duración de 10 años y con la obligación de cumplimiento de las medidas respecto de la esposa e hijos de la víctima de prohibición de aproximarse a la víctima y comunicar con ella o los familiares u otras personas que determine el tribunal, más el pago de las costas procesales.
Por vía de responsabilidad civil, el Ministerio Fiscal solicita que los acusados indemnicen a la viuda del fallecido con 113.000 euros; a su hijo con 30.000 euros y a su hija con 25.000 euros (la diferencia responde a que ella era independiente económicamente en el momento de los hechos), todo ello más los intereses legales correspondientes.