Miguel Ángel y Pablo Álvarez fueron dos de los muchos asturianos que se desplazaron a ayudar a Valencia: «Lo que más sorprendió fue la demanda de pan y agua. Para mucha gente, estas cosas básicas se convirtieron en un lujo en medio de la catástrofe”
POR ADELA RIESCO Y PAULA G. LASTRA
En el pasado mes de octubre no será fácil de olvidar. Las lluvias torrenciales provocadas por la DANA dejaron a muchos pueblos de la Comunidad Valenciana y otros puntos del país bajo el agua. Lo que comenzó como una lluvia por encima de lo previsto, pronto se convirtió en una catástrofe que arrasó casas, negocios y, tristemente, también vidas. Mientras España entera miraba con horror las imágenes en televisión y redes sociales, fueron muchos quienes lo dejaron todo para arrimar el hombro y ayudar, en lo que fuera, a los más afectados. Dos de estos voluntarios fueron Miguel Ángel Rodríguez Oriana y Pablo Álvarez Cuervo, decidieron pasar a la acción y viajar hasta Valencia para ayudar.
Miguel Ángel, de 33 años, natural de Avilés y trabajador en una empresa de acero, tenía motivos personales para dar el paso, y es que parte de su familia reside en la zona afectada: “Desde pequeño voy a Valencia todos los veranos, y cuando vi lo que estaba pasando, no podía quedarme aquí sin hacer nada”. Fue él quien convenció a su amigo Pablo, de 29 años y residente en Gijón, para emprender juntos este viaje. El gijonés, que trabaja en una empresa de máquinas de visión artificial, no lo dudó: “Cuando me lo dijo, no pensamos mucho. Vimos la situación y sabíamos que hacía falta ayuda”. Los dos ajustaron sus agendas laborales y comenzaron el viaje el martes 12 de octubre. Salieron directamente tras terminar sus turnos en el trabajo y recorrieron cientos de kilómetros con un único propósito: estar en el lugar donde más se les necesitaba.
Antes de partir, y casi de manera improvisada, utilizaron sus redes sociales para recaudar fondos y recoger material. “Entre mis seguidores y los de Pablo compartimos lo que íbamos a hacer y la respuesta fue increíble”, comenta Miguel Ángel. En apenas unos días, lograron reunir una cantidad importante de donaciones en metálico y materiales esenciales gracias a la generosidad de amigos, conocidos y desconocidos. “Había mucha desconfianza en las ONGs y organizaciones grandes, pero al ser dos personas cercanas, de aquí de Asturias, la gente confiaba en que todo lo que recogiéramos llegaría directamente a quienes lo necesitaban”. Con el dinero recaudado, compraron alimentos, herramientas y otros artículos básicos. Además, trasladaron las donaciones en un 4×4 que les permitió llevar más material y moverse con agilidad por las zonas afectadas.
El impacto del desastre: “Una montaña rusa de emociones”
Al llegar a Valencia, se instalaron en casa de los familiares de Miguel Ángel, ubicada en Torrent. Desde allí, se desplazaron por localidades como Paiporta y Catarroja, dos de las más afectadas. No tenían un destino fijo; iban allí donde se necesitaban manos. La escena, cuentan, era devastadora. Casas y locales completamente anegados, vecinos agotados física y mentalmente, y un ambiente de angustia palpable. “Había de todo: gente que había perdido todo, especialmente los que vivían en bajos o trabajaban en la zona, y otros que lo llevaban mejor porque no les había afectado tanto. Pero todos estaban muy tocados”, describen.
Para Miguel Ángel, el relato de sus familiares fue especialmente impactante. “La riada les pilló desprevenidos. Al principio parecía una inundación normal, pero la situación se complicó muy rápido. Mis tíos, ya mayores, tuvieron que escapar a la planta superior de la casa con muchas dificultades. Escuchar su relato en primera persona te deja helado”. Durante los días que estuvieron allí, Miguel Ángel y Pablo se sumaron al ejército de voluntarios que desde el primer momento se volcó para ayudar a los afectados. Desde achicar agua en garajes con escobones hasta distribuir materiales básicos, no pararon de trabajar.
“La gente nos agradecía muchísimo lo que hacíamos. Nos decían que gracias a los voluntarios habían podido salir adelante, porque la ayuda oficial tardó en llegar. Aunque nuestra aportación era pequeña, era evidente que les marcaba la diferencia”, reflexiona Miguel Ángel. Y Pablo añade: “Recuerdo al presidente de una comunidad de vecinos que se metió en el garaje con nosotros a achicar agua. Le dijimos que no se preocupara, que nosotros lo haríamos, y casi se emocionó. Te das cuenta de lo destrozada que está la gente”. Aunque fueron solo unos días, ambos amigos coinciden en que la experiencia fue transformadora. “Estuvimos allí cuatro días, pero ellos llevan semanas enfrentándose a esto. Es increíble el desgaste físico y mental que tienen”.
Del escepticismo al compromiso de los más jóvenes
Ambos son conscientes del escepticismo que puede generar el voluntariado espontáneo en algunos sectores. “Hay quien cree que la gente joven solo va a hacerse fotos para Instagram, pero no es así. Cuando estás allí, lo vives de una forma completamente distinta. No paras de trabajar, te implicas al 100% y sientes que realmente estás ayudando”, confiesa Miguel Ángel. Aunque han vuelto a Asturias, la experiencia les ha dejado una huella profunda. “Nosotros fuimos una pequeña parte de una gran ola de solidaridad. Pero esa ola es lo que está sosteniendo a mucha gente allí. Si algo aprendimos, es que cualquier pequeño gesto puede marcar una gran diferencia”.
Al reflexionar sobre su experiencia, ambos destacan lo complejo que fue entender el alcance del daño. Miguel Ángel recuerda que «cuando bajamos de las zonas más afectadas, notamos que algunas calles estaban mucho mejor, pero en otras parecía que el desastre había ocurrido ayer. El problema con la infraestructura, los coches atrapados, y el lodo acumulado complicaban mucho la situación». Aunque ya habían pasado varios días desde la catástrofe, seguían encontrando zonas en las que la situación no había cambiado mucho. “Había un impacto real, por la acumulación del lodo y los problemas en el sistema de alcantarillado. Incluso hubo gente mayor que nos contaba cómo el agua subía por los fregaderos y el miedo que tenían de que todo se repitiera”, explica su amigo.
«Lo que más sorprendió fue la demanda de pan y agua. Para mucha gente, estas cosas básicas se convirtieron en un lujo en medio de la catástrofe”
Y es que una de las principales preocupaciones de los afectados era la falta de soluciones inmediatas, como el alcantarillado y la electricidad. Miguel Ángel recuerda cómo, en las calles que visitaron, el agua se acumulaba en los rebosaderos, y el sistema de drenaje no era capaz de gestionarlo debido a los escombros y el lodo. “Es como si el sistema de alcantarillado no estuviera preparado para este tipo de crisis”. Además, la necesidad de alimentos básicos era crucial. «Lo que más sorprendió fue la demanda de pan y agua. Para mucha gente, estas cosas básicas se convirtieron en un lujo en medio de la catástrofe. Compramos más de 200 barras de pan, y ver la gratitud de la gente al recibirlas fue…”, recuerdan. «Gente con niños y mayores nos agradecían hasta el pan, algo tan simple como eso. En medio de todo el caos, lo más impactante fue ver cómo la gente seguía luchando».
La visita de los voluntarios tuvo lugar en un momento crítico, cuando la devastación dejaba una marca visible y palpable en la infraestructura local. «Claro, nosotros llegamos y había mucho hecho, pero si es verdad que también había muchas cosas básicas que les faltaba», cuentan los voluntarios, quienes también hicieron un esfuerzo notable por organizarse y coordinarse. Otra de las cosas que más les llamaron la atención fue el contraste entre lo que se ve por televisión y lo que se experimenta sobre el terreno, que es abismal. «Ver el vídeo, verlo ahí en persona, no tiene nada que ver», comentan. La magnitud de la tragedia se revela en cada rincón de la ciudad. «Está todo derrumbado, escombros de las casas, árboles caídos, coches aquí en medio”.
La falta de infraestructura adecuada y la presencia de riesgos sanitarios
«Las calles también están siendo focos de ratas, parásitos, de infecciones», advierten los voluntarios al hablar de los escombros acumulados. Este tipo de situaciones complica aún más la recuperación de la zona, ya que no solo se trata de limpiar y retirar el lodo, sino de prevenir la propagación de enfermedades. A pesar de la ayuda inicial de entidades como el ejército y los equipos de rescate, siguen existiendo áreas que permanecen fuera del alcance de los esfuerzos más organizados. «Cuando te metes en los cascos más viejos de la ciudad o del pueblo, es donde todavía sigue faltando esa ayuda», apuntan. Zonas donde los camiones del ejército no pueden llegar y donde la limpieza y el desescombro siguen siendo urgentes.
En estos lugares, la labor de los voluntarios sigue siendo crucial para las tareas de recuperación. Sin embargo, los asturianos también advierten de una desorganización palpable en el terreno. «Hemos visto dos situaciones en concreto donde parecía que no se hacía nada», explican. Relatan una situación en Alcazar, donde, a pesar de la presencia de numerosas personas, se notaba la falta de acción real. «Estábamos con unos escombros que no eran relevantes para nada, y veías a 30 personas del ejército mirando sin hacer nada», denuncian.
Crítica a la gestión política y el desafío del cambio climático
Uno de los temas más polémicos es sin duda la gestión política de la catástrofe. Para los voluntarios, la respuesta de las autoridades fue «vergonzosa». «Hay gente que se ha muerto porque no la rescataste a tiempo, y gente que está pasando hambre, sin agua y sin luz», indican, haciendo hincapié en lo que consideraron una falta de reacción inmediata por parte de las autoridades. Además de la crítica a la gestión política, los voluntarios son conscientes del cambio climático y su impacto en la frecuencia de los desastres naturales. «Esto está pasando porque el cambio climático ya está aquí, y si no tomamos medidas, estas catástrofes seguirán sucediendo», cuentan. Al final, como ellos mismos afirman, «esto puede pasar en cualquier momento, en cualquier lugar», y la clave está en estar preparados y ser conscientes de que, en situaciones de emergencia, la acción colectiva puede marcar la diferencia.